Una sigilosa silueta camina ligera entre las hayas trasmochas, confundiéndose con la oscuridad de la noche iluminada únicamente por la luz de la luna llena. A su espalda porta un enorme bulto que casi forma parte de su perfil. Se mueve con la soltura de quien conoce a la perfección los viejos caminos de la montaña; debe pasar desapercibido para cumplir su misión. Asciende veloz hasta el collado que dará paso a la otra vertiente de la sierra; sabe que entonces solo resta descender hasta el pueblo vecino e intercambiar su mercancía en los lugares acordados y regresar antes del amanecer, burlando la vigilancia de los guardias.

Esta silueta era común en muchos puntos de la Euskal Herria fronteriza, tanto en las mugas entre estados, como entre herrialdes. El contrabandista, o estraperlista, era habitual en los frondosos bosques de la vieja tierra de los vascos, con su carga al hombro, huyendo de los carabineros, que vigilaban estos pasos. Hoy nos vamos a conocer uno, ubicado en la sierra de Aralar, por el que transitaron los contrabandistas vascos integrados en este maravilloso catálogo de lo insólito.

Llegamos al barrio de Bedaio, perteneciente a la localidad guipuzcoana de Tolosa. Junto a la iglesia de La Natividad, podemos estacionar el vehículo y comenzar el paseo. Debemos retomar la carretera GI-3711, que nos traido hasta aquí, y caminar por ella un kilómetro aproximadamente hasta un cruce donde tomamos a la derecha, en dirección al caserío Gurbillaundi. Pasamos junto a este hermoso caserón, que pasa por ser uno de los más grandes del territorio, para tomar, en la parte trasera del mismo, una pista de tierra en ascenso. Por ella, vamos ganando altura plácidamente, mientras disfrutamos del bosque que nos cobija, para salir al collado de Zarate.

Ficha práctica


  • ACCESO: Tomamos la carretera GI-3711 en dirección a Bedaio, en un cruce ubicado en el barrio de Ugarte desde la GI-2133, que une las localidades de Alegi y Amezketa.
  • DISTANCIA: 7,5 kilómetros.
  • DESNIVEL: 407 metros.
  • DIFICULTAD: Media.

El paraje, que es realmente hermoso, fue un importante cruce de caminos desde tiempos neolíticos. No en vano, por este punto pasaba una de las principales vías de trashumancia de los pastores prehistóricos. Un camino empleado para descender de la sierra de Aralar hacia los valles de la costa en invierno, y retornar a la magia de las praderas de altura en verano. Posteriormente, en este punto se ubicó la muga entre Nafarroa y Gipuzkoa, que aún se mantiene. Y es por este collado por donde los contrabandistas pasaban diversos productos entre ambos herrialdes. Durante las guerras carlistas y tras la guerra civil española, era habitual ver la figura del estraperlista caminado por estos bosques. Acudían a los pueblos del valle navarro de Araitz a recoger café, azúcar, telas, vino, patatas, y todo tipo de productos, que pasaban envueltos en el silencio de la noche a territorio guipuzcoano. Eran tiempos duros, en los que se debía agudizar el ingenio para poder tener algo que llevarse a la boca. En lo alto de Zarate aún se pueden ver los restos de lo que fue un puesto de Mikeletes, cuerpo militar creado en Gipuzkoa, para la vigilancia de estos pasos fronterizos. Debían cobrar por la mercancía que se introducía en el herrialde, algo que los vecinos evitaban practicando el contrabando.

Estraperlistas y mikeletes

Cuentan mil y una anécdotas unidas a esta práctica, desde la connivencia de los estraperlistas con los vigilantes a cambio de alguna, digamos, recompensa, o las muchas tácticas de despiste empleadas. Una de ellas, consistía en colocar las herraduras a los animales, con los que en ocasiones realizaban los pasos, al revés. De esta forma, cuando los Mikeletes veían las huellas, en dirección a Gipuzkoa, abandonaban la búsqueda, creyendo que los contrabandistas estaban en sus casas cuando, en realidad, estaban surtiéndose de productos en Nafarroa. Era habitual que, mientras los vigilantes bebían en la taberna, los contrabandistas estaban sobre ellos en la ganbara, preparando el material. El último Mikelete de Zarate fue Martín Itxaso Eceiza, natural de la localidad guipuzcoana de Albiztur, que permaneció en el collado hasta el año 1955.

El escritor Asier Aguirresarobe recogió en un artículo una curiosa anécdota que tuvo lugar en estos lares: “Un contrabandista de Azkarate portaba a lomos de su mulo cuatro pellejos de vino cuando un Mikelete le echó el alto, en las cercanías de Zarate, justo antes de atravesar la muga. El estraperlista, haciendo caso omiso de la orden, comenzó a correr en dirección a la sierra de Otsabio, en paralelo a la línea de frontera. El Mikelete lo hacía de la misma forma, en la parte guipuzcoana. Llegó un punto en que ambos, ya exhaustos, se sentaron en un mojón fronterizo, cada uno en su lado, y el cabo de Mikeletes exclamó: '¿Merecía la pena correr tanto para terminar así, cada uno a un lado de la piedra, tú sin poder pasar el contrabando y yo sin poder atraparte?'”

Continuamos el paseo, ascendiendo un tramo de pista hasta topar con un sendero que, a la derecha, nos lleva hacia la sierra. Pasamos por un soberbio bosque trasmochado y, en compañía de las hayas, ganamos altura. Salimos a terreno despejado sin perder la marcada traza del camino que, en varias lazadas, nos lleva hasta un cruce, justo bajo los farallones del pico Urreako Haitzak. Giramos en este punto a la derecha para ascender hasta el collado de Urdilleko Lepoa. Desde este lugar, la cota de Urreko Haitzak queda cercana y podemos alcanzar sus 779 metros de altura, ascendiendo la loma frente a nosotros. Retornamos al collado y seguimos en dirección S., caminando junto a un pinar, bajo la atenta mirada del pico Balerdi. Llegamos a un cruce donde las balizas nos indican la dirección a seguir hacia Bedaio, girando a la derecha. Nos metemos en el bosque, donde tomamos un sendero que, en un señalizado descenso, alcanza el barrio de Bedaio.