Ese momento en un examen en el que un alumno mira por encima del hombro de otro intentando vislumbrar la respuesta a una pregunta; en el que emite unas palabras suaves a su compañero de al lado queriendo obtener la solución al problema que no es capaz de resolver; ese instante en el que el vigilante debe juzgar la acción y tomar una decisión que, según cada caso, puede suponer una advertencia, la expulsión del examen y suspender el mismo, o la expulsión y suspenso de la Selectividad, tal y como ocurrió el miércoles en el caso en el que una personas suplantó a otra en las pruebas.

No existe una normativa, un protocolo que establezca unos parámetros de actuación cuando se caza a un examinado haciendo trampas. Ni para la Selectividad, ni en todo el sistema educativo navarro. Así lo manifestó el coordinador de las pruebas de acceso de la universidad, Martín Larraza. De hecho, en Selectividad, es cada tribunal quien tiene la potestad para evaluar el acto de engaño, ya que no todos tienen la misma sanción.

Para evitar el timo, los evaluados solo pueden tener en su mesa el DNI, el comprobante de pago de las tasas y un bolígrafo. En las aulas hay un número de vigilantes que depende de la cantidad de personas que se estén examinando. En una clase donde hay 200 escolares, pueden coincidir siete u ocho profesores que deambulan entre las mesas; si hay tan solo cincuenta, con uno puede bastar.

En el caso de que vea a dos personas intentando comunicarse , se procede a avisarles. Todo suele comenzar con ese tanteo en el que se combina el disimulo con la búsqueda. Una mirada a un examen o a un compañero, para dejar la vista perdida después con el objetivo de disuadir al profesor. Esa acción en la que el alumno cree tener todo bajo control, piensa que su actitud es la del que busca la respuesta en su cerebro, pero en realidad, el examinador, a no ser que el engañador sea un experto en la técnica del disimulo, sabe que el examinado está inmerso en hallar la solución a la pregunta en su alrededor.

Si son persistentes, podrían ser expulsados del aula. En este caso no está claro cuál es la sanción. El suspenso en esa prueba concreta suele ser la medida mínima. Por otra parte, si se les pilla utilizando métodos más complejos como el teléfono móvil o el pinganillo, lo habitual es que se les suspenda toda la Selectividad.

Una vez el alumno es cazado, uno de los vigilantes le comunica que abandone el aula. Ambos acuden al tribunal correspondiente para que el presidente del mismo emita una sanción, que suele ser consensuada entre el vigilante y el presidente. Esta es una determinación que se toma en poco tiempo. Una vez se decide, se levanta un acta que es enviada, junto al resto de documentación del tribunal, al comité organizador. El problema radica en que en ciertas ocasiones, si los examinados utilizan una chuleta, por ejemplo, no está clara la sanción. Martín Larraza insiste en que cada caso es distinto y único, y se juzga de forma independiente.

Suplantación Incidentes como el que sucedió el miércoles, en el que un estudiante pacto con otra persona que le sustituyera e hiciera el examen por él, están considerados como causa suficiente para suspender la prueba entera. Además, este caso de suplantación de la identidad puede ser constitutivo de delito, por lo que, tras elaborar el acta en el tribunal, será el comité organizador quien dictamine si el hecho debe pasar a mayores y ser juzgado, o si la sanción es solo para el estudiante que realizaba las pruebas de acceso a la universidad.

De todas formas, desde el profesorado escolar afirman que no suele ser habitual que los alumnos hagan trampas, y que hechos como el del miércoles no son habituales. De todas formas, la existencia del engaño no depende de su conocimiento.

con el móvil en el examen

Se les pide que lo dejen en la mochila. Los escolares pueden acceder a las pruebas de Selectividad con el teléfono móvil ya que, tal y como aseguran miembros de los tribunales, son objetos de uso personal que no pueden prohibir que se lleven. No pueden estar encima de la mesa y se les indica a los examinados que deben estar apagados y guardados en las mochilas y que su uso será castigado con la suspensión de todas la prueba. Pero, ¿qué pasa en el caso de que alguien no lleve mochila y no tenga donde dejar su teléfono más que en su bolsillo? Y, ¿cómo es posible controlar que los aparatos estén apagados durante el examen?

El 'pinganillo'. Este es uno de los métodos más sofisticados y caros del mercado. En Internet se pueden adquirir por unos 300 euros. El examinado se coloca el aparato, que es un auricular casi imperceptible, comunica las preguntas a su compinche que está fuera del examen, y éste le chiva las respuestas. Como si se tratara de un dictado, el tramposo completa la prueba.

El reloj chuleta. De una complejidad aun mayor que la del pinganillo, se trata de un reloj con apariencia de ser digital, con forma cuadrada. Pero no sirve para consultar la hora. Con una capacidad de cuatro gigas, uno puede introducir textos en formato Word y consultarlos durante el examen: llevarse todos los apuntes en el reloj. En Internet se puede adquirir este instrumento por 79 euros.

El móvil. Quizá menos curioso que los anteriores ejemplos pero uno de los métodos más utilizados. Al igual que el reloj, la tecnología digital permite introducir todos los apuntes en el aparato. Otra alternativa que también se suele utilizar es enviarse las respuestas entre distintas personas o sacar fotos a las soluciones y enviarlas.

Consejos en la web. Internet es una fuente inagotable de información. Hasta existen páginas en las que indican las instrucciones para elaborar las chuletas o cómo realizar los engaños paso por paso. Incluso categorizadas en arriesgadas, clásicas, fáciles, hazañas...