Los Caídos: un viaje al pasado más oscuro
El interior del edificio, viejo y con la símbología franquista tapada, lejos de impresionar acaba haciendo la visita confusa y decepcionante
La visita al Monumento a los Caídos es un viaje al pasado. A un pasado oscuro, frío y lúgubre que late abandonado en el corazón de Pamplona. Entre el olvido, la indiferencia y la humillación a las víctimas del franquismo, sin que las instituciones acaben de saber bien qué quieren hacer con él. El pasado es pasado, pero a veces deja cicatrices que no quieren desaparecer.
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El Monumento es hoy un espacio cerrado al que casi 75 años después no se le ha encontrado ninguna utilidad. Uno cruza la entrada esperando encontrar simbología franquista, grandilocuencia y exhaltación. Y lo que se descubre es una sala robusta pero vacía, adornada por viejos paneles de exposición ya en desuso y coronada por una imponente cúpula por la que solo asoman las palomas y sus excrementos. Decorada por un mural y un lema que, lejos de impresionar, acaba haciendo la visita confusa y decepcionante. Ya sabéis, señor, cuánto hemos trabajado en las batallas, así como mis hermanos y la casa de mi padre por defender nuestra ley y por el Santuario, reza en lo alto.
Tal vez sea que las principales referencias a la victoria franquista y su represión están cubiertas por lonas y paneles de madera, que no dejan de ser una venda en los ojos para esconder que casi medio siglo después de la muerte del dictador su simbología sigue legalmente protegida. Y que un día podrá lucir de nuevo si los nostálgicos del fascismo recuperan la capacidad para ordenar su retirada.
Visita del Parlamento
La visita de este martes corría a cargo de la Comisión de Memoria del Parlamento. Una iniciativa de Contigo-Zurekin solicitada en verano pero que ha coincidido con el acuerdo para la resignificación del lugar. Una decisión pragmática para un Monumento con calificación protegida pero que ha indignado a las asociaciones memorialistas. Y que los partidos que gestionan el Ayuntamiento asumen con resignado pragmatismo institucional.
La gestión actual corresponde al área de Cultura del Ayuntamiento, cuyo director, Iñigo Gómez, guió ayer a los parlamentarios por las dependencias del edificio. De la entrada principal, donde se esconden tapados los nombres de los 4.000 franquistas fallecidos durante la Guerra Civil, al mirador que ofrecen las alturas de la cúpula. Desde allí se observan unas vistas privilegiadas de la ciudad y se puede observar de cerca el mural de Ramón Stolz, que entremezcla a Sancho el Fuerte, San Francisco Javier y su evangelización de Asia con un puñado de requetés en una representación alegorica de la cruzada franquista.
ANÁLISIS | Cuando la realidad frustra la expectativa
Solo un lugar quedó ajeno a la escrutinio parlamentario. La cripta, en la que durante décadas se homenajeó a golpistas como Emilio Mola y José Sanjurgo –sus restos fueron retirados en 2016–, y que es propiedad del Arzobispado, que es quien decide cuándo y para quién se abre la entrada desde la iglesia adyacente.
En los Caídos se mezclan la historia con la religión. La apología del franquismo con el alegato fascista. Pero también titularidades y grados de protección diferentes que impiden dotar de futuro diferente al Monumento. Para el que ahora se plantea una resignificación todavía inconcreta y pendiente de un nuevo concurso de ideas que aporte algo de luz a pasado más oscuro de la historia de Navarra. Si es que eso es posible.
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