Tiempos nuevos, estos postpandémicos, pero mismas locuras. Los delirios que siente el personal, desde el público menos conocedor hasta el más avezado de los aficionados cada equis tiempo por un torero, se manifiesta en esta ciudad cada vez que aparece en escena un chico peruano llamado Roca Rey. Y los toros, habría que preguntarse. A quién le importan los toros, lo que hagan, como sean, e incluso si en vez de pitones tuvieran esponjas cuando de nuestro chico se trata. El caso es dar orejas a mansalva, y por comparación, a los que le acompañen pues también. Ahí ya poco importa si se la ganan a ley, o siquiera a un mínimo de decencia pamplonesa, la cual está más que baja, por los suelos en cuanto se trate de pasar una tarde en la vieja Monumental. Y ya, que cada vuelta que pasen con los trofeos, a parte del cansado Damián y su parafernalia en colocar pañuelos, ahora hay que coger la bandera de un equipo de fútbol de la ciudad. Obviamente de Osasuna. Nada más vulgar habrá visto estos ojos que un torero ondee una bandera. Recuerdo cuando los dignos pitaban a Padilla porque le sacaban la pirata. Pues, por muy rojillo que pueda ser uno, esta vulgaridad es indecente para lo que aquí se despacha. Pero si despreciamos el trabajo de una casa ganadera, en este caso la de Guadalix de la Sierra, no poniendo en valor sus toros, que han recibido lidias no apropiadas casi todos. Salvo la última del peruano. Si nadie pide nada, pero contamos con alguien en el palco que da un pañuelo azul, quizás excesivo, pero lo más apropiado de una tarde en una plaza de toros, que no de toreros, porque es buen aficionado, y sabe reconocer la bravura, que es mucha la que estamos viendo todo el ciclo, y que desde El Palomar, los Sres. Del Río vuelven a dar con la tecla adecuada de una Feria del Toro, y con merecimiento deben disponerse a seguir en la brecha y preparar la próxima, por qué nos volvemos todos tan locos. Por un chico que no se ha querido enterar del buen bravo toro, casi hasta el final. Una faena cantada hasta por el propio ganadero, que presentaba a Jaceno como la reata más atinada, ya que su padre no ha dado más que toros de pañuelo azul. Incluyo a Madrid y Sevilla como otras plazas en las que esto ha sucedido. El verdadero problema es que a nadie le importa ni le interesa el toro. Sólo pasaba por ahí. Sin más. Da igual los pegapases sin sentido que dan los diestros. Los desórdenes que crean. La inoperancia de todos al capote. Ni una sola verónica han dado. Porque eso que dan son pases lineales más parecido a los delantales. Las orejas y éxtasis es lo principal. Total, el animal, camino del desolladero no nos va a escuchar. Pero los humanos sí. Y así va esto. Señores, hoy ha sido un sopor de tarde. Una aburrición con calor. Pero como hay que alegrarse más allá de todo lo que se consume, que no es poco, y conseguir que el de Perú triunfe, entonces, todo vale