En mitad de una tormenta, tratar de mantener el timón firme es una de las reacciones más inmediatas de cara a evitar un naufragio. Eso es lo que debió pensar el presidente español, Pedro Sánchez, mientras navegaba una legislatura especialmente a merced de la inestabilidad de unos apoyos exiguos en el Congreso, una oposición con el cuchillo entre los dientes que no tiene visos de bajar del monte a corto plazo, y causas exógenas a su gestión como catástrofes naturales –antes una pandemia–, guerras e incluso la victoria de Donald Trump en EEUU.
Cuando Sánchez optó por adelantar el 41º Congreso Federal del PSOE a los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre, la controversia por el acuerdo con ERC sobre la financiación singular de Catalunya para permitir la investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat estaba al pil-pil. También a nivel interno en el partido, no en vano en su ronda de reuniones con presidentes autonómicos, el barón socialista de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, afirmó que “a las cosas hay que llamarlas por su nombre, es un concierto y es un cupo que se mira en el cupo vasco. Y me resulta de todo punto inadmisible”.
“La riqueza de Catalunya no es de los catalanes, sino de todos los españoles”, apostilló, avanzando el que será sin duda uno de los debates de calado en esta cita congresual, convocada para “redefinir la línea política de nuestro partido” y para llevar a cabo un “debate de ideas que ponga en valor la importancia de las políticas progresistas”.
Sin embargo, en una contemporaneidad más volátil que nunca, desde entonces descargó una dana mortal sobre Valencia, el presunto corrupto y comisionista Víctor de Aldama tiró de la manta en el caso Koldo y apuntó a buena parte de la línea de flotación del PSOE y Moncloa y, en el lado positivo de la balanza, el Ejecutivo español logró sacar adelante en el Congreso, de nuevo al límite, su paquete de medidas fiscales. El seísmo por la dimisión, hace tan solo dos días, de Juan Lobato como secretario general del PSOE de Madrid es el último clavo en la tapa de un ataúd que se resiste de forma obstinada a cerrarse.
Todo ello parece darle la razón a Sánchez en su objetivo a la hora de convocar el Congreso Federal que tendrá lugar en Sevilla: afianzar el control del partido de una forma capilar, lo que incluye su propia candidatura a la reelección como secretario general socialista y a la presidencia del Gobierno español en 2027; la renovación de la Ejecutiva del PSOE y de su propio gabinete en Moncloa tras el salto de Teresa Ribera a las instituciones europeas, y la puesta al día de todas las ejecutivas territoriales, un proceso que se iniciará en cuanto este cónclave cierre sus puertas el domingo.
Aunque existía la posibilidad de convocar este Comité Federal hasta otoño de 2025, Sánchez también ha elegido este momento por el único aspecto en el que aguanta la comparación con una balsa de aceite, ser el único periodo en mucho tiempo libre de convocatorias electorales. La profunda renovación que sufrirá el partido a partir de ahora en sus cabezas visibles y estructura tendrá por tanto como consecuencia añadida prepararlo a nivel territorial para el próximo ciclo electoral.
Posibles relevos
En esta coyuntura, hay varios frentes abiertos a nivel regional con cambios más o menos cantados. Una vez ha quedado despejado el camino en la federación de Madrid con la salida del incómodo, para Ferraz, Lobato, muchas miradas se dirigirán al cabeza visible en Andalucía, Juan Espadas, muy cuestionado internamente sobre todo tras las elecciones europeas del 9 de junio. En esta región existen voces discrepantes pero no se ha llegado a visualizar una candidatura alternativa definida con un aspirante que haya dado un paso al frente.
Aragón y Castilla y León son otros territorios donde se pueden producir cambios. En el primer caso ya está confirmado que el actual líder, Javier Lambán, no repetirá en el cargo. Encabeza las quinielas para sustituirle la actual portavoz del Gobierno español, Pilar Alegría, uno de los principales apoyos de Sánchez, pero no se descarta que los afines a Lambán tengan su propia hoja de ruta y presenten batalla.
En Castilla y León también se da por supuesto que el mandato de Luis Tudanca llegará a su fin, y se mantiene la incógnita sobre la decisión que adoptarán Ángel Víctor Torres al frente de la federación de Canarias y Francina Armengol de la de Illes Balears, dados los puestos de alta responsabilidad institucional que ocupan, el primero como ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, y la segunda como presidenta del Congreso.
La pretensión de celebrar un Congreso Federal aburrido casi salta por los aires esta misma semana con el seísmo focalizado en el PSOE de la Comunidad de Madrid, y que ha acabado implosionando en la figura en su ya exlíder. Sometido a un proceso de constante reinvención ante su incapacidad de hacer frente a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, el PSOE-M es hoy tercera fuerza tras el PP y Más Madrid.
Era un secreto a voces que Juan Lobato no estaba bien visto a ojos de Ferraz, y algunos medios habían apuntado a su posible sustituto, el ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López, de la máxima confianza de Sánchez. El enrevesado embrollo de filtraciones, notarías y abandono por parte de sus propias tropas sufrido por Lobato ha desembocado en su eliminación del tablero de juego. El resto de incógnitas se resolverán de aquí al domingo en Sevilla.