estella-lizarra - Una nueva víctima de los abusos que sufrieron muchos exalumnos del Puy y que han relatado sus penurias a este medio, e incluso dos de ellos han tenido el arrojo de denunciarlo ante la Guardia Civil y la Policía Foral, se sumó ayer al relato denunciante y narró a DIARIO DE NOTICIAS cómo el antiguo director José San Julián Luna cometió también varios episodios deshonestos, aprovechando su edad, y le quitó la camiseta en varias ocasiones para tocarle los pezones. Al nuevo testimonio se une la carta que otro exestudiante del centro remitió y que se publica en la parte inferior de esta página. El antiguo alumno, bajo el seudónimo de Txapitel, recuerda el pavor que sentía cuando se acercaba Don José, como se le llamaba en el centro, y asevera que está convencido de que otros religiosos del colegio sabían lo que ocurría. “Ahora te das cuenta de que otros curas hacían la vista gorda, lo consentían y miraban para otro lado”. Esta víctima cree que el motivo era que “tendrían miedo a las represalias”. Y es que el poder de Don José en Estella era “inmenso”, a decir de Txapitel.
La historia de este estellés en el colegio comienza casi a la par de la del centro. De hecho, él fue de los alumnos que estuvo en la primera ubicación del colegio, en la Casa de los Curas, ubicada en la plaza de Los Fueros. “Todo comienza para mí en 1960, yo estuve en lo que inicialmente era el Cine Lux, la Casa de los Curas, tuve la suerte o la desgracia de inaugurar arriba el colegio del Puy. Estuve hasta los 14 años y empecé a trabajar en 1966. Irme del colegio fue una liberación. Estuve allí unos seis años”.
el inicio Su pesadilla a manos de José San Julián comenzó un día en el que llevaba la bata mal colocada. “Un día, cosa de chavales, llevaba la bata que era azul y blanca mal puesta, mal atada y San Julián me sacudió un golpe. Me revolví y me llevó a su despacho, que estaba al lado de la capilla, y ahí empezó el asunto. Me dijo que me quitara la camiseta y me la quité. Hay que partir de la base de que con aquellas edades no sabíamos ni qué era la homosexualidad, ni la pederastia? Este hombre me agarró del pezón y, a la vez, con la otra mano de la oreja y me levantó en el aire. También me tocó con la mano por el torso. Tengo que decir que, a diferencia de otros, a mí nunca me bajó los pantalones, nunca me tocó de cintura para abajo. Aquel día me sentí tan mal, tan mal, que me llegué a mear dentro del pantalón. Aún me acuerdo hasta quién fue a limpiar la meada”, señala esta víctima, que explica que se lo contó a su madre. “Ella subió a hablar con él y a partir de ahí me tuvo enfilado”.
Otra jornada grabada a fuego en su memoria es un día en el que también le agredió. “Normalmente me tenía castigado con cualquier movimiento que hiciera. Una vez me castigó un sábado y domingo a limpiar el patio y fui con otro donde los grifos, al lado de donde se descargaba el carbón. Me cogió y me quitó la camiseta, me volvió a pegar y me hizo un moratón, también me tocó. De hecho, su obsesión era tocarte. Tal fue mi reacción, que a la tarde de ese día cogí el tirabique y rompí todos los cristales de la capilla. Al día siguiente se montó un cisco importante en el colegio, aunque nunca me pillaron”, recuerda.
Txapitel explica que San Julián tenía dos herramientas. Una era su silbato y la otra, las manos. “Muchas veces ni pronunciaba nuestro nombre. Simplemente nos trataba como a perros. Él silbaba, tú volvías la cabeza y si te indicaba con la mano, tenías que ir”. Un momento crítico para los alumnos era cuando entraban o salían de clase. “Teníamos que ir por la fila de baldosas que teníamos asignada, si te salías y te veía, te pegaba”, explica.
Los recuerdos de este antiguo alumno se centran en cuando estuvo en el aula conocida como La Sexta, por el orden que tenía en el pasillo. “Ahora me doy cuenta de que estábamos allí los marginados, los que íbamos más lentos y de clases más humildes. La separación en las aulas no era por la edad”, indica.
En cuanto a si los abusos eran extensivos a otros compañeros, Txapitel está convencido de que sí. “A mí me quitó la camiseta y me tocó, pero a otros les tocó los testículos, eso era algo que se sabía”. Esta víctima recuerda que cuando uno era llamado al despacho, el comentario después de otros compañeros era: “¿Ya te ha metido mano? Lo comentábamos medio en cachondeo, pero es muy fuerte”.
Además de los abusos sexuales también estaba la violencia física. “Yo estaba acojonado, otra vez me meé también en el pasillo, le tenía un miedo horrible. Te agarraba de las patillas y te tiraba hacia arriba o del lóbulo de la oreja y te retorcía”, señala. Txapitel recuerda que San Julián era su profesor de Religión pero estaba presente en el aula más horas. “Cuando había uno dando clase, él se sentaba allí a dirigir. También nos vigilaba por unos cristales que había en las puertas. Si mirabas hacia allí y te veía, al salir te pegaba por haberte girado”. Este exalumno explica que su formación no la adquirió en el colegio. “Nos daban lo básico pero por el miedo que teníamos yo no aprendí mucho. Estoy convencido de que de haber ido a otro colegio, habría aprendido más”. Txapitel considera que no ha tenido trauma, aunque no está seguro. “Creo que no, aunque lo cierto es que siempre lo he tenido presente. Esta historia siempre me ha acompañado”.
Esta víctima explica por qué no va a interponer una denuncia ante la Policía. “Está prescrito ya, si me pregunta la Policía contaré esto mismo, pero ahora es más importante que salgamos públicamente y que se sepa en Estella lo qué ha pasado con el objetivo de que no vuelva a suceder”.
llamamiento Este exalumno hace varios llamamientos. Por un lado, a los tres profesores de aquella época que aún viven. “Habría que escuchar su relato porque estoy convencido de que ellos tuvieron que sufrir y mucho para aguantar esto”. También desearía que el colegio actual, contra el que como explica no tiene nada, dijera algo. “Eso espero, como lo ha hecho el Papa, que, obligado por las circunstancias, ha pedido perdón”.
Sin embargo, el más importante es el que hace a sus excompañeros que han sufrido abusos. “Koldo (el primer denunciante) ha tenido la valentía de romper el fuego y tirar hacia adelante. Ya era hora de que alguien lo hiciera, me parece muy valiente. Los demás nos tenemos que mover. Tenemos que salir y contar lo que pasaba. Somos muchos”, explica. Es más, este estellés incide en que es necesario poner entre todos la historia en común. “Podríamos juntarnos y dar una versión de todo lo que pasaba, un testimonio general”, señala.
Txapitel indica que desconoce cuándo San Julián desapareció del colegio. “Se dice que al final lo descubrieron”. En este sentido, otros testimonios recabados por este periódico indican que a mediados de los 70, hubo un día en el colegio en el que se produjo mucho revuelo. “Desde entonces no se le volvió a ver”, explica otro testigo.