Tras la Guerra Civil, las élites políticas y económicas del franquismo urdieron el plan nuclear más ambicioso de Europa Occidental con una pretensión de casi una central por comunidad. Un proyecto fruto de la ambición de las patronales y de una dictadura que aspiraba a poseer la bomba atómica. Unas décadas después, el exorbitante modelo nuclear se desmanteló y la deuda contraída con los bancos fue amortizada por los ciudadanos.

De esta manera lo exponen los profesores de la UPNA Mar Rubio-Varas y Joseba de la Torre en su nuevo libro The Economic History of Nuclear Energy in Spain. Governance, Business and Finance (La historia económica de la energía nuclear en España. Gobernanza, empresa y finanzas), escrito en inglés. En él, los docentes de la universidad pública profundizan en la paradoja de que “una de las economías menos desarrolladas de la periferia sur europea, con un nivel tecnológico e industrial inicial muy bajo, con unas empresas apenas sometidas a la competencia internacional y, además, gobernada por una dictadura”, fue capaz de insertarse entre los países más avanzados respecto a la energía nuclear mundial.

contexto mundial

Carrera armamentística

Hiroshima y Nagasaki

La segunda mitad del siglo XX arrancó tras la victoria de los aliados frente a las denominadas Potencias del Eje que puso punto final a la II Guerra Mundial. No sin antes arrebatar la vida a más de 240.000 japoneses que murieron tras los bombardeos atómicos de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto de 1945. En este nuevo escenario internacional, y con Alemania invadida por EEUU, Francia, Inglaterra y la URSS, comenzó una pugna entre las potencias mundiales que poco a poco se polarizaron en torno al bloque capitalista, comandando por Estados Unidos, y al socialista, encabezado por la Unión Soviética. En este episodio, conocido como Guerra Fría, las nucleares fueron el epicentro de la carrera armamentística entre ambas potencias.

Este nuevo modelo de energía contó con la aceptación de la opinión pública en aspectos como la medicina, no obstante se encontró con el rechazo para usos civiles. Por ello, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower pronunció en 1953 el famoso discurso Átomos para la paz, en el que intentó transmitir tranquilidad a un mundo aterrorizado de que el horror de Hiroshima y Nagasaki pudiera volverse a producir.

Construcción de las centrales

Dependencia de EEUU

Deuda inasumible

En aquel contexto tan solo los estados más desarrollados tenían la capacidad para poner en marcha un proyecto nuclear. La economía autárquica española no estaba a la altura de la de las potencias mundiales, sin embargo existía un gran interés por entrar en el mundo atómico con el fin de poseer una cabeza nuclear. Finalmente, meses después del discurso de Eisenhower, España entra en el Pacto de Colaboración Nuclear con EEUU, ya que nunca pudo construir su propio reactor, lo que hizo necesaria la importación de 22 reactores americanos, por lo que la dependencia hacia Estados Unidos era total. A partir de entonces, comenzó una pugna entre las empresas privadas y las públicas por ver quién se hacia con el nuevo negocio de las centrales, que acabaron en manos de los particulares.

En 1959 el Gobierno español lanzó el Programa de Estabilización que puso fin a la autarquía. En esta etapa desarrollista del franquismo, Endesa, entidad pública, proyectó la construcción de cuatro centrales nucleares de las cuales ninguna se ejecutó.

Sin embargo, fueron las compañías privadas las que, encabezadas por Iberduero, fueron obteniendo permisos para el levantamiento de centrales nucleares que ya desde el inicio se antojaban inviables. Tanto fue así que la inversión realizada por la empresa Unión Eléctrica Madrileña (actual Unión Fenosa) para la central manchega José Cabrera, la primera en España, igualaba al valor total de la compañía. Otro de los indicadores que revelaba lo desmesurado del plan nuclear, fue que la potencia eléctrica que pidió Iberduero en 1973 para el funcionamiento de las centrales del norte peninsular era de una cantidad similar a la potencia necesaria para abastecer a todo el Estado.

