El historiador Roldán Jimeno (Pamplona, 1973) ha sido el encargado de compilar el libro La Lorafna 40 años después, Historia, balance y propuestas para una reforma, impulsado desde el Parlamento, así como de redactar su texto introductorio. Esta publicación recoge las ponencias de las jornadas que el parlamento de Navarra celebró el pasado mes de marzo. Así que su punto de vista de historiador, de una generación además posterior a la protagonista del Amejoramiento, puede resultar un interesante contrapunto en torno a esta efeméride.

Como indica en el libro coral de próxima aparición, cuarenta años ya es un periodo amplio para un historiador.

–Sí, en efecto, la Lorafna ya es un texto totalmente histórico. Otros estatutos de autonomía han sido reformados; algunos no, y a otros no se les ha dejado. Aunque la Lorafna ha sido puntualmente reformada en algunos aspectos muy específicos, esas reformas han sido absolutamente menores. No del calado de Catalunya, Valencia, Andalucía, Aragón... Tenemos un estatuto de hace cuarenta años. Por un lado es derecho positivo, porque es el nuestro, pero por otro, cuatro décadas son muchas para poder abordarlo también desde un prisma histórico. Con la ventaja de que muchos de los artífices afortunadamente todavía viven, aunque otros muchos ya no están aquí. Esto hace que puedas hablar del tema desde un cierto desapasionamiento y una cierta distancia.

Fue un proceso lento, posterior a votaciones claves en el Estado (en el 76,77 y 78) que dieron la hegemonía a una UCD que acabó en descomposición.

–Una vez se promulgó la Constitución española, desde enero de 1979, comienzo de lo que sería la vía foral, hasta la promulgación del Amejoramiento, pasaron tres años y medio. Eso es mucho tiempo en algo tan trepidante, en los ritmos políticos, como fue la Transición. Entre enero del 79 y agosto del 82 pasaron muchísimas cosas. Por ejemplo, la descomposición de UCD y el caso que apartó a Jaime Ignacio del Burgo de la presidencia. Se conjugó la crisis del partido y la personal suya independientemente de la posterior restitución. En la foto de las primeras negociaciones estaba todavía Amadeo Marco, que negoció con el ministro de la Gobernación, Martín Villa, que junto con Jaime Ignacio del Burgo fueron quienes idearon la fórmula y establecieron esta estrategia. Las líneas fundamentales que acabaron conformando la particularidad de la Lorafna, un estatuto de autonomía sui géneris, que no se llevó a referéndum, se pusieron sobre de la mesa desde el principio de esa negociación. Ya en el Real Decreto 121/1979 de enero de aquel año, se introdujo la fórmula del Amejoramiento, y se dijo que respetaba la tradición histórica adaptándose a la democratización de las instituciones forales, de manera solidaria y dentro de la indisoluble unidad de la nación española. Todo eso se vería plasmado luego en la Lorafna.

Inicialmente en Navarra se hablaba de una reintegración foral. Para usted era un castillo en el aire tras votarse la Constitución.

–Desde 1978 y desde ese decreto que acabo de mencionar, sin duda. La Constitución marcó unos límites que impedían una reintegración foral plena al estilo que se reivindicaba aquí hasta la segunda república e incluso en los años previos a la constitución. Es decir: una vuelta al estatus que tenía Navarra previo a 1839, a la ley del 25 de octubre de aquel año. ¿Qué suponía esa reintegración foral? Recuperar las instituciones de Navarra, el reino, la Hacienda propia, las cortes, los tribunales de justicia... Una vez se aprobó la Constitución española, como ocurrió con todas las constituciones españolas históricas, marcó unos límites que no podían sobrepasarse. España solo tiene un ejército, y no cabe un ejército navarro, constituye un solo reino con un rey, y no cabe que sea también de Navarra. En el tema hacendístico ahí sí con los restos de los fueros que nos quedan tenemos el Convenio Económico, pero ya son reliquias de lo que podía ser una Hacienda propia total.

“Martín Villa junto con Jaime Ignacio del Burgo fueron quienes establecieron la estrategia de la Lorafna”

La correlación de fuerzas entre un Estado como el español y Navarra era muy desigual.

–Sí, evidentemente, y esta desigualdad viene desde 1839.

Por eso, con raíces históricas. ¿Así que es cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío?

–Ahí están los sentimientos de cada uno. Un franquista muy españolista y nada navarrista por ejemplo, vería esto de una manera muy negativa. De hecho, a lo largo del franquismo, hubo unos núcleos muy duros en Madrid, que no veían con buenos ojos el régimen foral de Navarra. Por ejemplo, el mundo falangista era muy contrario a todo lo foral, que lo veían carlista. Querían un estado centralista.

La negociación entre Martín Villa y del Burgo, cuando había un mandato para una comisión negociadora, cuando menos es atípica, por más que del Burgofuese presidente de UCD de Navarra. ¿Qué importancia tuvo en el resultado final?

