PAMPLONA. Lleva toda la vida metiendo los pies y los codos en las fosas de media España, empeñado en sacar al aire las vergüenzas de un país tristemente acostumbrado al y aquí no ha pasado nada. Sus trabajos han revelado crímenes de funcionarios públicos que secuestraban en Baiona, torturaban en San Sebastián y enterraban en cal viva en Alicante, o han hecho conocer la verdadera historia de aquellos niños perdidos en los restos de una hoguera cordobesa. Desde hace más de veinte años, el médico forense Francisco Etxeberria Gabilondo (Beasáin, 1957) busca por las cunetas, las zanjas y los pozos a los represaliados durante la Guerra Civil. También los de Navarra, donde los hubo -y a millares- a pesar de no registrarse nunca un frente de guerra. Por eso, el miércoles recibirá en Tudela un reconocimiento a su labor por parte del Gobierno foral. “No acepto reconocimientos a título personal: represento a un equipo enorme”.

Recibe un reconocimiento por su contribución a la Memoria Histórica, a la que ha dedicado buena parte de su carrera. ¿Tiene la sensación de que todavía queda mucho por hacer?

-Creo que cada vez que avanzamos descubrimos una parcela insuficientemente investigada que tiene mucho interés. La memoria puede ser histórica o reciente. Si hablamos de memoria histórica parece que estaríamos hablando todo el tiempo del año 1936, pero también podríamos hablar del 1945, del 1962... hasta que nos vamos acercando al espacio de la memoria reciente. Desde una perspectiva histórica, la historia no es sólo el pasado, sino las cosas no resueltas adecuadamente que llegan al presente. La memoria histórica no habla del pasado, habla del tiempo reciente. Porque existen unos familiares que siguen buscando a sus desaparecidos, y eso no es pasado, es actualidad. Ese es el tema.

¿Cuál es el censo de fosas en Navarra?

-En Navarra, no se puede hablar de todo esto sin tener presente la obra de Jimeno Jurío. Y por lo tanto, toda la información que él fue recogiendo y que ha ido publicando es absolutamente obligatoria. No solamente fue un trabajo pionero, sino que esas fuentes, valiosísimas, con protagonistas reales, nos están sirviendo ahora a los demás para ajustar cuestiones. Pero la Memoria Histórica no sólo tiene que ver con abrir fosas, algo de lo que a priori estaría yo más capacitado para hablar. Tiene que ver con otras situaciones de represión, no suficientemente documentadas en archivo: qué pasó con las mujeres asesinadas, o con las represaliadas de forma indirecta, qué pasó con el expolio de bienes...

El Gobierno de Navarra, desde el principio, se ha comprometido a impulsar una Memoria Histórica que estaba estancada en Navarra. ¿Llega tarde?

-Llega tarde en todas partes. Jimeno Jurío podía entablar relación directa con los protagonistas, una generación que ya se ha perdido. Ya sólo por eso es llegar tarde. Cuando incluso se habla de hacer justicia con los crímenes hay otro problema, que es el de inmediación. Es decir, que si a ti te roban la cartera hoy, no se ponga la policía a investigar el caso dentro de dos años. Este principio, que es clave en un Estado de derecho, también aquí está completamente anulado como consecuencia del exceso de tiempo que ha pasado desde la guerra. Ahí hay una crítica que hay que hacer entre todos, no sólo a las autoridades. Ahora hay más conciencia de víctima: andamos tarde para la Memoria Histórica, pero quizá no tan tarde para la memoria reciente, y ahí queda todo por hacer.

Estamos acostumbrados a que el debate en torno a la Memoria Histórica haya quedado prácticamente reducido al ámbito político. ¿Cómo se acerca un antropólogo forense a un tema como este?

-La medicina forense es una especialidad muy social. Normalmente, la medicina forense interviene en más conflictos humanos, y eso nos hace estar un poco más acostumbrados a participar en casos en los que pueden surgir discrepancias. Y las discrepancias, aunque parezca mentira, son buenas. Permiten enriquecer la discusión y el debate. No hay que alarmarse porque existan discrepancias, y esas discrepancias alcanzan a algunos de los planos, como es el histórico, el sociológico, psicológico o político. Claro que puede haber discrepancias políticas, incluso son comprensibles diría yo. Tenemos que darnos cuenta de que esa es la realidad en la que trabajamos, y por tanto no alarmarnos en exceso, no preocuparnos en exceso por poder estar en el disparadero político. Es más, si existen fosas comunes, que todavía existen en 2016, es por una cuestión política. Los asesinaron por cuestiones políticas y por cuestiones políticas siguen allí. Estamos acostumbrados a que cuando alguien va a exhumar o a poner una placa se diga que lo hace por una cuestión política. ¿Y cuál es el problema? Quizá sea verdad que es por política; la misma razón por la que se mataron entonces.

Ya sabe, que hay gente que dice que abrir fosas reabre heridas

-En cuanto a ese tema hay dos frases absolutamente ridículas e insultantes: que abrir fosas divide a los ciudadanos, frase rigurosamente falsa, y la otra es que así se reabren heridas. Eso sólo se puede decir desde el desconocimiento o la mala intención, porque este aspecto está medido. En el equipo hay personas encargadas de la antropología social y que estudian el impacto que tienen estas labores en la clase política, los medios de comunicación, las asociaciones, las universidades, los pueblos... Eso está medido, y no es cierto en absoluto que se pueda mantener el discurso de que se reabren heridas. Todo lo contrario: esto ensancha el discurso de los Derechos Humanos y consolida los valores democráticos.

En un proceso en el que se corre contra el tiempo, ¿qué papel han tenido las asociaciones memorialísticas?

