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Artur Mas i GavarróExpresident de la Generalitat de Catalunya

“Creo que Junts tiene que ser exigente ante Sánchez, pero no intransigente”

Aboga por que Junts sea una alternativa de “centro amplio” y marque perfil en Madrid como parte de la mayoría del Gobierno, donde admite “una debilidad estructural”

“Creo que Junts tiene que ser exigente ante Sánchez, pero no intransigente”Rubén Moreno

Artur Mas (Barcelona, 1956) nos recibe en su oficina donde trabaja como expresident, situada en el Palau Robert de Barcelona, entre Paseo de Gràcia y Diagonal. Claro en sus argumentos, acompasa sus respuestas con gestualidad. Mas mantiene el estilo y deja mensajes para quien quiera recogerlos. No milita en Junts. Dice que no descarta hacerlo. A su juicio, este partido debe ser visto como el que “más genuinamente defiende el derecho a la autodeterminación de Catalunya”, y a la vez si se da la “eventualidad”, de un acuerdo de financiación en línea con el Concierto o Convenio, debe remar a favor, porque “es objetivamente bueno para Catalunya, y esto vascos y navarros lo saben muy bien”. Para quien fue líder de Convergència, Junts tiene que visibilizar su alternativa, y “definir de forma precisa un proyecto de país y una ideología con un “modelo de sociedad previsible y un proyecto claro”.

 El mes que viene se cumplirán 10 años de la consulta del 9N. ¿Qué consecuencias le trajo?

–Buena, ninguna. Todas han sido negativas. Me juzgaron y me condenaron por la vía penal por desobediencia. Tuve mi vivienda habitual embargada más de cinco años. Una vez perdimos ese caso, me metieron en una nueva causa del Tribunal de Cuentas, la de la Acción Exterior de la Generalitat, por la cual estamos pendientes de sentencia, y a pesar de que se ha aprobado la ley de la Amnistía, y por tanto en teoría se me tendrían que archivar todos los casos pendientes, no solo eso no se ha hecho, sino que me han abierto una causa penal nueva en un juzgado de Instrucción de Barcelona, y me acusan junto a otras personas del tema de la trama rusa. Por tanto de alta traición y malversación con pena de veinte años de prisión. Una vez aprobada la amnistía yo estoy peor. Cosa paradójica.

¿Le tienen ganas? Con usted empezó todo. 

–Es verdad en parte, porque no lo empezó una persona. 

Lo digo como president...

–Sí, pero es muy importante entender que lo que pasó en Catalunya no era obra de una persona, ni de un Gobierno, y menos de un partido político. Fue algo colectivo. Había mucha gente de la sociedad civil empujando. De hecho, partidos y líderes políticos tuvimos que canalizar institucionalmente un movimiento ciudadano; si no probablemente se habría desbordado. Es verdad que me tienen ganas desde hace muchos años, pero no soy el único. Cuando haces lo que hemos hecho en Catalunya después tienes que asumir las consecuencias. Esto en el Estado español no sale gratis, al revés, pagas un precio alto. En el Reino Unido por lo mismo nadie habría ido a la prisión ni estaría exiliado, ni perseguido económicamente. En Canadá tampoco, pero en España sí.

Hay quien piensa que pecaron de ingenuidad.

–Es posible. No se lo niego. Quizá de exceso de confianza, y quizá llegamos a una conclusión que parece ingenua hoy, pero que hace diez o doce años no lo era tanto. Concluimos que con una España en la UE y cuarenta y tantos años después de la muerte de Franco por organizar un referéndum no iba a pasar lo que ha pasado, porque al final era un conflicto constitucional. Una manera de hacer entender que la mayoría de la gente en Catalunya ya no secundaba la Constitución y que efectivamente un referéndum sobre la independencia supera sus costuras. Pero eso se tenía que ventilar en el Tribunal Constitucional, nunca en los tribunales penales. El Gobierno del Partido Popular montó la Operación Catalunya, la guerra sucia por todos los medios posibles. Ilegal, ilegítima e inmoral. Incapaces de enfocar el tema político, como tantas veces se les había planteado, prefirieron judicializarlo con la colaboración entusiasta de parte de la judicatura española, donde, desgraciadamente, los tics de la época de la dictadura no se han borrado del todo. 

