SE me han olvidado los deberes. Pídelos por WhatsApp”. La cantinela se repite a diario. Dicta la orden algún escolar asentado en la comodidad de contar con el as de la tecnología en la manga. Asume el mandato algún progenitor que interpreta inconscientemente el papel de secretario. Creados para mantener en contacto a los padres de los niños de la misma clase, los grupos de WhatsApp se convierten a menudo en una herramienta para paliar los despistes de los hijos. Abusar de esta opción tiene sus consecuencias. “Si tú haces el trabajo del hijo, te estás comiendo su esfuerzo y eso es un peligro. ¿Qué queremos, que aprenda los cinco sinónimos del ejercicio que se le ha olvidado o que aprenda a ser responsable, que le diga la verdad al profesor, que sea ordenado y apunte sus tareas en una agenda?”, pregunta María Gorostidi, docente y orientadora familiar. Ejercer de asistente personal de los niños tiene otro riesgo. “Si te entrometes tanto y se lo haces todo, no delegas responsabilidad sobre él y al final el mensaje que le estás mandando es que él es incapaz de hacerlo bien”, advierte la psicóloga Teresa Echeverría.
Sin demonizar al servicio de mensajería, “que puede venir fenomenal para quedadas, celebraciones de cumpleaños o recogidas y llevadas a las extraescolares”, Gorostidi considera que “el colegio debería adelantarse y, sabiendo que hay esa posibilidad, aclarar qué es lo ideal y con qué hay que tener cuidado”. En las reuniones de principios de curso de algunos centros del Estado ya se ha pedido expresamente a los padres que no abusen de esta herramienta para hacerse con las fotos de las tareas que olvidan los chavales. “De esa forma tu hijo llevará siempre los deberes hechos, pero el día de mañana, cuando tenga 16 años o vaya a la universidad, se va a olvidar de sus cosas y se va a llevar un bajón porque no ha tenido esa experiencia antes y no sabe afrontarla. No es lo mismo que un profesor en Primaria te riña o te ponga a hacer deberes en el recreo que si te pasa de mayor, que ya no hay peros que valgan. O sea, que le estás haciendo un flaco favor”, recalca esta profesora.
Tampoco es conveniente, pese a que a veces no se le da demasiada importancia, acceder a ciertas peticiones desesperadas de los hijos. “Jo, es que se me ha olvidado no sé qué, dile que he estado enfermo y no he hecho los deberes. Somos capaces de escribir una nota que no sea verdad para que a nuestro hijo no le echen la bronca. Como hagas eso, ya podrá luego hacer veintiocho mil deberes, pero lo que le estás enseñando...”, censura Gorostidi.
Conseguir que los niños sean ordenados y responsables es una tarea conjunta. “Si en casa no se preocupa de nada, tampoco lo va a hacer en el colegio”, señala esta orientadora familiar, que aconseja “echar un cable” al que es de por sí olvidadizo. “Tenemos que ayudarles y darles herramientas porque a veces no saben. Antes de abrir la mochila, mira en la agenda qué deberes tienes. Forzarle a que tenga una rutina. Si todos los días le recordamos: ¿Has mirado?, acabará mejorando. Otra opción es ponerle un post-it. Si ve que nosotros nos estamos esforzando y tenemos ilusión de que lo haga, también él va a poner de su parte. Porque el acuérdate hoy a las ocho de la mañana para las cuatro y media de la tarde se ha quedado en nada”, explica la docente.
“Tú te las arreglas” Llevar la agenda de los hijos como la propia y resolver por ellos cada pequeño contratiempo resulta contraproducente. “Está muy bien comunicarse a través del WhatsApp porque es muy práctico, pero no tenemos que caer en hacer todo a nuestros hijos. Cuando delegas responsabilidad en un niño, aunque lo haga mal, ya le estás dando chance para decir: Tú puedes hacerlo. Pero si se lo haces todo, al final el niño puede tener una idea de sí mismo un poco más incapacitado”, reitera Teresa Echeverría, psicóloga y monitora de educación sexual y afectiva, quien lanza una llamada de atención a cierto tipo de progenitores. “Habrá padres que usen esta herramienta bien y otros que quieran que sus hijos sean perfectos minimizando los fracasos, haciéndose responsables ellos y es un aprendizaje del colegio que tienen que realizar los propios niños”, subraya esta profesional.
Poner parches vía smartphone a todos los despistes de los chavales es un síntoma de “superprotección”, que Echeverría aconseja “evitar, en la medida de lo posible”. “¿Que se te olvida el libro? Pues oye, mira, tú te las arreglas. En el fondo es como el niño que te pide que le hagas una nota y no se la haces”, compara.
Enfrentarse a estos pequeños olvidos con el consiguiente apuro “es una forma de aprender en la vida”, dice esta psicóloga. “El tema de los castigos a mí no me gusta mucho, pero que el niño aprenda que sus actos tienen consecuencias es algo muy positivo. Cuando hace las cosas bien, hay que reforzarle: Oye, qué bien que has hecho los deberes. Qué bien que te has acordado. ¿No ves? Ya no te olvidas tanto. Te voy a comprar una agenda. Pero si se le han olvidado, hay que decirle: Lo siento, otra vez te tienes que acordar. Que si tú haces algo mal, tiene una consecuencia negativa es la mejor manera de aprender”.