Este crecimiento del sector nuclear fue coetáneo con la primera crisis del petróleo, lo que animó a las compañías eléctricas a apostar por el sector nuclear aprovechando la decadencia del combustible. No obstante, lo que no vaticinaron fue el descenso de la demanda de electricidad como consecuencia de la crisis del petróleo. Fue entonces, durante los últimos años del franquismo, cuando las élites políticas y económicas españolas cayeron en la cuenta de que el que había sido su proyecto ilusionante era demasiado y de que había más centrales de las que se podían usar.

Además, la necesidad de reactores americanos hizo que las eléctricas españolas pidiesen créditos a Eximbank. Estos créditos se conceden en los años setenta, sin embargo no se empezaron a pagar hasta que las centrales estuvieron terminadas a finales de los ochenta. Durante esos años, se empezó a devaluar la peseta respecto al dólar y en el año 1983 la deuda de las eléctricas con Eximbank rondaba los 16.000 millones de pesetas, una suma inasumible, a la que habría que sumar la deuda con otras entidades financieras estatales.

El mayor proyecto de europa

Moratoria socialista

Ecologismo antinuclear

Tras la muerte de Franco en 1975 y con la llegada de la transición en 1978 España tenía el proyecto nuclear más ambicioso de Europa Occidental, muy por encima de las necesidades del Estado y de la capacidad de las compañías eléctricas. Además, al tiempo que se avanzó en el sector, en la calle se fue gestando poco a poco un clima de rechazo desde posiciones ecologistas que desembocó en el movimiento antinuclear, que tuvo su origen en Navarra, y que durante 1973 y 1974 luchó con éxito por impedir la construcción de una central en Tudela.

Diez años más tarde, Felipe González llega al Gobierno central y ante la imposibilidad de continuar con el proyecto, aprobó en octubre de 1983 una moratoria nuclear que conllevó una reestructuración de las eléctricas. En concreto, las más endeudadas fueron Hidrola e Iberduero, que años después se fusionarían en la actual Iberdrola. La moratoria paralizó la actividad de siete centrales nucleares: Lemóniz I y II (ya habían cesado su actividad previamente debido a los atentados de ETA), Valdecaballeros I y II, Trillo II, Regodola I y Sayago I. Finalmente, en 1997 se suspendió definitivamente la actividad de todas ellas y, tras el cierre de Garoña en agosto de este año, quedan cinco centrales nucleares en activo en el Estado con un total de siete reactores: Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrentes, Trillo I y Vandellós II.

Almaraz I y II. La gestión de la central está a cargo de Iberdrola, Unión Fenosa y Endesa. Durante 2010, la producción bruta conjunta generada por sus dos unidades fue de 15.439 GWh, cifra que representa el 7,6% de la generación de energía eléctrica del régimen ordinario en España.

Ascó I y II. La central nuclear de Ascó, al igual que la de Vandellós, está gestionada por Endesa e Iberdrola. El reactor I de la central de Ascó está gestionado solo por Endesa, y el II en un 85% por Endesa y un 15% por Iberdrola.

Cofrentes. La central nuclear de Cofrentes es propiedad de Iberdrola y su producción media anual equivale, aproximadamente, al consumo doméstico de la Comunidad Valenciana.

Trillo I. Está gestionada por Iberdrola, Unión Fenosa, Hidroeléctrica del Cantábrico y Nuclenor. Utiliza anualmente 80 toneladas de óxido de uranio enriquecido en u-235.

Vandellós II. De la central de Vandellós II destacan los problemas de corrosión que sufrió en 2007, por lo que fue sancionada con 1,6 millones de euros.

El Post-it

Accidente de Harrisburg. El acontecimiento ocurrido en Harrisburg (EEUU) fue uno de los sucesos que precipitó la llamada batalla nuclear a nivel mundial. En concreto, se trata del primer accidente nuclear de la historia y tuvo lugar en la central de Three Mile Island en Harrisburg el 28 de marzo de 1979. Aquel día, pese a que no se tuvo que lamentar ninguna víctima, se produjo una fuga de vapor tóxico que cayó sobre una población de más de 70.000 habitantes.