Fin de Feria. Con la tradicional corrida de la mítica vacada de Lora del Río, ayer, para bendición de algunos y tristeza de muchos, la plaza Monumental de Pamplona echaba la cancela hasta el siguiente ciclo, que será el próximo 5 de julio, y seguro, que desde ese día, muchos serán los cromos repetidos que veremos durante los siguientes diez días del abono 2025. Algunos con merecimiento, otros por tradición, aquí deberán estar. Entre ellas la ganadería de Miura, verdadera esencia de lo que es la comunión total con la ciudad de Pamplona a lo largo de la historia de la Feria del Toro. Vimos buenos toros, en líneas generales, que se dejaban hacer, que no soltaron genio ni maldad y que venían con la marca de Zahariche, es decir, unos buenos pavos, sobre todo el sexto que fue impresionante.
Del primero me quedo con lo pronto que era y cómo iba derecho a lo que se le presentaba. Grandísimo oficio de Ferrera en el primer encuentro de la tarde, donde todo lo hizo bien y mejoró hasta la condición del toro. En su segundo, el cuarto de la tarde, mientras todo apuntaba a que se iba a rajar, otra vez lo eleva, y con gusto deja nuevamente clara impronta de saber hacer y estar. Lo mejor de la tarde, sin lugar a dudas para la mayoría de los juntaletras que sudábamos lo indecible en las peceras blindadas. Y luego comienzan recetas de pequeños desastres. Un serial, mejor dicho.
El segundo toro de la tarde, impresionante animal, se estrella contra el burladero y rompe el pitón derecho desde la maceta. Sale el sobrero, que fue de la casa Cebada Gago, y empieza el sainete eterno de los cansinos diestros que acompañaban al extremeño. Tanto el sevillano Escribano, como, aún peor, el diestro venezolano Colombo, hombres de los que se denominan especialistas en banderillas, se ceden un par por viaje, y alargan la tarde hasta decir basta sin lógica alguna, carrera a carrera, moviendo el ganado sin acierto ni tino alguno. Lo mismo terminaron haciendo con quinto y sexto, en interminables faenas, tanto en pares como con la muleta, basadas todo en la precaución y los trapazos.
Pero parece que un día más vemos otra cosa diferente en cabinas, porque yo les suspendo a los dos toreros por pelmas, con faenas inapropiadas, larguísimas, que terminan, encima, con el mayor de los premios, las orejas. Si hay algo malo en esto, que grita el pagano que él manda, silba e insulta a los palcos, ante el temor de los ediles como si se jugaran el voto, los regalos festivos, terminan por deslucir una feria, que se dice de lujo, del Toro, eso sí es, pero despreciada hasta ser poco a poco una charlotada total. El año que viene más. Y será más de lo mismo, porque equivocamos el triunfo con el éxito. Las orejas no dan gloria. Aquí dan pena. Palcos profesionales, cambios en el reglamento y mano firme sería lo primero. Y lo último despedirnos con el ¡YFM!