Será un 9 de enero con concentraciones diseminadas, dada la situación sanitaria. Joseba Azkarraga cree que la suma de manifestantes puede superar las cifras de anteriores concentraciones unitarias en Bilbao. Hombre con una trayectoria política de décadas, repasamos con él la situación penitenciaria y el momento político y social.

La covid obliga a la descentralización de las convocatorias.

-Sí, así es, van a ser 220 localidades del conjunto de Euskal Herria, incluyendo Baiona, atendiendo las indicaciones de las autoridades sanitarias, cumplir todos los requisitos para que sean concentraciones seguras. Creemos que esta descentralización incluso va a traer más número de personas, y que la suma final puede llegar a superar la asistencia de otras manifestaciones en Bilbao muy importantes con más de 100.000 hombres y mujeres.

Y de esas 220 localidades, 77 en Navarra.

-Sí, cogiendo fundamentalmente cabeceras de comarcas, y en el caso del resto de Euskal Herria, aparte de las ciudades, por supuesto, también las localidades más amplias, como el caso del Valle de Ayala, toda la zona de Llodio, Amurrio, o en la zona de la Rioja Alavesa, o la Llanada, Agurain, Araia...vamos a intentar concentrar los lugares más concurridos.

Todas las concentraciones a las 17.30 de la tarde.

-Que es la misma hora que hemos venido utilizando en las manifestaciones de Bilbo todos los años. Allí tendremos aparte de la concentración, un acto más institucional en el Palacio Euskalduna a la mañana, en el que reuniremos a lo que es la mayoría política y sindical del país, que se ha venido posicionando claramente con las mismas reivindicaciones de la propia Red Ciudadana Sare. Vendrán también personas de Catalunya, de asociaciones que trabajan junto con nosotros, como Etxerat y otras, y gente del mundo de la cultura, del deporte, de la universidad... Será un aforo muy limitado a 80 personas en el que haremos un repaso de los 10 años desde los Acuerdos de Aiete, y una valoración de qué es lo que tenemos que hacer a partir de este 2021 a la vista de los movimientos que se están produciendo.

¿Y qué es lo que tienen que hacer?

-Hay dos cosas que nos parece importante resaltar. La situación que hoy estamos viviendo es diferente a la que vivíamos hace un año en estas fechas. Hay un cambio de actitud por parte del Gobierno español, también del gobierno francés. En el caso español hay un cierto desbloqueo en el que se van acercando a presos y presas más cerca de sus lugares de origen o domicilios familiares. No están siendo trasladados a cárceles de Euskal Herria, pero no es menos cierto que para muchas familias el hecho de ir a visitarles en Algeciras o hacerlo en Logroño, en Burgos o en Soria, es un cambio sustancial fundamentalmente por el sacrificio que suponía semana tras semana recorrer hasta 2.000 kilómetros, sumada ida y vuelta, para 40 minutos de visita. Nosotros tenemos que seguir insistiendo ahí, y eso quiere decir que la reivindicación inicial y principal de Sare es que estén todos y todas en Euskal Herria.

Hablaba además de un segundo factor importante de cara a 2021.

-Sí, la progresión de grado, me parece el elemento fundamental para considerar que la política penitenciaria no es de excepción para este colectivo de presos y presas, sino que se aplica al igual que a cualquier otro interno en cualquier centro penitenciario de las cárceles de España. Mientras no se cambie esa actitud de mantener a la inmensa mayoría de ellos en primer grado penitenciario, y de esta forma impedirles iniciar el camino de regreso a casa, estaremos en una situación todavía de excepcionalidad, y eso es lo que tenemos que cambiar. Creo que son los dos objetivos fundamentales que nos tenemos que plantear.

¿Considera más difícil avanzar en lo segundo que en lo primero? ¿Se puede avanzar simultáneamente?

-Por supuesto que se puede avanzar de manera independiente. El alejamiento, hace 30 años, fue una medida política, impulsada en aquellos momentos por un gobierno del Partido Socialista, y ahora un Gobierno socialista tiene que terminar con aquella medida política y por lo tanto poner fin a la dispersión y alejamiento. En lo que supone la progresión de grado, es una medida estrictamente penitenciaria, responsabilidad de los centros penitenciarios, pero también la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias tiene mucho que decir, y se tiene que mover. No vale con el traslado a cárceles más cercanas, si se siguen manteniendo en primer grado e incluso en segundo grado penitenciario. El objetivo es que pudieran ir pasando a tercer grado penitenciario con el cumplimiento de los dos tercios de su condena. Y eso les posibilite la libertad condicional. De lo contrario estaríamos ante una situación de excepcionalidad.

Defienden ambas posiciones por justas y ajustadas a derecho.