–Creo que la importancia fue grande. Más allá de las cuestiones negociadoras, el trazo grueso de la vía foral navarra al Amejoramiento estaba muy trazado desde el principio, cuando todavía del Burgo no había sido destituido. Lo más importante se estableció en ese inicio. Las negociaciones de esas fases posteriores, fueron importantísimas, y no resto un ápice de su importancia. Sí entiendo, sabiendo cómo eran los juegos políticos de la Transición, no solo en Navarra, de negociaciones entre políticos de signo absolutamente contrario abiertas o clandestinas, que entonces había una cultura en la que esas dinámicas detrás de las negociaciones oficiales eran relativamente usuales. Y siendo del mismo partido, tampoco hay que extrañarse de que Martín Villa lo pulsase todo con una persona de su absoluta confianza como era Jaime Ignacio del Burgo. Eran momentos sumamente delicados y dolorosos para del Burgo, tras haber sido apartado del momento probablemente más glorioso para un político, como era este, que tenía que haber sido su criatura, a la que había dedicado toda su doctrina escrita. Tuvo que ser para él durísimo. Conociendo lo vehemente que es, habría intentado en esas negociaciones dejar su impronta.

“UCD y el PSOE, con las fuerzas nacionalistas excluidas, se quedaron sin un contrapeso sano”

¿Del texto que salió del Parlamento al que luego aprobó, cuánto perdió, cedió o quiso recortarse Navarra?

–La verdad es que la bajada del nivel de autogobierno fue importante, y casi hasta ultimísima hora. De hecho, incluso, el texto que salió de la última negociación al que apareció en el BOE, el Estado metió algún cambio. Además, como no se correspondía la comisión negociadora navarra con el conjunto del arco parlamentario, por las razones archiconocidas...

El desconocimiento es muy grande no sé si son tan de dominio público.

–Al final las fuerzas nacionalistas vascas fueron excluidas de la comisión. UCD y el Partido Socialista, básicamente, se quedaron sin alguien que pudiese hacer de contrapeso sano en esa negociación. A esa última fase negociadora no le voy a quitar mérito, porque fue muy dura, incluso para sacar la propia fórmula navarra, porque en Madrid no era bien vista. Se veía como una cosa sumamente excéntrica, anticonstitucional incluso y hasta cómica. Realmente la situación era muy compleja, con lo cual, los negociadores navarros tenían que invertir las fuerzas en una serie de cuestiones, y no tenían tanta fuerza para otras. Y fueron muy a la baja.

A eso le añade otro elemento.

–Pasó algo que muchas veces no se le suele dar importancia, y yo creo que la tiene, y mucha. Fuimos prácticamente el último estatuto en aprobarse. El hecho de que lo hubiese precedido el Estatuto de Gernika, marcó para Navarra un techo difícil de superar. Catalunya y el País Vasco, que fueron las primeras, les interesaba serlo para lograr en esas primeras negociaciones un mayor autogobierno. La Comunidad Autónoma Vasca surgió con el Estatuto de Gernika y a partir de los derechos históricos. A Navarra no se le iba a permitir alcanzar mucho más. Quitando las respectivas joyas de la corona, en su caso el Concierto Económico, en nuestro caso, el Convenio Económico, lo demás iba a ser muy parejo. Y ese techo del Estatuto de Gernika condicionó a los navarros.

¿Por ejemplo, a la hora de la posibilidad todavía pendiente de desarrollar más la Policía Foral?

–Por ejemplo, eso es.

¿Por qué esta no es equiparable a la Ertzaintza?

–La Ertzaintza es más potente, y eso que no existía. Estaban los Miñones y otras policías relativamente similares a lo que había sido la Policía foral histórica, pero no había una policía unitaria para los tres territorios. Ahí anduvieron bastante espabilados nuestros vecinos y les salió muy bien.

“Que a la Lorafna le hubiese precedido el Estatuto de Gernika marcó para Navarra un techo difícil de superar”

El Amejoramiento no tuvo referéndum, bajo una pretendida razón de singularidad. Esto merece una reflexión de una generación posterior, conectada a una posible reforma.

–A estas alturas del siglo XXI yo creo que no se sostiene no hacer un referéndum. Entonces coló, fue un argumento que se revistió de historicismo, pero realmente ni siquiera entonces se sostenía con argumentos de tipo historicista, ni siquiera con argumentos constitucionales. Ya no hablo solamente de razones de la más elemental democracia. Por ejemplo, la Transitoria Cuarta de la Constitución exige dos referéndums consecutivos para poder unirnos a Euskadi. En cambio, para tener una autonomía uniprovincial no se nos exigió ninguno. Pero es que la foralidad de Navarra tiene un precedente histórico en esta cuestión, que es la Segunda República. Precisamente la única vez que se ha hecho en la historia algo parecido a lo que fue el proceso estatutario de la Transición española, en Navarra o en otros territorios, obligaba a un referéndum, y se hizo. Aquí se votó el estatuto vasconavarro y se sometió a referéndum. Así que tampoco los precedentes históricos avalan el que la Lorafna no se sometiese a referéndum. Hoy día, ciertamente, no cabe plantear desde una perspectiva democrática y constitucional una reforma estatutaria sin darla a aprobar en referéndum. Si ya en 1982 fue algo sumamente excéntrico, criticadísimo por los más excelsos juristas de izquierdas, derechas y de todos los colores en el Estado, hoy día ya creo que sería algo realmente muy llamativo.

