enemos que unirnos para romper el techo de cristal en la UPNA”. Esa fue una de las principales conclusiones de la mesa redonda que compartieron alumnas, profesoras y empleadas de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer. Además, reflexionaron sobre la necesidad de tener referentes femeninos en la educación y de modificar las relaciones humanas en las aulas, pasando de un modelo competitivo e individualizado a una opción más comunitaria, con una red de apoyo en la que poder ayudarse.

En la mesa redonda, organizada por el Talde Feminista de la UPNA, participaron Yolanda Rodríguez (trabajadora de la biblioteca), Ana Remírez de Ganuza (alumna de 3º de Ingeniería Industrial), Begoña Garaikoetxea (alumna de Magisterio Infantil), María José Beriáin (profesora de Ingeniería Agrónoma), Maite López Flamarique (profesora de Magisterio) y Mari (trabajadora en la cafetería).

Las enormes cristaleras son uno de los grandes distintivos de los edificios de la UPNA. En su interior, las mujeres deben enfrentarse también a su particular techo de cristal. Pese a haber más alumnas (51%) y bastantes más graduadas (57%), solo el 31% de las investigadoras y el 22% de las catedráticas son mujeres. “Hay que sentirse empoderada, luchar, reflexionar y tener ideales. ¿Por qué tenemos que estar siempre en segundo lugar y aceptar un sistema preparado para los hombres?”, reflexionó la profesora María José Beriáin.

“La Universidad no es solo un edificio ni un ente. Somos una comunidad y tenemos que responsabilizarnos todos para ir hacia la igualdad real”, añadió Yolanda Rodríguez, trabajadora de la biblioteca. “Las mujeres sufrimos una opresión estructural en el patriarcado, tenemos un techo de cristal y un suelo pegajoso porque son principalmente los hombres los que ocupan los puestos de dirección”.

Además de este desigual acceso a los cargos directivos, ellas siguen sufriendo situaciones de violencia en las aulas. Maite López Flamarique, profesora de Magisterio, mostró algunos de los testimonios que ha recabado de diferentes compañeras: “Me dijeron que la aprobación del alumnado era por mi cuerpo y no por mi cerebro”; “En más de una ocasión he sido tratada con paternalismo”; “He escuchado comentarios misóginos en procesos de valoración y selección”. Son solo unos ejemplos terribles y que se siguen dando”.

Ana Remírez de Ganuza, alumna de 3º de Ingeniería Industrial, narró las complicadas situaciones que vive en una carrera muy masculinizada. “Solo estamos 6 chicas en mi clase y he oído comentarios como que las chicas aprobamos por ir al despacho”. Y también sufrió comentarios machistas durante su experiencia en una prestigiosa empresa de tecnología en Navarra. “He escuchado cosas increíbles como: para que tú lo entiendas, esto es como una lavadora o que no voy a limpiar, que soy ingeniera”.

Ante estas situaciones, se hace imprescindible que haya más referentes femeninos en estos ámbitos. “Yo tengo el síndrome del impostor. Cuando estoy con mis compañeros, tengo que demostrar mi valía y buscar siempre la excelencia. Creo que el problema es la falta de referentes. Me siento un poco bicho raro y me ayuda conocer a otras personas que han tenido el valor de hacerlo antes”.

Una situación completamente opuesta es la que vive en clase Begoña Garaikoetxea, alumna de Magisterio Infantil. “Es una carrera muy feminizada. Solo hay dos chicos y no es casualidad, porque es una carrera orientada a los cuidados. Hay una falta de referentes femeninos en la investigación y en la historia. El sistema universitario potencia el individualismo y la competitividad entre nosotras y necesitamos otra metodología. Hace falta una red de apoyo mutuo y menos individualismo”, concluyó.