- "Vivimos en un mundo en el que damos por sentado que muchas cosas son muy estables, y estamos ante un fenómeno que nos recuerda que estamos inmersos en dinámicas biológicas, cambiantes, con una dimensión que va más allá de lo que estamos acostumbrados a operar", recuerda este filósofo catalán de 40 años, que subraya una paradoja: "Estamos en un momento en el que hablamos de inteligencia artificial, de transhumanismo o de cíborgs, y lo que pone patas arriba al mundo es una pandemia, un fenómeno primario y de antaño. A día de hoy, sin herramientas preparadas ni económicas ni políticas ni biosanitarias para afrontar una urgencia de este tipo.

Ustedes atienden a las corrientes más profundas, y esta pandemia tiene indudablemente ese calado.

-Estamos demasiado acostumbrados a querer encontrar respuestas rápidas, inmediatas y que más o menos solventen la situación, y hay una parte de la reflexión filosófica que tiene que ver con las cuestiones de profundidad. Esta dimensión existe, nos condiciona, y no hay categorías rápidas que nos ayuden a neutralizar toda la incomodidad de esta situación.

La pandemia exige nuevas capacidades a los líderes, más allá narrativa y gestualidad.

-Esto tendría que cambiar la idea de la política. Estamos acostumbrados a vivir en una especie de jerarquía donde casi todo es político y donde la política tiene casi la última palabra sobre todas las cosas. Fenómenos de este tipo demuestran que la política no es esa última palabra, sino más bien el engranaje, para que diferentes elementos se pongan en contacto. Al político se le pide, en una idea del soberano o de la jerarquía total, que lo solucione todo, cuando el político tiene que gestionar a partir de diferentes expertos o áreas de conocimiento. La política no es un juego de poder, sino el engranaje de toda esta diversidad social y vital. Si bien todo tiene una derivada política, una consecuencia y una lectura política, no todo es político. Es decir, la política no puede con todo ni tiene en sus manos todo.

Habla de una dicotomía.

-Sí, o aumentan los populismos y el repliegue nacional, o todo lo contrario, se desmonta este relato populista, las soluciones rápidas y la idea de que el político es casi un mago. Que un patógeno en un momento dado pueda poner patas arriba a todo el mundo pone a la política en ese sitio relativo que es el que tiene que tener.

No se muestra muy optimista.

-En la base de todo esto hay un tema fundamental que vamos arrastrando desde hace años, que es el de la confianza institucional. Hasta qué punto esta crisis va a redoblar la desconfianza social o al revés, como la institución no nos puede salvar de todo, se le va a pedir lo que puede dar. Yo espero equivocarme, pero no soy demasiado optimista en relación a las transformaciones que puede haber, al menos a corto plazo. Si vamos a una crisis económica, creo que la preocupación por llegar a final de mes y tirar adelante, esta tensión y angustia va a impedir reflexionar como sociedad.