Después de muchos años de tensiones, insultos y agresiones, la procesión de San Fermín en el día grande de las fiestas de Pamplona ha vuelto a recuperar la calma perdida. Aunque se han producido algunos empujones y ha habido gritos contra algunos corporativos, la tranquilidad ha sido la tónica dominante durante todo el evento, incluido la crítica subida a la calle Curia, escenario en ocasiones anteriores de fuertes altercados, pero que este lunes ha sido como una balsa de aceite.
Lo que hasta la fecha había sido un punto negro en las fiestas, el escenario elegido por unos pocos para amedrentar a los que no piensan como ellos, con imágenes violentas que avergonzaban a la mayoría de los pamploneses, parece que empieza a recuperar la sensatez y el civismo que tanto agradece la ciudad.
Sí que se ha escuchado algún eslogan contra UPN y contra el alcalde Joseba Asiron, pero nada que ver con los lamentables incidentes ocurridos en la calle Curia no hace demasiado tiempo.
Las caras desencajadas que presentaban los concejales en años anteriores al terminar la procesión no se han visto este 7 de julio. Estaban tranquilos y relajados, hasta cierto punto sorprendidos de la calma que han tenido pese a las estrecheces que siempre se producen durante la procesión. Habrá que ver si dura y si el sosiego que se ha vivido en la calle Curia ha venido para quedarse, pero resulta incontestable el enorme paso dado a favor de la convivencia y de la tolerancia.
Pese al poco espacio que queda disponible en la intersección de la Curia con Calderería, junto al bar ElTemple, y a la cantidad de personas allí congregadas, la comitiva ha podido acceder a la catedral a buen ritmo y sin demasiadas apreturas.
Por si acaso, el dispositivo de seguridad ha sido similar al del año pasado y los concejales de UPN, PSN y PP han tenido que recorrer la calle Curia protegidos por un imponente dispositivo policial. Escoltados por varios cordones de agentes de la Policía Municipal, los representantes públicos han ascendido hasta la catedral introducidos en cápsulas de seguridad, mientras que desde los laterales los agentes han tratado de mantener el espacio suficiente para que la Corporación pudiera atravesar Curia y llegar a la parte alta de la calle.

No fue fácil. El poco espacio disponible y la cantidad de personas allí congregadas han obligado a los agentes a emplearse a fondo para mantener las distancias.
Desde las aceras, los más exaltados han aprovechado la cercanía de los concejales para lanzar gritos y consignas, sobre todo contra UPN y contra Cristina Ibarrola, pero también dirigidas contra el alcalde, hasta el punto de que los agentes tuvieron que desalojar en la calle Mayor a dos jóvenes que no hacían más que insultar al regidor y que incluso intentaron saltarse el cordón de seguridad.
Si la subida a la catedral ha sido cómoda, todavía lo ha sido más el tramo de vuelta hasta el edificio consistorial para dar por concluida la procesión, lo que no ha evitado que se volvieran a repetir cánticos contra UPN y a favor de Asiron, mientras otros grupos se dedicaban a felicitar a los concejales regionalistas y populares y a criticar al alcalde.
Las fiestas de Pamplona siempre han tenido un hueco para las reivindicaciones y para la crítica a las autoridades municipales, sobre todo tras la desaparición del Riau riau, pero lo que siempre han sobrado han sido las actitudes violentas. A ver si es para siempre.