A Kateryna Dudko, ucraniana de 26 años afincada en Navarra desde hace cuatro y medio, le está costando vivir la guerra en su país desde la distancia. "Procuro no ver muchas imágenes porque me mandan vídeos en directo y me impacta mucho", reconoce. Pero no por ello es ajena a los problemas que están viviendo sus compatriotas.

"Voy hablando con mis tíos, primos, y amigos. Me cuentan que no es seguro quedarse en la ciudad porque bombardean los pisos, y no tienen electricidad ni recursos. Están atrapados. Viven con lo que tienen, patatas y una pequeña granja de gallinas. Podrían huir, pero tampoco es seguro", relata apenada, certificando que en los corredores "hay minas y los rusos impiden la huida" a otros países.

En el caso de sus familiares y amistades, refugiarse en un estado vecino es harto complicado. Viven en la región de Chernihiv, a 120 kilómetros al norte de Kiev, una zona muy próxima a las fronteras con Rusia y Bielorrusia -aliada del primero-, por lo que no lo consideran una opción. "Es una de las zonas más afectadas. Están encerrados, y por las noches se esconden en refugios", explica.

Kateryna, graduada en Pedagogía y que actualmente estudia un máster en magisterio infantil en la Universidad de Navarra, vive desde 2018 con Pilar Asurmendi, una mujer que le acogía durante los veranos desde los 10 años y que finalmente la acabó adoptando. Sin embargo, tiene sus raíces muy presentes. "Me he ofrecido como traductora y educadora para los refugiados, estoy dispuesta a ayudar en lo que sea", desvela, agradeciendo "a toda la gente que ayuda y apoya" a sus conciudadanos.