Una treintena de los vecinos de Lerga que fueron desalojados el mediodía del pasado domingo fueron atendidas en el dispositivo establecido en el Polideportivo Municipal de Sangüesa por el Ayuntamiento de la localidad y Cruz Roja, y algo más de una decena durmieron ahí las noches del domingo y el lunes. La del domingo fue especialmente dura, ya que las llamas se acercaron al pueblo peligrosamente. Las noticias llegaban con cuentagotas a Sangüesa y nadie podía tener la certeza de que el pueblo estuviese a salvo, lo que provocó una gran angustia entre los vecinos evacuados.

José Mari Iriarte, Raquel Iriarte, Olga Iriarte, Rocío Guillén y Charo Zabaleta son algunos de estos vecinos de Lerga que fueron acogidos en el Polideportivo de Sangüesa y que siguieron “minuto a minuto” la poca información que les llegaba. “La noticia de que las llamas llegaban al pueblo nos pilló a la hora de la cena y dejamos de cenar”, explica José Mari. “Era imposible, parecía que se nos va a quemar el pueblo. Era una angustia muy grande”, secunda Rocío. Charo, por su parte, apunta que vivieron la noche “con mucha incertidumbre e impotencia”, ya que las versiones cambiaban, y en un momento parecía que se quemaba el pueblo, y al siguiente que todo estaba bien.

Iñaki Iriarte, alcalde de la localidad, también paso la noche en el pabellón y, no pudiendo aguantar la incertidumbre, el lunes a primera hora de la mañana salió rumbo a Lerga. Allí pudo comprobar que la situación estaba estabilizada y que las llamas no habían llegado a estar verdaderamente cerca de las viviendas.

Olga Iriarte lee un ejemplar de DIARIO DE NOTICIAS en el Polideportivo de Sangüesa.

Al día siguiente, la misma historia

Los vecinos de Lerga llegaron a Sangüesa el domingo a primera hora de la tarde. Horas después, ya por la noche, llegaban al pabellón varios vecinos de Gallipienzo Antiguo, que habían sido evacuados en ese momento. Y si los de Lerga pasaron en vilo la noche del domingo, a los de Gallipienzo les tocó en la del lunes.

En esta ocasión, las malas noticias comenzaron ya por la tarde, en el momento en el que el viento comenzó a empujar con fuerza las llamas hacia el pueblo. Ya por la noche, las noticias nuevamente llegaron con cuentagotas. “Teníamos un conocido que es bombero y estaba allí arriba y cada vez que nos mandaba un whatsapp se nos caía el cielo encima”, explica Mila Zaratiegui, que ayer a la mañana se encontraba “bastante más tranquila”, ya que la labor de bomberos, voluntarios y otros efectivos había detenido las llamas a unos cientos de metros de la localidad.

Su “otro 50%” también se encontraba más tranquilo. Aunque nació en Londres, lleva viviendo en Gallipienzo 13 años. Se llama Christopher Fitz-Maurice, aunque como él mismo explica, sus vecinos le han cambiado cariñosamente el apellido a uno más fácil de pronunciar y escribir. “Ahora soy Christopher Guiri, es más fácil. La gente de aquí me tolera muy bien aunque mi castellano ha avanzado muy poco”, apuntaba entre risas.

LOCOS POR REGRESAR A CASA

Ayer a la mañana, los vecinos de Lerga y Gallipienzo alojados en Sangüesa se mantenían “a la espera y con esperanza” de poder regresar pronto. Todos ellos se mostraban “agradecidos al Ayuntamiento y la gente de Sangüesa y a la Cruz Roja”. “Se han volcado con nosotros y nos han ofrecido todo lo que hemos necesitado”, explicaba José Mari. “Nos hemos sentido súper acogidos y cuidados”, apuntaba Charo, verdaderamente emocionada.

Poco antes de las 20.00 horas, los alcaldes de Eslava, Lerga y Gallipienzo recibían la noticia de que los vecinos de las tres localidades podían volver a sus casas.