-Primero por humanitarias, segundo porque la legislación penitenciaria tiene que ser sobre todo flexible, buscando fundamentalmente la reintegración social de la persona ingresada en prisión, y esto no se puede conseguir manteniéndoles muy alejados o en primer grado penitenciario. Recientemente han salido algunos presos con 30 años cumplidos de prisión efectiva y en primer grado penitenciario. En marzo o abril saldrá alguno más en la misma situación. Eso no es lógico. Sobre todo porque esta misma aplicación no se hace al resto de la población reclusa en general. Solamente se aplica esta restricción a este colectivo de presos y presas, en un momento en el que ETA ya ha desaparecido de nuestras vidas y ETA ya tomó la decisión que tomó hace 10 años. No tiene sentido que nos esté costando tanto cambiar la actitud de la política penitenciaria del Estado.

¿Se debe ayudar a que el Gobierno siga dando pasos y profundizando en esos pasos? ¿Necesita de esa ayuda porque está muy presionado?

-Nuestros compañeros de Iparralde ya tratan con el gobierno francés, y la Red Ciudadana tiene un cauce abierto con las instituciones del Estado que tratan estos temas. Hemos venido manifestando de manera repetida que deben tener muy en cuenta algo fundamental, que no están solos en los pasos que vayan a dar. Primero, que tienen a su favor la propia legislación penitenciaria. Lo único que estamos pidiendo es que se aplique sin excepciones. Y en segundo lugar, que esa aplicación cuenta en el caso de Euskal Herria con una mayoría política y con la unanimidad sindical que apoya esos cambios en profundidad, y además con un importante respaldo de la población civil, que es la que sale cada vez que Sare convoca manifestaciones de estas características. Hay una mayoría social que lo está exigiendo. Por tanto, que dejen de mirar tanto a la derecha, a sectores de la extrema derecha incluso, porque hagan lo que hagan les van a zumbar lo mismo, y sobre todo, que tengan muy en cuenta que lo que se está pidiendo no es ningún privilegio, sino la aplicación estricta de la legislación penitenciaria. Para eso cuentan con un gran respaldo, yo diría que no solamente en Euskal Herria, sino que quiero creer en la mayoría política que conforma en estos momentos el Congreso de los Diputados, que también se ha venido pronunciando sobre estas materias.

Fuera se podría invocar un riesgo de cierta alarma social alimentada por ciertos medios. Cuestión espinosa para un Gobierno que tiene muchos frentes, y uno tremendo que es la pandemia.

-Ya he dicho antes que hagan lo que hagan la derecha les va a zumbar lo mismo, pero que en este caso no están haciendo nada ilegal, al contrario, el no hacerlo supondría posiblemente una ilegalidad. Yo creo que hay que actuar con más audacia. Nosotros pensamos que se están dando pasos importantes. Por ejemplo se ha conseguido en los últimos tiempos terminar con el aislamiento de los presos y presas que en muchas prisiones del estado llevaban en celdas de aislamiento hasta 10 y 12 años seguidos. Hoy nos queda uno en Soto del Real, que esperemos solucionarlo pronto, pero en el resto de las prisiones se ha salvado ya esa situación de aislamiento, que es terrible para cualquier persona, pasar 22 horas dentro de una celda. Y ahí se ha actuado de manera bastante coordinada. Por un lado Sare ha trabajado en el ámbito de sus relaciones con Instituciones Penitenciarias, y también los abogados de estos presos y presas han hecho un trabajo excepcional, y poco a poco va dando sus frutos. Desde Sare tratamos de coordinar la activación social, una constante en nosotros, sacar a la gente a la calle cada vez que sea necesario, y por otro lado recurrir a los despachos y hablar e intentar convencer de que hay cosas que se pueden cambiar. Y se van produciendo esos cambios.

¿Hay una labor discreta detrás?

-Muy discreta. Ahora estamos trabajando por que dentro de una cárcel no estén separados por módulos, sino que puedan estar en un mismo módulo, y más ahora, que hay algunas cárceles donde se están quedando solamente dos o tres presos de la antigua organización ETA. Ese tipo de trabajos que alivien la situación de los reclusos en la vida diaria hay que hacerlo con mucha discreción, y en el momento que se va consiguiendo, si es necesario se va diciendo, pero sin mayor alharaca. Creo que es la forma de trabajar con un objetivo de solucionar las cosas.

¿El agradecimiento de presos y familiares hace que merezca la pena la labor que hay detrás?

