sangüesa. Las primeras investigaciones apuntan a que los ladrones entraron por la parte trasera, el almacén, y a través de un butrón realizado desde la bajera colindante, anularon la alarma y desconectaron la luz. Por los hechos no parecen unos inexpertos y conocían bien el terreno en el que se movían. La bajera por la que accedieron está vacía y en el edificio de tres plantas que alberga el estanco sólo vive una persona de avanzada edad. Nadie vio ni oyó nada.

"Lo primero que nos ha llamado la atención es que no había luz y no entendemos cómo no ha saltado la alarma. Está claro que sabían manipularla y también a por lo que venían, porque se han llevado las ca-jetillas que más se venden en las máquinas y han dejado las menos vendibles y el tabaco de liar. También algo de dinero de la caja fuerte", declaraba Ana Isabel Mallada.

Este estanco siempre ha sido un negocio familiar. Maria Teresa Rebolé lo gestiona desde hace 31 años, y antes lo hicieron sus tías. En todo este tiempo, nunca les habían robado y, aunque dicen es inevitable evitar pensar que alguna vez pueda ocurrir, hasta ahora estaban tranquilos. "Este disgusto gordo se pasará. Lo más importante es que no hemos sufrido ningún daño. Sabemos que éste es un negocio vulnerable y el género es fácil de vender. El tabaco vale dinero; un cajón vale dos mil euros", apuntaban. Pendientes de las investigaciones, del teléfono, y a la espera del albañil para tapar el butrón, las dependientas organizaban al mediodía las pocas cajetillas que los ladrones dejaron para repartirlas entre los bares, clientes habituales. En la puerta colgaba un Cerrado todo el día. Perdonen las molestias. Hoy abrirán.