Todo aquel o aquella que se acercó ayer al recorrido de la fiesta de las ikastolas en Tudela, tuvo la oportunidad de acercarse al Nengo Dango, un método de siembra japonés que consiste en mezclar con arcilla unas semillas de una especie arbórea y otras de leguminosa, encargadas de purificar la tierra. "La bola que se forma posee la humedad de la arcilla que sumado al abono, condiciona positivamente el estado de las semillas para su germinación. Estas bolas se lanzan y siembran un terreno", explicó Kati Corrionero, cooperativista de Argia Ikastola y colaboradora de Oinez Basoa, proyecto que todos los años pretende replantar un terreno deforestado. Así, una de las actividades novedosas del Nafarroa Oinez de este año fue la plantación de un terreno a través de este modo pero de una manera especial. Oinez Basoa habilitó tres pequeñas catapultas en el área 3, que lanzaban las bolas de arcilla que plantarían el terreno. "Queremos que sea un proyecto en el que estemos todos implicados. Además, nos pareció original hacerlo de esta manera. A la gente le llama la atención, muchos no saben de que se tratan y preguntan extrañados, pero poco a poco se van animando a participar", explicó Corrionero.
Para empezar, los asistentes tenían la oportunidad de mezclar sus propias bolas de arcilla. Después, se acercaban a las catapultas para tirar las bolas lo más lejos posible al terreno continuo, intentado también derribar carteles que rezaban palabras como deforestación, Ley del Vascuence, kutxadura, CO2 o contaminación. "El uso de estas palabras como dianas es una forma de protesta y también un símbolo de reivindicación. Por ejemplo, es insostenible que haya personas que no puedan estudiar en euskera en la Ribera a causa de cortapisas y temas legales, como la Ley del Vascuence", destacó Mikel Ziorda, natural de Tudela y colaborador de Oinez Basoa, que añadió que otra reivindicación que forma parte del proyecto es la sostenibilidad. "Queremos repoblar terrenos deforestados. Asimismo, del día de hoy a un año, nos gustaría volver a esta zona en la que no hay nada, y ver cómo ha evolucionado tras haberla plantado", comentó Ziorda.
Durante todo el día, fue creciendo la afluencia de gente a esta actividad. Así, muchas familias se acercaban a lanzar su bolas de arcilla, algo que parecía entusiasmar a los más pequeños, que repetían numerosas veces. "Es imposible tirar solo una vez. La gente vuelve a participar porque es una actividad que engancha. Además, despierta la vena competitiva por ver quién ha llegado más lejos", apuntó Ziorda.
Alfonso Gogorzena, natural de Lumbier, se acercó a lanzar bolas de arcilla con Xabi, Eneko y Aimar de 8, 9 y 10 años. "Las lanzaderas me han recordado a los tirabiques con los que jugaba cuando era pequeño", relató Gorgozena, que quiso destacar la originalidad de la forma de siembra del descampado, mientras los pequeños competían por ver quien alcanzaba una de las dianas situadas al otro lado del terreno.