- En una de las ponencias de la jornada de ayer, la doctora en química e investigadora en el grupo SciencieFlows, Empar Vengut, de Valencia, presentó el proyecto NoSUM, que desarrolla sensores de las drogas más habituales en las agresiones sexuales y del que forman parte dos grupos de expertos, uno en química y otro en comunicación.

Así, por una parte se está desarrollando un kit para detectar GHB (éxtasis líquido) en bebidas alcohólicas y, por otra, se están organizando talleres de concienciación sobre la sumisión química, tanto la premeditada como la oportunista -la más habitual-.

Estos kit en desarrollo se entregan por el momento a los participantes en los talleres, pero está previsto que lleguen a comercializarse, así como que distintos cuerpos policiales puedan utilizarlos. Por el momento, las pruebas se están realizando con sustancias controladas, pero “las drogas que está circulando por los clubes nocturnos y zonas de ocio pueden estar adulteradas, no vienen de un laboratorio oficial, y por tanto puede ser que el kit no funcionara tan bien como en el laboratorio”, indicó Vengut.

Esa es precisamente una de las principales dificultades que presentan este tipo de kits, que no se prueban con las drogas que circulan por las calles, ya que naturalmente la obtención de estas es ilegal. Sin embargo, el proyecto NoSUM trata de pasar por encima de este problema y ya ha contactado con cuerpos policiales para que les permitan experimentar con sustancias ilegales decomisadas.

Otro de los problemas es que, por su funcionamiento, solo detectan un número reducido de estas drogas -en el caso del NoSUM, el GHB-, aunque, según apuntaron los investigadores, tienen previsto desarrollar más kits para detectar otras de las sustancias más habituales.

Se estima que en el una de cada tres agresiones sexuales que se cometen en el conjunto del Estado hay sumisión química, según apuntó el Delegado del Gobierno en Navarra, José Luis Arasti, que indicó ayer durante las jornadas que en 2021 se denunciaron en toda España 3001 agresiones sexuales, de las que en 994 se practicaron análisis a las víctimas, con un 72% de positivos en drogas. A pesar de ese dato, según explicó Arasti, hay numerosos indicios que apuntan a que se la presencia de sumisión química en una agresión sexual está infradetectada, estimándose ese 33%.

De los dos tipos de sumisión química -la oportunista, en la que el agresor aprovecha la falta de voluntad porque la víctima ha consumido algún tipo de sustancia, y la premeditada, en la que es el propio agresor el que la proporciona- la más habitual sería la primera de ellas.

Sin embargo, los porcentajes podrían ser todavía mayores, ya que, según explicaron ayer expertos en química orgánica de la Universitat de València, uno de los principales problemas a la hora de detectar este tipo de sustancias es el poco tiempo que permanecen en el organismo.

Por ejemplo, obviando el alcohol, que como ayer se explicó es la sustancia más habitual tanto en la sumisión química oportunista como en la premeditada, el tiempo medio de durante el que se pueden detectar en sangre las sustancias más utilizadas no supera las seis horas.

Así, el GHB (éxtasis líquido), la ketamina y la escopolanina no son detectables pasadas una, cuatro y seis horas de haberse consumido, respectivamente. En orina, estas sustancias están presentes durante más tiempo, pero la mayoría no son detectables después de una semana.