Unai Sordo (Barakaldo, 1972), secretario general de Comisiones Obreras desde 2017, estuvo la semana pasada en Pamplona para acudir a una asamblea de delegados y delegadas del sindicato, y para presentar Cuentos de oficio, un libro de relatos, editado por Catarata, que Sordo escribió durante la pandemia. El dirigente de CCOO celebra “el cambio de modelo” implementado para afrontar las crisis, pero advierte de que el nuevo bloque de investidura va a tener que “pactar todo con todos y todo el rato”, lo que sumado al inminente contexto electoral, da “posibilidades amplias de inestabilidad”, aunque espera que los Presupuestos Generales del Estado se puedan aprobar. Sordo promete que CCOO va a “ser exigente con el Gobierno”, pero “conscientes de la realidad política que vivimos”.  

¿Cómo ve el escenario pasado el ciclo electoral de mayo y julio? 

–Salimos de una legislatura muy complicada, con la pandemia, la guerra, la inflación y la incertidumbre global, con casi recesión económica en la UE. Pero el diálogo social ha dado un resultado excelente para entender por qué hoy España está en el récord histórico de cotizantes a la Seguridad Social. Hemos mejorado los niveles de empleo, con un incremento del Salario Mínimo y una reducción de la temporalidad; la concertación social ha dado un resultado verdaderamente notable. En esta legislatura, por la dificultad de la gobernabilidad, es previsible que el diálogo y la concertación social no den los mismos resultados. Tenemos que situar otras estrategias complementarias, sin renunciar al diálogo, ligadas a la negociación colectiva, a la ejecución de los fondos europeos y de los recursos públicos para impulsar un cambio en el modelo productivo de nuestro país. 

¿Los datos de la EPA avalan un cambio de paradigma económico?

–Avalan las políticas laborales que hemos pactado, con resultados diametralmente distintos a los de otras salidas de crisis, donde se solían devaluar los salarios, sobre todo los más bajos, se precarizaba la contratación y se facilitaba el despido. Hemos sostenido el empleo a través de los ERTE, hecho una reforma laboral que ha disminuido la temporalidad hasta el 13% en el sector privado, y subido el 54%, los salarios mínimos mediante acuerdos. En vez de dispararse el desempleo, tenemos el récord histórico en cotizantes a la Seguridad Social, y el factor salarial y de demanda interna está sosteniendo la economía. Es un cambio de modelo y hasta cierto punto de paradigma de cómo enfrentar las crisis. Demuestra que lo que veníamos diciendo los sindicatos, y reivindicando desde hace décadas, es un modo de enfrentar los problemas económicos no solo más justo, sino también más eficaz. Dicho esto, un país con el 11% de desempleo y muchísimas situaciones de precariedad no puede ser autocomplaciente.  

“Lo que reivindicábamos los sindicatos se ha demostrado un modo de enfrentar los problemas económicos más justo y también más eficaz”

Esto no luce más por una inflación que afecta al poder adquisitivo. 

–Así es. Circunstancias sobrevenidas dispararon la inflación interanual en 2021 hasta el 6% , y al 8,4% en 2022. Negociar convenios colectivos fue extremadamente difícil, con lo que hubo un deterioro de los salarios enorme, en 2022 particularmente. El Acuerdo por el Empleo y la Negociación Colectiva ha dado en 2023 buenos resultados. Los salarios pactados en convenio han subido más de un 4,5% y los salarios medios seguramente hayan crecido más del 5%, netamente por encima de la inflación. Se ha recuperado parte del poder adquisitivo perdido y reducido de forma importante la brecha salarial entre los salarios más altos y más bajos, con el menor ratio de diferencia en 15 años. 

¿Cómo abordar esa inflación?

–Pactar la excepción ibérica permitió limitar el impacto de los precios energéticos. Habría que ser más ambiciosos y evaluar con un observatorio de márgenes las mejoras excesivas de los márgenes empresariales en contexto de inflación. Los sectores económicos con más poder de mercado han imputado los incrementos de costes energéticos o de materias primas a los precios al consumo para mantener intactos o mejorar los excedentes empresariales. Esto no se puede tolerar en un contexto así. Suben los productos básicos y se deteriora la capacidad de compra de las rentas más vulnerables. Ahí habría que intervenir. 

Garamendi ve intervencionismo.

–Cuando el mercado tiene un comportamiento absolutamente ineficaz, porque la posición de fuerza de algunas empresas y sectores determina los precios, hay que intervenir, pues el problema no son solo las leyes de oferta y demanda, sino los sectores capaces de imponer precios al resto: las cadenas de distribución, por ejemplo. Algunas empresas energéticas mantienen precios excesivos porque hay un cierto oligopolio. 

¿Pero entonces la economía está intervenida o por intervenir?

–Siempre lo está. La cuestión es en beneficio de quién. Con precios altos de energía y materias primas hay que intervenir, como con la excepción ibérica. Se demostró que puede ser útil. 