¿El vasquismo tiene que reprocharse algo en este proceso? Que sus postulados quedaran fuera hizo plantear una enmienda a la totalidad que desenfocaba el desarrollo del autogobierno de Navarra en todos estos años?

–Es difícil responderle a esto. Al menos tal y como me formula esta pregunta. Tanto el nacionalismo como el vasquismo hoy día son muy distintos a los de estos años. Había componentes sumamente distorsonadores o condicionantes en aquella realidad política.

¿En qué sentido?

–Pues por ejemplo, ETA. La violencia armada evidentemente condicionaba y muchísimo la política de entonces y del nacionalismo. Y luego las posturas entonces nacionalistas también eran más maximalistas, y no me refiero solo a la izquierda abertzale, ni tampoco solamente al PNV, sino a pequeñas agrupaciones que podríamos encuadrar en el nacionalismo. Mirar aquello desde la perspectiva actual resulta complicado. En esta época estaba todo bastante condicionado. No lo podemos ver con los parámetros actuales porque eran unas circunstancias y unos condicionantes que hay que entenderlos en aquel contexto.

“A estas alturas del siglo XXI yo creo que no se sostiene no hacer un referéndum; entonces coló”

Le quería preguntar por el papel del PSOE. Se dice que Navarra fue cuestión de Estado. Que esto no era una pieza separada, sino que formaba parte de una construcción determinada tras el 23-F y coincidiendo con el intento de la LOAPA.

–Claro, qué duda cabe, y Navarra lo ha sido hasta hace relativamente poco tiempo, esgrimida yo diría que hasta el final de ETA. Y esto no estaba solo en el discurso del Partido Socialista, también lo vimos y creo que lo seguiremos viendo en UPN desde su surgimiento. Más allá de que fuese creído en Madrid, es algo que se ha alimentado sobre todo desde determinadas formaciones de Navarra.

“Hay que explicar la Transición en su contexto”

Recta final de entrevista a Roldán Jimeno, centrada en el grado del desconocimiento del Amejoramiento.

Así como la Transición es conocida en el Estado, a pesar de su idealización, el desconocimiento del Amejoramiento en Navarra es paradójico. ¿Le choca?

–Sí, la verdad es que choca. Y no es que precisamente la Transición de Navarra sea poco conocida. Se han hecho bastantes tesis doctorales, se le ha dedicado mucho esfuerzo y ha habido estudios de mucho calado...

Eso en el ámbito académico. ¿Se ha socializado el conocimiento?

–Afortunadamente desde un punto de vista de historia política y social, se conoce el movimiento obrero, el feminista, lo conocemos todo. También la evolución político institucional. Hay muy pocas sombras que nos queden ya de la Transición. Poquísimas. Es uno de los periodos afortunadamente mejor conocidos desde un punto de vista académico. Pero ciertamente no es algo que la gente lo conozca muy bien más allá de las propias vivencias de quienes puedan tener una cierta edad. También puede ser algo que luego venga dado con el paso de los años. Conforme va avanzando el tiempo los periodos más recientes van entrando en los currículos escolares, de enseñanza secundaria, por ejemplo. Yo quiero creer y tengo la esperanza de que con el paso de los años, no sé si bien o mal, cada vez será más conocida la Transición, y además de manera desapasionada. Lo mismo que cada vez, afortunadamente se conoce mejor la Guerra Civil o el franquismo, algo que tardó bastante en entrar en los currículos, creo que la Transición entrará. ¿Cómo? Hombre, yo creo que solo contarla desde los grandes logros institucionales y quedándonos en eso sería contarla de forma pobre, al menos desde luego desde una perspectiva de Navarra. Evidentemente la Transición hay que explicarla, porque si no no se entiende bien, en su contexto político, y en su complejo contexto social. Por ejemplo en Sanfermines tuvimos el reconocimiento a las mujeres que sacaron la pancarta para acabar con las madrinas de las peñas. Eso nos puede parecer algo absolutamente menor, pero es potentísimo, pues da idea de cómo estaba el movimiento feminista en Navarra. O la potencia que tuvo el movimiento pro amnistía, y que fue palanca de cambio para muchísimas cuestiones, no precisamente para la Lorafna, pero sí para otras.