Le vimos el 8 de agosto en la comitiva que iba a acompañar al expresident Puigdemont al Parlament. Usted no sabía el desenlace. ¿Se sintió engañado?

–No, no puedo decir eso. Engañado por supuesto que no, y utilizado tampoco. Creía que acabaría de forma distinta a como acabó. Yo iba a dar apoyo al president Puigdemont y a hacer un acto de solidaridad con la persona que además propuse hace ocho años para tomar mi relevo, cuando decidí dar el paso al lado. Era lógico que yo estuviera ahí.  

“Creía mejor que el president Puigdemont volviera como persona libre. Arriesgarse a una detención para mí no era el mejor escenario”

Desde la lógica de que nadie quiere entrar en prisión, ¿fue una salida astuta o un requiebro al límite?

–Prefiero subrayar esa voluntad de solidaridad con una persona que ha quedado muy afectada por todo el proceso independentista catalán. Ahora, eso sí que se lo puedo decir, yo era de los que creía que era mejor que el president Puigdemont volviera solo como persona libre. Su batalla fuera de España ha sido suficientemente eficaz como para volver así. Arriesgarse a una detención e ir a prisión, teniendo en cuenta la carta del exilio que él había jugado y que había salido en gran parte bien, para mí no era el mejor escenario. 

Irritando a cuadros de los Mossos...

–Era partidario de que no volviera. Pero una vez decidió hacerlo, no juzgo de la forma en que lo hizo, la obligación que teníamos algunos, y la voluntad incluso, era estar a su lado y demostrarle un gesto de solidaridad.

Estamos en otra pantalla. Con president socialista, y mayoría débil del Gobierno español. Junts debe definir en su congreso su papel en Catalunya y Madrid. ¿Cuál debe ser?

–En Catalunya tiene que ser sobre todo la alternativa al actual Gobierno socialista. Para ello también hay que ser oposición, pero a mi juicio es más importante subrayar la alternativa. Estamos en una situación similar a la de los dos tripartitos, No exactamente, porque entonces ganamos las elecciones. En esta ocasión Junts ha quedado la segunda. Hace veinte años creo que nos salió bien combinar ese doble papel de oposición, de control y denuncia, y al mismo tiempo de visualización de la alternativa, fundamental desde el punto de vista de la salud democrática en Catalunya.

Eso les coloca en el centroderecha, y en Madrid el eje de la mayoría tiene otro color. ¿Es compatible?

–Yo creo que sí. No pienso que sea exacto lo del centroderecha. El papel de Junts tiene que ser intentar aglutinar un centro amplio. No necesariamente tiene que ser visto de centroderecha, sino que ocupa un centro amplio del país. Esto de las etiquetas de derecha izquierda es muy discutible, cada vez más.

Aliança Catalana añade estrés...

–En el tema de la migración, pero eso ha ocurrido en España con Vox, en Francia, en Italia donde la primera ministra es de un partido de extrema derecha, en la rica y generosa Holanda, en Austria, en Alemania...

¿Eso dificulta el juego en Madrid?

–Allí Junts no es alternativa a nada. No es esta su función. Creo que su principal objetivo es conseguir cosas para Catalunya. ¿Verdad que nadie pondría en duda que el principal objetivo del PNV es conseguir cosas para Euskadi? Pues Junts tiene que hacer exactamente lo mismo.

Al PNV, pese a sus reservas, se le ve menos incómodo que a Junts...