-A nosotros lo que nos merece la pena es ir solucionando los problemas, y esa es la satisfacción que puede tener una organización plural como la nuestra. Intentar solucionar problemas aunque cueste tiempo. Sí que percibimos en los familiares de los presos no agradecimiento, porque no lo buscamos ni mucho menos, pero sí una situación de esperanza a partir de lo que se está moviendo en el ámbito del Estado. Creemos que las cosas van funcionando y vemos que hay una luz al final del túnel. Que se van solucionando las cosas y que vamos a intentar, no sé si en el año 2021, buscar una solución definitiva a esta situación. Pero esto también lo hablamos con los presos, con los que nos vamos reuniendo en diferentes cárceles, y hay una cierta esperanza también en todos ellos.

Usted empezó en política jovencísimo, y ha sido testigo de la historia contemporánea vasca. Eso le da una perspectiva histórica de largo alcance ahora que la política se mueve tanto en el instante.

-No sé si de largo alcance, te permite cuando menos valorar lo que era la política hace unas décadas, que la viví de manera más directa, que lo que percibimos de la política hoy. Hace unas décadas había una actitud de búsqueda de más acuerdos y búsquedas de soluciones, y menos teatrillo y alharacas dentro de los parlamentos. Percibo la política en estos momentos en general bastante deteriorada desde el punto de vista incluso de las relaciones personales. Y cuando las relaciones personales fallan en la política es más difícil alcanzar acuerdos. A mí en el año 81/82 se me encarga por parte del Gobierno de Garaikoetxea llevar adelante un proceso de búsqueda de soluciones a una parte de la organización ETA, que era ETA Octava Asamblea. ETA estaba en activo, pero el Gobierno español fue aprobando indultos para aquellos presos que entraron dentro de aquel proceso de negociación. En estos momentos, cuando ETA ha dejado de funcionar hace 10 años, ha entregado las armas, y se ha disuelto, no tiene sentido que haya tantas reticencias para tener más audacia en las soluciones. Sobre todo, a mí me preocupa mucho ver desde el ámbito político y judicial algunas actitudes que cuando menos vienen a demostrarme que algunos echan de menos a la organización ETA o que hablan de ETA como si estuviera en activo. Actúan de esta forma creo que porque en un momento les vino bien la actividad de ETA para arremeter contra el mundo independentista o nacionalista en este país.

Es protagonista de un libro recién salido, La cuestión vasca dos miradas, de María del Olmo, en el que se repasa su pensamiento junto al de Javier Sádaba. ¿Leyéndose saca alguna idea de cómo ha evolucionado la sociedad vasca?

-Me ha servido para una retrospectiva de la etapa en la que había que apostar por reforma o ruptura, y cómo en mi caso posiblemente me equivoqué más que él sobre lo que podía traer la reforma democrática a la vista de lo que ha venido pasando después. Era más optimista, y pensaba que la reforma era más factible que una ruptura, cuando los militares estaban como estaban, con ruido de sables constantes en los cuarteles. Posteriormente, y a pesar de haber una reforma, hubo varias intentonas golpistas, y todavía hoy seguimos escuchando proclamas. Pero la historia te va enseñando, y creo que es bueno reconocer en momentos determinados algunos errores.

¿Cómo se imagina, la convivencia en la Euskal Herria de sus nietas, cuando sean adultas?

-Una sociedad en la que se hayan reconstruido puentes rotos, fruto de varias violencias generadas. Hablamos mucho de ETA pero no podemos olvidar otras violencias que se han ejercido que han causado muchas víctimas y mucho dolor. La generación de mis nietas tiene que mirar al futuro con un cierto grado de esperanza, donde la solidaridad y ele afecto primen sobre la confrontación, y ya no digamos la violencia. Y sobre todo, me imagino y quiero una Euskal Herria independiente.

Un proceso con autocrítica.

-Por supuesto, en esa construcción de una Euskal Herria diferente deben tener un lugar fundamental todas las víctimas de todas las violencias generadas. Deben ser parte muy activa de esa reconstrucción. Hablo mucho con víctimas, yo me siento muy cercano también a ellas, y cuando les escuchas y piden mayor reconocimiento y apoyo, les entiendo perfectamente, y hay que buscar soluciones para evitar que ningún acto que se pueda realizar pueda herir la sensibilidad de las víctimas, y por eso, tenemos que caminar pensando que el otro también tiene razón y que también ha sufrido, porque si no, será muy difícil reconstruir un relato de la memoria en el cual todos nos sintamos incluidos. Por lo tanto, no desde el nacimiento hasta la desaparición de ETA. Tiene que abarcar un periodo mucho más largo, incluso diría que desde el año 36 hasta nuestros días. Hay ochocientas y pico víctimas de ETA, pero hay doscientas y pico de la extrema derecha y más de 5.000 casos de tortura. Todo esto tiene que estar para que podamos dejar una generación mucho mejor a nuestros nietos y nietas que la que nosotros recibimos de nuestros mayores.