Tiene guasa que debas pagar el impuesto de contribución de una vivienda a la que no tienes acceso. La tiene si fuera broma, o un error, pero no lo parece, porque así ha procedido el Ayuntamiento de Yesa que, durante la semana pasada, giró dicha tasa a los vecinos de la urbanización Lasaitasuna de Yesa, muchos de los cuales no pueden entrar a sus casas porque llevan un año desalojados debido al deslizamiento de la ladera en la que se encuentran construidas.

Para el desalojo se envió un mensaje escueto un viernes por la tarde en mitad de una nevada. Era hoy hace justo un año. El Gobierno de Navarra declaraba la zona insegura después de las mediciones que había realizado la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y obligaba a realizar un desalojo preventivo de los vecinos. La medida "preventiva", por usar el argot de los organismos oficiales, se ha prolongado 365 días y los que esperan aún. De hecho, las últimas reuniones entre la Confederación y los vecinos y la visita parlamentaria de la semana pasada a la zona, así como la pregunta que ha formulado UPN al Congreso preguntando de qué manera va a resarcir la CHE los daños producidos en las viviendas de Yesa, hacen indicar que la solución no se puede alargar mucho más en el tiempo, pero habrá que ver cuál es la solución que se plantea. En el caso de que así no sea, hay varias propiedades, hasta una decena en estado de ruina, que pueden caerse literalmente a pedazos.

OBRAS AL DESNUDO Pero quizás, lo que más esquilma la paciencia de los vecinos de Lasaitasuna, y los del Mirador de Yesa (otra urbanización ubicada en la ladera con 16 inmuebles y desalojada al completo), es que se sienten víctimas de un engaño, de las medias verdades de la CHE, a la que culpabilizan del desalojo y de los daños en sus viviendas. De hecho, a finales de mayo, este periódico publicó unos informes internos de la Confederación que resultaron clarificadores sobre lo que había ocurrido en torno a esa conflictiva ladera. En esos documentos, fechados días antes de producirse el desalojo y cuando ya se habían detectado movimientos en la zona que se habían ocultado a los vecinos, la CHE admitía que las excavaciones llevadas a cabo a pie del estribo derecho y que permanecieron al descubierto ocho años habían provocado la inestabilidad en la ladera. Era la causa principal a la que ya se apuntaba.

A partir de ahí, la Confederación cerró filas, trató de encontrar otras razones que justificaran el movimiento (se escudó y sacó a colación las cuantiosas lluvias, el paleodeslizamiento en el lugar donde se asienta la presa, la voladura en los túneles de la autovía...) y fue dando largas en un asunto embrollado en el que, al fondo, aparece una obra crucial como la del recrecimiento del embalse, que el Estado pretende levantar por encima de todas las cosas. De hecho, se invirtieron 25 millones de euros para obras de emergencia que aseguraran la ladera y redujeran el deslizamiento. Solo lo han conseguido a medias. El monte, agrietado y roto, sigue moviéndose poquito a poco. Quizás por ello, el quid de la cuestión es si hay alguien que pueda asegurar que aquello no se vaya a mover más.