“La economía siempre está intervenida. La cuestión es en beneficio de quién. Con altos precios de energía y materias primas hay que intervenir”

¿Cómo mantienen la tensión frente a un Gobierno con estas políticas y que tiene de ministra a Díaz?

–Con exigencia permanente y responsable. En el inicio de esta legislatura el diálogo social ha sido, cuando menos, bastante caótico. El Gobierno ha tratado de sacar medidas como el subsidio del desempleo o la modificación de la estructura de la negociación colectiva con planteamientos prácticamente unilaterales. Tenemos que ser exigentes con todos los gobiernos, estatal o autonómicos, los configuren quienes los configuren. Nuestro interés es defender los derechos de quienes representamos. Evidentemente, si nuestras reivindicaciones ven cierto cumplimiento, el tono no es el mismo que con un Gobierno planteando una reforma laboral como la de 2012. 

¿El Ejecutivo central les ha trasladado la necesidad de gestionar los tiempos dada la agenda existente?

–En eso hemos sido sensibles también, por ejemplo en la reforma laboral. Pactada iba a dar mejores resultados, pero ello requería no recoger todas las reivindicaciones de los sindicatos. Podíamos habernos encabritado y dicho que o se recogía todo, que para eso era un Gobierno de izquierdas, o no pactábamos nada. No habría habido un acuerdo tripartito, y los efectos no hubieran sido tan positivos como lo están siendo. No vivimos en la abstracción ni en la equidistancia ni en la neutralidad; sabemos los riesgos de España y Europa de gobiernos de la derecha aliada con una ultraderecha absolutamente cerril. No somos ingenuos, pero tampoco un partido político, y tenemos la convicción de que la mejor manera de evitar esos gobiernos es mejorar las condiciones materiales de vida de las mayoría social. Eso nos lleva a ser exigentes. 

¿La reducción de la jornada laboral es materializable?

–La efectiva media pactada en convenio colectivo prácticamente ya es de 38,5 horas, aunque hay muchas empresas que siguen trabajando con las 40 horas semanales. El debate es de fondo y de largo plazo. Estamos en una transformación económica intensa, donde va a haber mejoras de productividad fruto del salto digital y tecnológico. La cuestión es cómo se reparten. El reto es que sea equitativamente entre capital y trabajo. Hay que negociar los convenios colectivos y las subidas salariales, pero la reducción de jornada legal es un elemento troncal a futuro. Va a permitir vivir mejor. El desafío es trabajar menos pudiendo producir lo mismo por los cambios tecnológicos, y mejorar indirectamente los salarios. Tiene muchos otros efectos beneficiosos, como cuando se vincule al teletrabajo o a una jornada laboral a cuatro días por semana, que se puede hacer en algunos sectores, lo que reducirá los desplazamientos y la huella ecológica. 

¿Ahí ve mucho eco en Sumar y no tanto en el Partido Socialista?

–Yo he visto un pacto de Gobierno en el que los dos partidos han suscrito reducir la jornada a lo largo de la legislatura a 37,5 horas. He hablado con responsables de Sumar y con la propia ministra de Trabajo, y también con gente muy relevante del Partido Socialista, empezando por el presidente del Gobierno, y nadie me ha dicho que se oponga a esta medida. Sería bueno hacerlo a través de un acuerdo tripartito. No doy por sentado que CEOE no pudiera alcanzarlo. Sé que no va a ser fácil. Hay que intentar la negociación. En un acuerdo de reducción de jornada puede haber más variables. La jornada en general se calcula en cómputos anuales, y si pactamos fórmulas de distribución a lo largo del año para gobernar las diferencias de demanda que pueda haber en determinados periodos, a la empresa también le puede interesar. No daría el acuerdo por imposible.

“Hay un pacto de Gobierno para reducir la jornada laboral a 37,5 horas. No doy por sentado que la CEOE no pueda alcanzar un acuerdo”

Ya que cita a Pedro Sánchez. ¿Cómo describiría su evolución política?

–Sinceramente creo que tiene un enorme instinto político. Me reuní con él tras la convocatoria de las Generales, para mucha gente una especie de suicidio, y él la hizo con plena consciencia. Pensó que aquello podía salir bien y que la derecha y la ultraderecha se iban a equivocar de la forma radical como lo hicieron, cerrando acuerdos de gobiernos autonómicos, y sacando a la palestra el Circo Ringling de frikis de ultraderecha de todo pelaje, que de alguna manera alertaron a la población progresista española de un riesgo cierto de que personas tan poco recomendables como los dirigentes de Vox formaran parte del próximo Gobierno de España. Y se movilizó un voto aparentemente oculto que impidió el Gobierno del Partido Popular con Vox. 

En el subsidio del desempleo del decreto omnibus, ¿quién tenía la razón, Sumar o Podemos? Porque fue como una discusión bizantina.

–El tema se podía haber racionalizado, porque el decreto del subsidio era una mejora evidente, pese a alguna insuficiencia que trasladamos al Gobierno y de la que no tomó nota. Había que haber sacado adelante el decreto –no compartimos la decisión de Podemos– tramitarlo como proyecto de ley, y haber abierto un diálogo social que no hubo antes, y haber incorporado las mejoras. Pero en efecto, se planteó en una clave bizantina y salió lo peor que podía salir, la no convalidación del decreto.

