El cohete se tira bailando
El grupo Duguna, encargado de prender el Chupinazo, aprovecha hasta el último día para ensayar y preparar las tres actuaciones que tendrán lugar durante los Sanfermines
Hace un año, había gente que pasaba cerca de donde se encontraban bailando para preguntarles quiénes eran. Y 365 días después son los encargados de tirar el cohete. “Este año no nos van a hacer esa pregunta”, ha comentado orgulloso Oier Santamaría, uno de los dantzaris. En el último día que ha tenido Duguna para preparar las actuaciones que van a hacer durante los Sanfermines. Con el corazón tan blanco y rojo como su traje tradicional, han ensayado siendo por fin conscientes de todo cuanto está por venir: “Ha venido todo de golpe. Estoy tan nervioso que me ha salido una morrera”, ha mencionado entre risas.
No obstante, aunque este 6 de julio la circunstancia sea algo más especial, lo cierto es que todos los años llegan a la víspera con las emociones a flor de piel. “Como pamploneses y como dantzaris, estos días nos resultan siempre extraordinarios, aunque los de este 2024 van a ser inolvidables; ha sido como si se multiplicara nuestra ilusión”, ha señalado Itxaso Martínez de la Pera, también dantzari del grupo. Aunque como consecuencia del chupinazo no van a poder actuar el 6 tal y como lo hacen tradicionalmente, sus días “rituales” son el 7 y el 14 porque “desde 2017 bailamos las danzas de troqueo que montamos nosotros mismos. Así, nosotros y Pamplona, tenemos nuestros bailes propios”, ha asegurado Aritz Ibáñez, director del grupo. En ese sentido, aunque trabajen otras cosas durante el año, estos días suponen “el momento en el que sacamos a la plaza lo que llevamos haciendo a lo largo de muchos meses de trabajo. Y es increíble que sea en nuestra ciudad y con nuestra gente”, ha añadido Itxaso. Por otro lado, los más pequeños llevan también meses preparando una espatadantza nueva con la intención de estrenarla el día del txiki “y que de cara a los próximos años puedan repetir esta tradición, tal y como hacemos los adultos. Es una forma de dar continuidad a las cosas que forman parte de la esencia de nuestro grupo”, ha apuntado Aritz.
Todo esto lo hacen sin importar que llueva, nieve o haya una ola de calor y siempre con sus típicos trajes rojos y blancos que combinan elementos típicos de las distintas partes de Navarra: la chaqueta de roncalés, el palo de Lesaka, los cascabeles de Valcarlos y el pantalón de Ochagavía y que en 1949 fueron diseñados por Pedro Lozano Sotés, pintor y cartelista, y Francis Bartolozzi Sánchez, pintora. Con respecto a esto, una de las preguntas más recurrentes durante los Sanfermines tiene que ver con que si no se asfixian mientras bailan. “Al cabo de cuatro horas, ya nos lo han repetido alrededor de 15 veces y nos hace mucha gracia; en invierno pasamos frío y en verano pasamos calor. Mantenemos siempre el traje, aunque en San Saturnino le añadimos una casaca”, ha explicado Oier.
En cuanto a los preparativos, cada semana invierten seis horas para ensayar: “La semana previa no hacemos ninguna hora extra, pero este año ha dado la casualidad de que estamos dándole hasta el último día”, ha mencionado entre risas Itxaso. Y, precisamente, eso es lo que les ha tocado hacer con la cuenta atrás de la calle Estafeta en mente y la confianza de que, como siempre, sus actuaciones serán aplaudidas y muy bien recibidas por todo el público; aunque esta vez será mucho antes de empezar a bailar.
Un cariño recíproco
Las calles se quedan en silencio y cientos de personas los miran expectantes. De pronto, suenan los tambores y los txistus y una vibración se apodera de sus cuerpos que siguen los pasos que llevan ensayando durante mucho tiempo. Con una sensación que no pueden explicar, pero que todos conocen, finaliza la dantza y los aplausos invaden la plaza. “Se percibe mucho cariño. Es una cosa recíproca; bailas con tu gente para pasártelo en grande, pero haces que quienes te ven también disfruten y que, incluso, se muevan a nuestro ritmo. Ves la alegría en sus caras y piensas en que estás transmitiendo lo mismo que estás sintiendo”, ha confesado Ainara mientras se le escapaba una sonrisa.
Este recibimiento se materializó a través de los votos que recibieron para que fueran los encargados de lanzar el cohete que da comienzo a las fiestas; algo que desde entonces ha provocado que se encuentren en “un estado de shock porque nunca pensamos que fuéramos a recibir todo este apoyo”, ha apuntado Aritz. Después llegaron los muchos mensajes de su gente más próxima y de aquellos que no son tan cercanos y que, en muchas ocasiones, tampoco conocen: “Nunca pude imaginar que se tuviera tanto aprecio al grupo”, ha añadido. Por esto, tampoco pueden pensar en el momento en el que den las 12.00 horas, ya que es algo “que no vamos a poder asimilar hasta mucho tiempo después de estas fiestas. Va a ser una experiencia inolvidable”, ha sentenciado. Algunos llevan con la piel de gallina desde hace varios días mientras sueñan con el momento exacto en el que se abren las puertas de los balcones y se encuentran con un oleaje de gente vestida de rojo y blanco vociferando el nombre del grupo. “Este año no nos van a preguntar quiénes somos”, ha concluido Ainara.