Ayer a mediodía se vivió “un maremágnum” en la Casa de Misericordia. “Glorioso, como siempre en Sanfermines”, decía Willie Figueroa, de 87 años, los últimos cinco en la Meca. Este puertorriqueño vino a estudiar a Pamplona en 1974 y “me siento tan navarrico que no me he ido”. Vivió su primer Chupinazo en la plaza Consistorial en 1975, “agarrado a una ventana, de ahí no había quién me bajara”. En la residencia había ganas. “Muy pronto la gente iba bajando, esperando todos con la ropa blanca y roja”. Entre residentes, trabajadores y familiares, Willie calcula en la cafetería y alrededores “unas 300 personas” para seguir por la tele el cohete. Con un mensaje especial para los sanitarios que los trabajadores festejaron. Los residentes también: “Han demostrado una fuerza tremenda, y han sacado el poder de donde no lo tenían para seguir adelante”.