Ficha práctica
- ACCESO: A Barkoxe se llega desde la capital de Zuberoa, Maule, donde sale la carretera D-24, que lo une con Oloron-Sainte-Marie pasando por Barkoxe.
- DISTANCIA: 9 kilómetros.
- DESNIVEL: 400 metros.
- DIFICULTAD: Fácil.
“Ahargu eta Kanbillu, ardüra da hetan lanhu”. De esta forma comienza uno de los poemas más populares de la tradición vasca, titulado Ahargu eta Kanbillu. La copla la escribió el gran bertsolari Pierre Topet, más conocido como Etxahun, y en ella hace referencia a su tierra natal, Barkoxe. Esta bella localidad zuberotarra se ubica en un valle de nombre tan evocador como cantarín: Basabürua, ubicado en los confines más orientales de la tierra de los vascos. Etxahun tituló el poema con el nombre de dos cotas montañosas que rodean su pueblo, como son el pico Ahargu y el Kanbillu. Pero en esta ocasión no han sido los versos del bardo los que nos han traído hasta este bellísimo paraje, sino un desconocido hecho que bien merece estar entre el catálogo de la Euskal Herria insólita.
Para descubrir el secreto de Barkoxe, comenzaremos nuestro paseo desde un aparcamiento en el núcleo central de la población, para caminar unos metros por la carretera D-24 en dirección a Oloron-Sainte-Maire. A unos pocos metros, sin salir del pueblo, una pista asfaltada surge hacia nuestra izquierda junto a una bella casona típica de Zuberoa; por ella comenzamos a ascender. En poco más de 300 metros, nace una senda a nuestra izquierda que tomamos decididamente. El sendero, que sigue la dirección SW., se introduce en el bosque dando varias lazadas para salir a una zona más despejada, en la vertiente W. de la cumbre de Ahargu. Caminamos por la trocha hasta un desvío muy cerca de las bordas de Logegaray, por las que luego descenderemos. En este cruce, cambiamos radicalmente de dirección hacia nuestra derecha, justo bajo la cota de la montaña, abandonando la pista y ascendiendo directamente por praderías. De esta forma, alcanzamos la cima central de Ahargu, de 603 metros de altitud. Un delicioso paseo por el cordal cimero, nos lleva hasta la cumbre oriental de 609 metros de altura, donde hay una cruz metálica. Las vistas son soberbias: el Pirineo vasco, con Ori, Anie, el macizo de Arbailla, Lakartxela; las cumbres de Barétous con Turón, o Auréu; o las del valle de Aspe, con los Gabizos o el Pic du Midi de Bigorre dominando el panorama.
Pero también se abre a nuestros pies el delicioso valle de Basabürua, con Barkoxe en primer término, pueblo que es pueblo, la excusa que nos ha traído aquí. Y es que Barkoxe atesora una curiosa historia que la une ni más ni menos que con la isla de Floreana, que forma parte del Archipiélago de Galápagos, ubicado en el Océano Pacifico, anexionado por Ecuador. La isla, que es la sexta en extensión de dicho archipiélago, ha tenido una dilatada y curiosa historia, ya que fue refugio de piratas y corsarios y de todo tipo de navegantes.
En el siglo XIX, Floreana fue un centro neurálgico dedicado a la pesca de la ballena, lo que posibilitó la llegada del barco ballenero Essex, el cual fue hundido por uno de los cetáceos. Este acontecimiento dio pie a la famosa novela de Herman Melville ‘Moby Dick’. Pero lo que a nosotros nos interesa es buscar ese nexo de Floreana con Barkoxe, para lo que debemos mencionar a un rico financiero natural de esta localidad zuberotarra, llamado Léon Uthurburu, que hizo fortuna en América, a donde emigró a los 20 años y fundó una empresa comercial muy importante. Estamos en la época histórica y convulsa de la independencia de las colonias del Reino de España. En ese momento, Uthurburu prestó importantes cantidades de dinero a la República del Ecuador. Uno de los artífices de la independencia de este país, José de Villamil, no pudo devolver el préstamo y cedió la isla de Floreana al de Barkoxe. Léon Uthurburu retornó a su pueblo como dueño de dicha isla. Negoció con el dirigente ecuatoriano la devolución, pero no llegó a materializarse. A su muerte, Léon legó a su localidad natal todas sus propiedades, incluyendo la isla de Floreana, con el objetivo de que se utilizaran para socorrer a los necesitados. Parece que Barkoxe nunca pudo disponer de su pertenencia en el Pacifico, pero aquí queda la historia insólita de la unión de este bello pueblo de Zuberoa con Floreana. Es curioso ver los invisibles e increíbles lazos que la historia crea entre lugares tan dispares y alejados.
En cualquier paraje de nuestra geografía se acurruca el misterio, lo insólito, lo curioso; solo debemos calzarnos las botas y salir a su encuentro.
Seguimos caminando, para lo cual retornamos a la cima central de la montaña y descendemos por la divisoria hasta las cabañas de Logegaray, muy cerca del desvío de la subida. El paraje es muy bonito; varias bordas, típicas de esta zona del Pirineo vasco, nos hablan de la importancia que tuvo y sigue teniendo el pastoreo en estos parajes. Seguimos descendiendo alternando bosque y zona despejada y llegamos al camino que llega desde la chabola de Mignaborda. Continuamos la ruta hasta alcanzar el núcleo de casas de Maissonave, donde podemos ver la imagen de una Virgen. Solo nos resta descender unos 2,5 kilómetros por el asfalto hasta el punto de partida, disfrutando tanto del bosque como de la vista de las cumbres que cierran el horizonte.