La deshidratación es una condición que ocurre cuando el cuerpo pierde más líquidos de los que ingiere.

Este desequilibrio impide que el organismo funcione correctamente, ya que el agua es esencial para casi todos los procesos fisiológicos: regula la temperatura corporal, lubrica las articulaciones, transporta nutrientes y elimina desechos.

Aunque solemos asociarla con el calor del verano, la deshidratación puede aparecer por motivos como una fiebre alta o una actividad física intensa.

Uno de los primeros indicios de deshidratación es la sed, pero no siempre aparece de inmediato. A menudo, cuando sentimos sed ya hemos perdido una cantidad significativa de líquidos.

La boca seca, el cansancio sin causa aparente, el dolor de cabeza o la sensación de mareo pueden ser señales tempranas. También es habitual notar una reducción en la cantidad de orina, y que esta tenga un color más oscuro de lo habitual, lo cual indica que el cuerpo está intentando conservar agua.

Casos más graves

En situaciones más graves, la deshidratación puede generar síntomas como confusión, debilidad extrema, visión borrosa o incluso pérdida del conocimiento. La piel puede volverse fría y seca, los ojos se hunden, el pulso se acelera y la presión arterial baja. En estos casos, se trata de una urgencia médica que requiere atención inmediata.

Un hombre bebe agua en Bilbao Oskar Gonzalez

Cómo recuperarse

Ante los primeros síntomas de deshidratación, lo más importante es reponer líquidos de manera gradual pero constante.

Beber agua es lo más sencillo y eficaz. Si la pérdida de líquidos ha sido significativa, como en el caso de diarreas, vómitos o exposición prolongada al calor, lo ideal es recurrir a soluciones de rehidratación oral. Estas no solo reponen el agua, sino también las sales minerales que se pierden y que son fundamentales para mantener el equilibrio del cuerpo.

Además de hidratarse, conviene detener cualquier actividad física y buscar un lugar fresco y ventilado donde descansar. El cuerpo necesita tiempo para recuperarse, y seguir esforzándose en ese estado solo puede empeorar la situación. Si tras una hora los síntomas no mejoran, o si la persona está desorientada, no puede beber por sí sola o ha dejado de orinar, es imprescindible acudir a un centro de salud. En ocasiones, es necesario administrar líquidos por vía intravenosa.

Es fundamental prestar atención especial a los niños pequeños y a las personas mayores, que suelen tener menos sensibilidad a la sed y un mayor riesgo de complicaciones. En ellos, una deshidratación leve puede evolucionar rápidamente y convertirse en algo peligroso. Por eso, conviene ofrecerles agua con frecuencia, aunque no la pidan.

La mejor manera de evitar la deshidratación es mantener una ingesta adecuada de líquidos a lo largo del día. No hay que esperar a tener sed para beber. En días calurosos, durante el ejercicio físico o si se está enfermo, es recomendable aumentar el consumo de agua. También es útil incorporar alimentos ricos en agua, como frutas y verduras, que contribuyen a la hidratación sin necesidad de bebidas adicionales.