De repente, gente en bañador y envuelta en toallas o albornoces deambula por el mismo lado de la carretera. Son los bañistas que abandonan las aguas termales del embalse de Yesa, en la parte baja del vacío pueblo zaragozano de Tiermas.
Unas termas que emergen casi cada año -solo tras los veranos secos-, entre finales de verano y principios del otoño, cuando el nivel de agua del embalse baja. En esta ocasión, las ruinas de este balneario romano quedaron al descubierto a mediados de septiembre. Desde entonces cientos de bañistas acuden a disfrutar de las propiedades terapéuticas y relajantes que ofrecen estas aguas, divididas en improvisadas piscinas de piedras que los visiantes han ido haciendo a lo largo del tiempo.
"Es gratis, público y dicen que hace tan bien para todo el cuerpo que hay que venir", asegura María González, que ayer se acercó con un grupo de amigos a pasar la tarde. "Aprovechamos hoy (por ayer) que es domingo y hace buen tiempo, antes de que se cubran otra vez", añade González.
Y es que el disfrute de estas termas dura poco, apenas unas semanas. Con las primeras lluvias de otoño, el embalse se vuelve a llenar, y pronto esta Atlantis (isla legendaria desaparecida bajo el mar) aragonesa vuelve a desaparecer.
Pese al olor a huevo podrido del ambiente, causado por el azufre presente en el agua, cientos de personas se acercan cada día a las termas. Gente de todas las edades y lugares que disfrutan por igual, algunos con bañador, otros sin, y a cualquier hora del día de la cálida temperatura de estas aguas, que rondan los 38º C.
"Nos viene muy bien para los huesos", asegura Maximiliana Campo, una vecina de Salvatierra de Esca (Zaragoza), que cada año, "desde hace muchos, ya no sé cuántos", dice, acude con su marido y su hija.
Y es que los expertos aseguran que estas cálidas aguas poseen propiedades curativas para la artrosis, el reuma, el estrés o los problemas de la piel. A esto se suma la capacidad exfoliante del barro, del que se cubren la mayoría de los visitantes.
"Nos deja la piel muy suave, y el agua calentita nos encanta", afirma Toñi Paulé, que cada año recorre los casi 150 kilómetros que separan San Sebastián, donde vive, de Tiermas para disfrutar de las aguas termales.
HISTORIA Estas termas ya existían desde los primeros asentamientos en Tiermas, durante la época prerromana. Años después, y hace más de 2.000, fueron los romanos quienes crearon y explotaron este balneario de aguas sulforosas y terapéuticas.
Gracias a su proximidad al Camino de Santiago y la calzada romana, eran numerosos los comerciantes y peregrinos que se acercaban a estas aguas, otorgándole un prestigio nacional (aparece en el Códice Calixtino y era visitado por la infanta Isabel y su sobrino, el rey Alfonso XIII).
En 1908, y como muestra de esta importancia, se construyó el hotel Infanta Isabel, que tenía una capacidad para más de 150 huéspedes.
Pero en 1959, durante la dictadura de Francisco Franco, se inauguró el embalse de Yesa. Con él, tres pueblos, Escó, Ruesta y Tiermas, acabaron sumergidos en las aguas del pantano, provocando que más de 1.500 vecinos se vieran obligados a emigrar.