Los profesionales auditivos con amplia experiencia conocen bien el impacto neurológico que tiene el sonido, que llega al cerebro gracias al sentido de la audición. Al igual que a un bebé hay que estimularle para que desarrolle sus habilidades, con la edad adulta, al cerebro también hay que mantenerle “ocupado” para que no pierda todas las destrezas adquiridas a lo largo de los años.

Para sorpresa de muchas personas, los sonidos son uno de los estímulos más importantes. ¿Por qué? Es muy sencillo: Si dejamos de percibir sonidos, deja de llegar muchísima información a nuestro cerebro. Y eso son tareas que, inconscientemente, tiene que realizar. Recibir y procesar esos sonidos mantiene ágil al cerebro y “ubica” a la persona en su entorno. A menudo estos sonidos son tan básicos como la lluvia, la gente que pasa cerca, alguien que entra en casa, el teléfono que suena…

Instalaciones del Centro Navarro de la Audición Cedida

Otros sonidos importantísimos son los que nos ponen alerta. Necesitamos poder percibir sonidos a los que estamos habituados y a los que ya reaccionamos de forma automática en nuestro día a día: el pitido de un claxon o un coche que se acerca, una sirena o una alarma…

Y, por supuesto, están esos sonidos que voluntariamente queremos percibir, ya requieran una interacción o no: una película, un concierto… O una conversación con alguien.

Evaluación

Cuando el cerebro va dejando de percibir sonidos de forma progresiva, su capacidad de identificarlos y gestionarlos para generar una respuesta se va mermando. Cada vez la respuesta es más lenta, más vaga o menos elaborada. Esto es debido a que el cerebro de la persona comienza a estar “desentrenado”. Los sonidos ya no se asocian inmediatamente con conceptos o conocimientos adquiridos y resulta muy confuso y difícil que el cerebro sepa usarlos adecuadamente. 

Las personas respondemos de maneras muy diferentes a los estímulos, y esa manera de actuar también es parte de nuestra forma de ser. Cuando nos afecta la pérdida auditiva, nuestra vida pierde definición. Porque perdemos definición en lo que oímos, perdemos definición en cómo lo procesamos en nuestra mente y, por último, perdemos definición en nosotros, porque dejamos de ser la persona que siempre hemos sido, nos “desdibujamos” un poquito, porque no tenemos nuestros sentidos, ni nuestra mente al 100%.

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Precisamente para evitar el proceso y ese resultado, es muy importante mantener una adecuada salud auditiva, realizarse revisiones periódicas y, sobre todo, acudir a un gabinete audiológico especializado ante cualquier sospecha de problemas de audición (no sólo pérdida auditiva). Un profesional cualificado y experimentado, con ayuda de medios técnicos, sabrá evaluar e identificar el problema y el grado del mismo, y buscar el tratamiento más adecuado.

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