–Sí, hasta ahora. Recuerde que el PNV apoyaba a Mariano Rajoy hasta el día que dejó de hacerlo, y apoyó una moción de censura e hizo presidente a Pedro Sánchez, igual que Convergència. El PNV debió entender que con él podían inclinar mejor la balanza a favor de Euskadi. No le niego que también debes tener una cierta visión del conjunto. Aparte de la prioridad máxima, hay otra muy importante, creo que compartida entre los partidos propios de Euskadi y Catalunya, la de visualizar un Estado plurinacional, plurilingüístico y pluricultural. Para mí el papel de Junts en Madrid es triple: Conseguir cosas para Catalunya, dar cuerpo a esa visión plurinacional y equilibrar a ciertos estamentos del Partido Socialista y especialmente de Sumar y de Podemos, desde el punto de vista de la agenda programática y el modelo ideológico. 

Podemos ya no está en el Gobierno.

–Es igual, está en el Parlamento y empuja. El programa de determinada gente del PSOE, de Sumar y de Podemos, incluso del BNG o de Bildu, siempre se escorará mucho a la izquierda. Junts y el PNV lo tienen que equilibrar, porque son tan imprescindibles para la mayoría como los otros. No digo que tengan que ser los guardianes de las esencias, pero sí equilibrar los tics populistas que además se sabe que no funcionan, y tienen una receta muy a menudo equivocada.

“Santos Cerdán dice que esto es muy sólido. Lo es en la medida en que se cumplan los acuerdos, si no se resquebraja todo”

¿Estamos ante una mayoría lo suficientemente sólida? Santos Cerdán nos dijo que sí. Depende de ustedes... 

–Y hay que saberla administrar muy bien. Creo que Junts tiene que ser exigente, mucho más que otros partidos que dan apoyo a Sánchez, pero no intransigente. A través de la intransigencia tampoco se consigue nada fundamental. ¿Dónde está el punto de equilibrio? Es muy difícil de precisar, hay que ir dilucidándolo cada día.

A Sánchez no le temblaron las piernas para adelantar las elecciones.

–Cierto, pero también el que estaba totalmente en contra de la amnistía por inconstitucional, y es el que la ha acabado aprobando. Los políticos pueden y deben cambiar de opinión, porque a veces haces una previsión que después la realidad te indica que es imposible de cumplir, y te tienes que acomodar. Eso es lógico, pasa en todas partes. Otra cosa es la sensación de una falta total de principios. 

¿Eso es lo que le genera Sánchez?

–Yo no digo Pedro Sánchez, porque no quiero personalizar excesivamente el análisis, pero algunas posiciones llevan a preguntarse cuáles son los principios más allá de la ambición de poder, legítima, pero que no puede responder a todo. Santos Cerdán dice que esto es muy sólido... Bueno, o no. Lo es en la medida en que se cumplan los acuerdos. Si no pasa de sólido a débil. En parte es lo que está pasando. Lo de sólido es un desiderátum, o una apuesta si se cumplen las cosas. Si no se resquebraja todo. Se ha cumplido con la amnistía, pero hoy por hoy no hay nada más, y llevamos más de un año. Legítimamente desde Junts aflora una pregunta: ¿Esta gente cumplirá y es de fiar? Seguramente algunas cosas que están pasando se inscriben en esta pregunta no resuelta. La agenda corre, el tiempo pasa y el presidente Sánchez es imprevisible. Puede sacar una convocatoria electoral en cualquier momento. Y todo lo demás quedaría en el aire. 

De vez en cuando Núñez Feijóo les lanza guiños o amagos.

–Hablando de eso es determinante que el PSOE entienda que gobierna con una carambola aritmética, porque da la sensación a veces de que ganó el PSOE casi casi de calle. Hay que recordar que en 2023 el PSOE perdió con bastante diferencia. Gran mérito del PSOE de construir esa alianza, pero con una debilidad estructural, porque cuando tienes que sumar por ejemplo a Podemos y a Junts ideológicamente eso no acaba de ligar, con lo cual es de una dificultad enorme. El PSOE puede pensar que por definición solo es posible esta mayoría, porque la otra está vetada. Eso no es toda la verdad en el caso del PNV y de Junts. Soy de los que defiendo siempre que Junts no puede apoyar que Vox llegue al Gobierno. 

Así se ha pronunciado el PNV.

–Pero de ahí a decirle sí a todo a Pedro Sánchez hay un abismo.