¿Le preocupa la fractura entre Sumar y Podemos? Un espacio que pudo ser común, hoy dinamitado.

–No soy quién para meterme en la vida interna de nadie, pero me preocupa en la medida de que dificulta la gobernabilidad en un momento en que el Gobierno tiene la tarea de transmitir sensación de fiabilidad y de cierta estabilidad, que creo que está demandando la gente normal. Para transmitir que los políticos están para resolver los problemas de la gente un ambiente o ecosistema de inestabilidad no favorece al Gobierno ni a la vida de la legislatura.

Se han cumplido 30 años de la huelga general del 94. ¿En qué media el escollo de movilizar las replantea?

–Posteriormente hicimos en tiempos de Zapatero una en 2010 y dos en 2012, la última vinculada a una movilización europea. No es un elemento al que los sindicatos hayamos renunciado ni mucho menos. Es verdad que cuando las causas comunes cada vez son más difíciles de vincular, plantear la huelga general cada vez es más complicado. Hay que evaluar bajo qué inputs responde hoy la sociedad a convocatorias generales. Para Comisiones Obreras la huelga general no ha perdido validez, y no renunciamos en el futuro a poder volverlas a convocar. Pero es una respuesta que solo tiene sentido cuando se da una agresión o una situación de dimensión general. Tiene una dimensión sociopolítica, y hay que medir mucho la herramienta. En estos últimos años no hubiera tenido el más mínimo sentido mientras estábamos pactando la revalorización de las pensiones con el IPC, la reducción a la mitad de la temporalidad o la subida del SMI. Hubiera sido una absoluta mamarrachada por nuestra parte convocar una huelga general en este contexto.

¿Cuánto desgasta ser secretario general de CCOO?

–Esto es una forma de entender cómo vas a conducir tu vida y es superabsorbente. Pero se está porque se quiere estar, y si te quejas no estés. Es una vocación, si militas en un sindicato lo haces porque te crees un proyecto y una forma de entender la sociedad y los derechos de los trabajadores. Con esa vocación no se percibe igual el desgaste. Y si algún día tienes dudas, acuérdate de dónde vienes. Más desgasta una mina, o cuando mi madre se tuvo que poner a trabajar limpiando oficinas y portales. Así que es un desgaste, mental y vital, pero bendito desgaste en algo vocacional. Es para mí un honor poder ser secretario general.

Unai Sordo,secretario general de CCOO, durante la entrevista.

Unai Sordo,secretario general de CCOO, durante la entrevista. Oskar Montero

“La amnistía es necesaria para recomponer la normalidad”

En Navarra gobierna un Ejecutivo de coalición liderado por los socialistas, frente a una derecha muy beligerante, como la del conjunto del Estado.

–Hay que acostumbrarse a los pactos políticos para garantizar la gobernabilidad. Es una cultura que tarda en implantarse, pero que hay que asumirla. O se gobierna con acuerdos entre diferentes o el país es ingobernable. El discurso de la extrema derecha ha acabado colonizando buena parte de las posiciones de la derecha clásica. Entre Ayuso y Vox ya nadie sabe qué es más de extrema derecha, y eso les hace absolutamente incompatibles con cualquier otra forma política. Además quedan los ‘residuos’ un poco tóxicos de los efectos del procés. Una situación de enorme dificultad y tensión en Catalunya y en España que hay que reconducir en términos un tanto heterodoxos como los indultos o la ley de amnistía.

¿Heterodoxos?

–Porque en general no se van concediendo amnistías por la vida, pero creo que son elementos necesarios para tratar de recomponer la normalidad institucional, social y democrática. Hay que componer la vida política sobre todo esto que comento, y no va a ser fácil, no lo está siendo. 

Presenta un libro que escribió en tiempos de pandemia. 

–Me lo tomo como un hobby, con relatos ficticios, pero basados en mi percepción de la vida o en algunas vivencias sindicales vinculadas a los efectos de las enfermedades profesionales, como el amianto; o la memoria del Bilbao de los años ochenta y noventa, el Bilbao duro de la droga...

Mucho ojo con eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

–En efecto, me gusta recordar cómo era la vida en mi portal o en mi barrio, porque el movimiento reaccionario ha intentado trasladar una especie de nostalgia de un pasado idílico, de certezas, mejor que el actual, que para nada se corresponde con la realidad. En mi barrio se vivía infinitamente peor que ahora. Había ratas en la calle. En mi portal cuando una persona se quedaba en paro nos dábamos comida unos a otros, si no no se llegaba a fin de mes. Inseguridad había antes, cuando había droga en la calle, y no te robaban porque no tenían nada que robarte. Si yo con 10 años hubiera llevado un móvil de 150.000 pesetas, no habría vuelto a casa con él. Esa visión reaccionaria hay que desnudarla, me parece una broma, o de gente que no vivió muy mal en aquel tiempo.