El Gobierno central aprobó el pasado lunes una serie de medidas para ayudar al ahorro energético. Entre ellas se encuentra la limitación del uso del aire acondicionado y la calefacción en comercios, hostelería y otras superficies. En un principio el límite se ha fijado en 27 grados, y la calefacción a 19. Sin embargo, tras el revuelo generado, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, precisó el viernes que bares y restaurantes pueden limitar el uso del aire acondicionado al “entorno de los 25 grados”, teniendo en cuenta las recomendaciones de la legislación laboral, frente a los 27 grados que contempla el real decreto de medidas de ahorro y eficiencia energética aprobado por el Gobierno de Sanchez.

Según aclaró Ribera, los 27 grados se aplicarán “con flexibilidad” y reconoció que las discotecas, las cocinas de bares y restaurantes o los gimnasios necesitan una temperatura distinta a otros espacios como pueden ser las librerías. “No se puede pedir a trabajadores que están en condiciones de ejercicio físico importante que no tengan las condiciones que el derecho laboral garantiza con respecto a los máximos y mínimos de temperatura”, señaló la ministra.

Por ello, los comercios y establecimientos deberán justificar cuándo no aplican el límite de temperatura en el termostato, una flexibilidad incorporada en el decreto ley para proteger los derechos de la salud laboral de sus trabajadores.

DESCONFIANZA Y ENFADO EN COMERCIOS

 A la espera de ver cómo queda finalmente la norma lo cierto es que la medida va a hacer revisar sus termostatos a los establecimientos navarros. Entre el enfado y la desconfianza, muchos de los trabajadores y responsables de comercios y bares mostraron esta semana su desacuerdo y reservas. 

En el supermercado Coviran de la calle Estafeta todavía no han implantado las medidas, ya que están acondicionado el sistema de aire para ello. Mientras esto sucede, Sara Cristina Ome Trujillo, trabajadora del establecimiento, ha decidido colocar un pequeño ventilador cerca de caja y otros dos grandes en otras zonas de la tienda. Para Ome, los 27 grados “es una temperatura insostenible” y reconoce, resignada, que “lo más probable es que el ventilador no se mueva de donde está” una vez hayan ajustado el sistema de aire. 

Sara Cristina Ome Trujillo usa ventiladores para sobrellevar la jornada. Iñaki Porto

En el comercio textil Zarranz, en la misma calle del Casco Viejo pamplonés no tienen instalado aire acondicionado, ya que “la tienda se mantiene fresca por sí sola”. Sin embargo, temen por la medida durante el invierno. Maite Etxearte, dependienta del comercio, explicó que normalmente la calefacción no la ponen a más de 21 o 22 grados “como mucho” y que mantienen la puerta cerrada para ahorrar lo máximo posible. “Esos dos grados de diferencia se van a notar, 19 grados es mucho frío”, decía, en especial para un comercio en el que los clientes se tiene que cambiar para probarse la ropa.  

Arantxa Luren, es dueña y trabajadora del bar Niza, uno de los tipos de local que son sensibles de adherirse a la excepción de la norma. Aún así, Luren denunció la falta de cohesión que existe en la medida. “Recortan a los que menos consumimos, mientras ellos, no se concientizan con otros grandes gastos porque les benefician”, afirmó la responsable del Niza, que recordó que los responsables de la mayor parte del gasto energético son las grandes superficies junto y no de los pequeños negocios. 

Ante la medida, esta trabajadora duda de si la va a cumplir, especialmente durante estos días de calor, ya que asegura debe mirar “por el cliente y por sus trabajadores y trabajadoras”, que al final son las que más se mueven y más sufren las altas temperaturas. Hasta ahora ya procuraban ponerlo lo mínimo posible y mantener las puertas del bar abiertas y su intención es seguir refrescando así el local.

Por su parte, los clientes del bar comentaron que mientras la medida del aire parece más llevadera en Navarra y su clima, será mucho más duro sobrellevar la limitación de la calefacción. En especial para las personas que trabajan paradas. 

En definitiva, las restricciones en el uso de la energía han generado todo tipo de opiniones: mientras algunos se resignan y entienden la necesidad de las medidas, otros no se muestran tan convencidos de la licitud o efectividad de la misma.