¿Y si Feijóo lograse desembarazarse con otra aritmética? 

–Feijóo nos tiene que demostrar que es capaz de vivir sin Vox, porque donde quiere el poder va con Vox. Y eso le hace incompatible. Junts no puede hacer nada para que Vox llegue al Gobierno, pero no tiene por qué apoyar a Pedro Sánchez a ciegas como consecuencia. En este sentido Junts es menos prisionero, está menos atado al Partido Socialista que otros. 

Usted decía que sin independencia hay que apostar por una menor dependencia. Si lo consiguen habrá menos independentistas. 

–O no. No lo sabemos.

El independentismo vivió más cohesionado frente al PP. 

–Cierto. 

Y eso es una debilidad intrínseca.

–No necesariamente frente al PP, porque el PP del Majestic no era el que después vimos. A lo mejor el del Majestic era de mentirijilla y el de verdad era el otro. El PSOE tiene que demostrar muchas cosas, pero el PP todavía muchas más, porque cuando lo hemos conocido, con alguna excepción, le hemos visto la cara más hostil, que teóricamente Feijóo no debería representar, porque viene de otra tradición. Ha gobernado en Galicia, sabe qué es el plurilingüismo y la pluriculturalidad. Debería saber mejor que otros qué es la plurinacionalidad. Pero tengo la sensación de que algunos líderes territoriales que son más flexibles cuando están en sus territorios a la que llegan a Madrid, es como una centrifugadora, y ahí les pegan un lavado y aparecen como lo que en teoría no son, y actúan como lo que en teoría no deberían actuar.

“Es determinante que el PSOE entienda que gobierna con una carambola aritmética. En 2023 perdió con bastante diferencia”

Para el lehendakari Pradales "Madrid drena a la periferia” 

–Estoy de acuerdo, pero no nos quedemos solo en lo declarativo. Hoy se dan las circunstancias políticas y de aritmética y alianzas para contrarrestar ese poder que ha acumulado Madrid. En la agenda de la mayoría plurinacional debería estar el sacarle poder a Madrid en beneficio de los territorios. Bildu, PNV, Esquerra y Junts podrían coordinar conjuntamente con el PSOE al respecto. Eso puede ser en interés del PSOE, porque todos esos poderes que hay en Madrid quieren liquidar al PSOE y a Pedro Sánchez. Sin casi excepción. Eso es terreno abonado, porque interesa a Euskadi a Catalunya, quizá a otros, y además interesa al PSOE.

¿Ve posible un acuerdo de financiación singular en Catalunya en línea con el Concierto o Convenio?

–Yo quiero creer que sí. Tengo la esperanza pero no la confianza. Los que ya hemos liderado estas apuestas y no salieron bien porque no nos quisieron escuchar, lo vemos con más escepticismo. Pero también hay una diferencia y por eso hay más esperanza. Antes teníamos en la Moncloa y en el Parlamento español un muro de hormigón armado, que era la mayoría absoluta del PP, infranqueable. Y encima, un presidente miope, para ser suaves. Ahora no, tenemos a Pedro Sánchez, que es cierto que se la juega. Eso quiere decir más movimiento y audacia. Y unas mayorías parlamentarias muy frágiles que lo necesitan todo cada día. Por lo cual la situación es objetivamente diferente. Personalmente yo pasaría de la esperanza a la confianza con una conclusión a la que no he llegado todavía: que el PSOE se cree de verdad lo de la plurinacionalidad. Que no hace de la necesidad virtud. Que obedece a un principio. Eso no lo tengo nada claro.  

Si en el congreso de Junts las posiciones mayoritarias le incomodan, ¿alzará la voz?

–No, me propuse desde el primer día no molestar, y ayudar siempre que haga falta. Evidentemente tampoco me voy a convertir en una tumba, pero mis opiniones públicas siempre van a ser comedidas, precisamente para no molestar. No quiero convertirme nunca en un expresidente como los que veo a veces, que todo el día están encima de los que mandan para recordarles lo buenos que eran ellos y lo malos que son los de ahora.