Pamplona - Después de superar el millón de ejemplares vendidos con El arte de no amargarse la vida y Las gafas de la felicidad, Rafael Santandreu regresa a las librerías con Ser feliz en Alaska. Mentes fuertes contra viento y marea. El psicólogo catalán vuelve a la carga en su empeño por derribar las barreras en el camino hacia la felicidad y para ello se servirá de su mayor arma: la terapia cognitiva.

¿Qué aspectos novedosos encontrará en Ser feliz en Alaska alguien que ya haya leído alguno de sus manuales?

-Todos son libros de autoterapia para que puedas hacerte más fuerte por tu cuenta, sin necesidad de ir al psicólogo, pero Ser feliz en Alaska va más allá. Propone ya no solo convertirnos en personas sanas o no neuróticas, sino ser personas que disfrutan enormemente de la vida, que tienen cero miedos y que disponen de una gran capacidad de apreciar la belleza de la vida.

¿Tan importante es el papel que juega el miedo?

-Sí, mucho. El miedo invade la vida de la mayor parte de las personas. No se dan cuenta de que el mundo se muestra ante sus ojos como un campo fértil lleno de oportunidades que nadie coge. ¿Por qué la gente no elige una pareja maravillosa? ¿Por qué no apuesta por ese trabajo increíble? Detrás de todo esto están los temores, que actúan como freno. Sacar el miedo de tu vida te permite coger todas esas oportunidades que los demás no han sabido aprovechar.

¿Diría entonces que el primer paso a la hora de hacer este cambio de mentalidad sería eliminar cualquier miedo?

-Sí, es un paso fundamental. En realidad todos los miedos que tenemos son inventados e inútiles y esto es algo que la gran mayoría de las personas descubren a los setenta u ochenta años. Y es una lástima. En este momento se plantean: “Si volviese a ser joven qué no haría”. Es en este momento cuando se dan cuenta de que han pasado toda su vida frenados.

¿Es posible ser feliz en cualquier circunstancia?

-Stephen Hopkins es feliz y no puede mover ni un músculo de su cuerpo. Al igual que Buergenthal, juez de la corte internacional de La Haya que de niño estuvo en un campo de exterminio nazi. Estos y miles de otros ejemplos son pruebas vivas de que siempre hay posibilidades de hacer cosas positivas por ti y por los demás.

En este sentido su planteamiento se asemeja a la logoterapia que plantea Viktor Frankl, ¿no?

-Tiene puntos en común. Yo me he autoconvencido a mí mismo de que sería muy feliz en la cárcel o si estuviese en el albergue público para pobres. Hay gente que me dice que me estoy autoconvenciendo de ello, que habría que verme en esa situación. En estos casos les contesto que todos los temores se juegan en el terreno de las ideas al igual que también somos felices a través de ideas. El resto da igual.

¿Te definirías entonces como una persona sin miedos? O es inevitable que surjan en algún momento.

-Desde hace unos pocos años puedo afirmar que no tengo ningún temor. Soy muy montañero y antes el vértigo me limitaba, pero esto ha desaparecido. Ahora puedo asomarme a las paredes más escabrosas y no tengo temor. No temo a la muerte, no temo a hacerme daño, no temo a nada. Y esto te cambia completamente.

¿Cuáles son los miedos que más se encuentra en sus consultas?

-Uno de los más comunes e increíbles por su absurdo es el temor a la soledad. Es increíble porque la soledad completa no existe, si algo sobra aquí son personas. Además, ya no se trata de que sea algo que no tenga que dar miedo, sino que es maravilloso. Es un lugar de creación, de hacer proyectos, de estudio, de mejora personal... Pero por culpa de una loca idea de la soledad hay muchas personas que, por ejemplo, viven agobiadas por una pareja que no les corresponde.

¿Puede un libro ayudar en la misma medida que acudir a la consulta de un psicólogo?

-Creo incluso que hacer una autoterapia por medio de un libro es mejor que ir al psicólogo. Es probable que caminando solo llegues más lejos. Esto en realidad pasa con cualquier conocimiento elevados. En matemáticas o en música los profesores te pueden enseñar hasta cierto punto, pero si quieres aprender de verdad tienes que volverte autodidacta.

¿Puede cualquier persona entonces enfrentarse a un libro de estas características? ¿O en algunos casos se necesita un acompañamiento previo?

-Mis libros están pensados para personas que puedan estar en el momento más crítico de su vida. Todas las semanas recibo montones de cartas y correos de gente que me relata que estaba en situaciones anímicas desastrosas y a través de mis libros se han transformado. Cartas de gente que me relata que estaba a punto de suicidarse tengo cientos.

A nivel personal esto tiene que ser una gran motivación para continuar con su trabajo.

-Claro. Muchísimas de esas personas me dicen que tengo que seguir escribiendo y dándoles claves porque el cambio en sus vidas ha sido muy fuerte. Hay cosas a las que la medicina y la psiquiatría no llegan. No digo que sean malas, pero al final son una tirita que te deja en el mismo lugar en el que estabas.

Con su libro recién salido del horno, ¿sabe ya por donde pueden ir los tiros de los próximos capítulos que escriba?

-Tengo en mente la opción de titular mi próximo libro Yo soy burro, tú eres burro o viceversa. Antes yo también me enfadaba en esas discusiones familiares en las que todos gritan y quieren tener la razón sobre los demás, lo cual es absurdo porque todos somos unos ignorantes. Ahora yo me declaro simpatizante de todos los partidos políticos porque creo que cometemos un error muy grande al no abrirnos a los demás. Tenemos que intentar aprender la verdad del otro antes de exponer nuestra propia verdad. Así se evitarían multitud de discusiones estúpidas. Esto es algo que he descubierto gracias a la terapia cognitiva.