-Han sido y son fundamentales. Hay muchas, de muchos perfiles, y son imprescindibles: esto no lo podríamos hacer los llamados expertos si no fuera porque a diario hay gente voluntaria volcada con recuperar una información a la que nosotros no hubiésemos podido llegar jamás. Por lo tanto, lo que hay que hacer es favorecer la coordinación de esas asociaciones y apoyarlas, para que todos podamos beneficiarnos de los logros. Las fosas, por la fuerza que tiene la foto de los esqueletos, revelan una injusticia, y a veces hace que se termine involucrando más gente en los movimientos asociativos. Pero yo siempre digo que en los archivos se encuentran elementos de prueba criminal tan reveladores como las propias fosas.

Entre los objetivos del Gobierno también ha estado abordar la Memoria Histórica desde un punto de vista más global. ¿Cómo valora usted la estrategia que está adoptando el actual Ejecutivo?

-Creo que es muy bueno que el trabajo sobre la Memoria Histórica se haga también desde las instituciones, como es el caso del Gobierno de Navarra. Recientemente, he visto en algún medio de comunicación que se critica que la consejera Ana Ollo vaya a las fosas. Cuando lo leo, pienso: “¿Pero cómo no va a ir?”. La última exhumación la hicimos en Bilbao. ¿Cómo no va a ir el alcalde? Lo raro sería que no viniese. No sólo el alcalde, tienen que venir todos los partidos. Afortunadamente, yo diría que aquí, en Navarra, se ha implantado una normalidad de ir a los actos de exhumaciones. Los representantes tienen que estar presentes. Años atrás hemos hecho trabajos en pueblos sin representación institucional, con los familiares muy desamparados. Lo anormal era eso, no esto. Yo considero que este es un ámbito en el que estamos todos aprendiendo. A veces se han hecho reproches a las instituciones por cuestiones de tiempo, dotación económica para Memoria Histórica, por cómo se estructuran las tareas... Yo no me perdería tanto en eso, porque hay que tener en cuenta que aquí estamos aprendiendo todos. La cultura que tenemos a propósito de los Derechos Humanos es muy insuficiente todavía, y mejorará a medida en la que los jóvenes vayan adquiriendo, con el tiempo, más formación en este sentido. No quiero venir a enfadarme haciéndole un reproche a uno u otro, porque en el fondo todos, unos antes y otros después, nos estamos incorporando a esta materia. Pienso que el año que viene estaremos mejor que este, y quizá entonces reparemos en detalles con los que hoy no contamos. No existe un manual para esto.

¿Cuáles son los planes futuros de Aranzadi en Navarra?

-Por decirlo de alguna manera, nuestro cometido principal aquí es el de búsqueda de desaparecidos, muertos y fosas. Eso nos hace tener que recopilar testimonios sin los que es imposible iniciar las tareas sobre el terreno. Dentro del equipo hay gente que está por delante de mí, haciendo ese trabajo de recopilación previo. Ahora tenemos un listado de lugares en los que queremos intervenir, algunas tareas van a poder hacerse antes del 31 de diciembre y las que no se dejarán para fechas siguientes. Pero todos los días hay alguien de Aranzadi trabajando sobre temas de aquí: bien sobre el terreno, bien en el laboratorio. Lo más complejo y concreto que tenemos es la sima de Gaztelu. Hemos encontrado los restos y ahora hay que recuperarlos. El tema no es fácil. Tenemos que elaborar un plan concreto y lo más fácil va a ser la parte de laboratorio, a diferencia de otras fosas en las que el trabajo de campo se finiquita en tres jornadas. Aquí será al revés, mucho más complicado in situ, pero podremos hacerlo gracias a que contamos con la cobertura institucional necesaria.

¿Alguna vez se ha enfrentado a un caso como el de la sima de Gaztelu?

-Yo creo que la sima de Gaztelu puede terminar siendo la fosa más compleja e impresionante. Yo he visto fosas de 100 asesinados, y te imaginas cuando empezaron a ejecutarlos, y se te ponen los pelos de punta. Por lo general, esos asesinatos múltiples eran a varones, sacados de la cárcel, sin posibilidad de defensa. Esa idea de indefensión, en el caso de la mujer y sus hijos en Gaztelu tenía que ser una indefensión multiplicada por mil, con un nivel de crueldad terrible. Puede simbolizar muy claramente el nivel de crueldad que se vivió en aquellos momentos. Lo innecesario de los crímenes: quemarles la casa, hacerlos desaparecer, matar a los niños... Me imagino los gritos. Me imagino el no comprender de un chaval de 16 años que no sabe qué pasa. Cuando bajas al pozo, que tiene una profundidad equivalente a un piso de 16 alturas, te imaginas cómo pudieron pasar por allí a toda velocidad hasta tocar el fondo. Eso es conmovedor. He visto cosas muy complicadas y muy desesperantes, en fosas con muchísimos cuerpos amontonados. Pero en la sima de Gaztelu es peor.

Después de haber visto mucho horror, ¿los premios siguen siendo un acicate?

-Todavía no me he hecho a la idea. El reconocimiento no puede ser a título personal, y así lo expresaré. Yo no acepto el reconocimiento a título de una persona, yo represento a un equipo enorme, a personas de aquí y allá. Me ha tocado salir más veces, pero sólo bajo la idea de representar a todos acepto el reconocimiento, que trasladaré a todos los miembros del equipo. Tengo la costumbre de, al recibir un premio, escribir una carta a todos los miembros del equipo. Cuando algunos compañeros que me han ayudado reciben en Granada, Madrid, Valencia o Galicia la carta con el diploma fotocopiado, enseguida me escriben diciéndome que les ha emocionado mucho. En la carta les digo que ellos son también parte del premio. Eso también lo haré con este premio, que además podré compartir con las asociaciones memorialísticas, que se lo merecen mucho más que yo.