La abeja ha sido un elemento primordial, dentro de la ancestral cultura de los vascos. De hecho, la abeja, “Erlea”, es uno de los animales que forman parte del templo sagrado e indivisible que era el hogar para el vasco antiguo. Son habituales las colmenas en muchas partes de nuestra geografía, en forma habitualmente de cajas. Pero en la localidad alavesa de Eltziego podemos disfrutar de un tipo de colmenas distintas, parte de ese catálogo de la Euskal Herria insólita.
Aparcamos en el centro del pueblo para buscar la carretera A-3214 que se dirige a Eskuernaga-Villabuena de Álava. Pasamos junto a las bodegas “Viña Eguia” y pronto vemos un desvío a la derecha. Accedemos a la pista para continuar unos 300 metros hasta un cruce donde optamos por seguir a la izquierda.
Avanzamos caminando entre suaves colinas de cereal y viñas hasta llegar a otro cruce, en el que giramos a la izquierda nuevamente. A los pocos metros, un nuevo desvío sale a nuestro encuentro y en él optamos por la derecha. Seguimos por la pista, caminando entre viñedos, para llegar a otra, asfaltada. Seguimos unos 70 metros por asfalto para abandonarlo tomando una pista a la izquierda que nos introducirá en el precioso bosque de Navaridas. Un delicioso encinar que, a pesar de su escasa extensión, es un importante reducto de ecosistemas y muestra de lo que fue un tipo de bosque mucho más extenso en la zona.
Ficha práctica
- ACCESO: A la localidad de Eltziego, llegamos desde las carreteras A-3214, desde Eskuernaga-Villabuena de Álava; desde Navaridas, por la A-3212; desde Laguardia por la A-3210; o desde Lapuebla de Labarca por la A-4208.
- DISTANCIA: 9 kilómetros.
- DESNIVEL: 100 metros.
- DIFICULTAD: Fácil.
Vagabundeamos por el bosquete, disfrutando de la magia de este árbol sagrado que es la encina. Nos dirigimos hacia la parte W del bosque para tomar una pista que nos lleva directamente a la localidad de Navaridas. Podemos cruzar la carretera A-3212 y callejear por el pueblo para retornar a la misma carretera y seguir el paseo. Junto a la ermita de Santiago Apóstol, cruzamos la vía para introducirnos en una pista que pasa por las cercanías del castro de Castejón. Merece la pena visitar este pequeño yacimiento arqueológico, que fue destruido en parte con la construcción de la carretera. Podemos ver restos de las casas circulares, que se edificaron en la Primera Edad del Hierro. Tras saborear el poso de la historia, continuamos por la pista en dirección S. Sale a nuestro encuentro un cruce, donde optamos por la derecha para alcanzar la zona asfaltada junto al encinar de Navaridas. Desde este punto, solo nos resta desandar el camino que nos ha traído hasta aquí, alcanzando nuevamente Eltziego.
La colmena en casa
Una vez en el pueblo, buscamos la Plaza Mayor de la localidad para tomar la calle Norte hasta dar con el palacio de los Martínez de Villareal. La casona de piedra, de origen medieval, presenta una hornacina de la Virgen en uno de sus costados. Abre a un pequeña plazoleta sus tres alturas y es, precisamente, junto al balcón de la tercera planta donde se acurruca lo insólito. Se pueden apreciar unos pequeños agujeros en el muro de mampostería, que inicialmente bien pudieran pasar desapercibidos. Sin embargo estamos ante una joya de la etnografía y tradición vascas, ya que las oquedades son colmenas pétreas. Construidas con dos piedras de media caña, crean un hueco de forma troncocónica. Al exterior, por donde acceden las abejas, son apenas perceptibles, los huecos son más grandes en el interior de la casa, desde donde se accedía al panal. Estamos ante un elemento de profundo interés: colmenas construidas a la vez que la edificación de la casa, buscando precisamente ese acceso desde el propio hogar a la colmena.
Como hemos dicho al principio, la abeja era un animal sagrado, muy importante en nuestra tradición. Se consideraba un pecado matar a una abeja y, cuando uno se dirigía a ella para pedirle que se recogiera a una colmena se le hablaba llamándola “anyere ederra” es decir, señora hermosa. Asimismo, la muerte de una abeja se expresa diciendo “hil da”, ha muerto.
El uso de las colmenas, ha estado pleno de ritos y tradiciones. Por ejemplo, cuando alguien deseaba apropiarse de un enjambre que estaba situado en una roca o en el tronco de un árbol, pintaba una cruz en dicha roca o tronco. También se señalaba la adjudicación del enjambre colocando una prenda en el árbol o en la peña.
Se decía que las abejas no debían ser vendidas y se hacía un trueque con ellas, intercambiándolas por trigo o una oveja, por ejemplo.
Cuando moría una persona de la familia dueña de las abejas, un vecino o familiar suyo se trasladaba al colmenar perteneciente a la casa mortuoria, golpeaba con la mano la tapa de la colmena y les decía a las abejas:
“Jatzar zite, buruzagia hil zaizie”.
“Despiértense, el amo se les ha muerto”.
Como medida de protección, en algunos sitios tienen la costumbre de colocar en el colmenar una cruz hecha con sauce, previamente bendecida en la iglesia el día de Ramos. Dejamos el misterio de las colmenas de piedra, que casi pasan desapercibidas para el caminante, y damos por concluido el paseo.