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"Estás esperando recibir vida y recibes muerte: el mazazo es tan bestial"

La bebé de Patricia Tello y Mikel Azpilicueta falleció antes de nacer, un duro golpe que se vio agravado por la burocracia

"Estás esperando recibir vida y recibes muerte: el mazazo es tan bestial"Javier Bergasa

“En mi caso, me decían ya tendrás la habitación y todo preparado. ¿La habitación? Tenía la vida preparada. Estaba de 9 meses. Tenía su cuarto, la ropa, la cuna montada, el carro, todo pintado.... Tenía proyectado cómo iba a ser mi vida los dos próximos años y, de repente, te encuentras en casa, con las tetas llenas de leche y no sabes qué hacer”, describe Patricia Tello Jiménez. Y es que, añade su pareja, Mikel Azpilicueta Martínez, “estás con los brazos abiertos esperando recibir vida y recibes muerte, que es la antítesis; de ahí el mazazo tan bestial”.

En septiembre de 2019 Patricia y Mikel esperaban con una “ilusión exagerada” la llegada de su primera hija, pero la bebé falleció en la semana 37 de gestación. En agosto a Patricia le diagnosticaron una colestasis gestacional. “Me dijeron que alguna vez estaba relacionado con muertes de bebés en la tripa de las mamás, pero no tenía por qué ocurrir nada y que era súper extraño. Lo único que percibía era unos picores en la piel horribles y me dieron una medicación para el prurito y para regular el tema de la vesícula. El 11 de septiembre me indicaron que los valores estaban corregidos y que, por si acaso, íbamos a provocar el parto entre la semana 37 y 38”, explica esta pamplonesa de 39 años, que señala que “tenía cita el 1 de octubre para programar el parto para el día 7 y el 30 de septiembre falleció”.

Aquella mañana, prosigue, ella se encontraba “súper bien. Fui a yoga y sí que noté un dolorcillo que consideré completamente normal. A mediodía, Mikel me preguntó ¿cómo está mi hija? y yo le respondí no la he notado, pero como está tan grande y tiene poco espacio, me imagino que estará tranquila. Por la tarde, nos fuimos a dar un paseo y me volvió a preguntar”. En ese momento fue más consciente de que la había sentido poco. Al regresar a casa, utilizaron su detector de latido, pero “no la encontramos”. Fueron rápidamente a Urgencias del Hospital sin saber qué pasaba. “Nos estuvieron mirando y nos dijeron no hay latido. Yo no entendía qué significaba eso, decía cómo que no... Entonces, ¿me hacéis una cesárea y la miráis? No, ya no va a vivir. No conseguía entenderlo”, recuerda.

Parto lo más natural posible

“Nuestra vida se había detenido, pero el mundo seguía girando”

En aquel momento, Patricia no se podía creer que Patri, su pequeña, estuviera muerta, ni tampoco que tendría que dar a luz. Esa noche, mientras hacía efecto la medicación para provocar el parto, no pudieron dormir. “Nuestra vida se había detenido, pero el mundo seguía girando”, constataron mientras veían desde la ventana el trasiego del personal que durante ese amanecer iba a trabajar.

En cuanto al alumbramiento, Patricia confiesa que tiene “cuatro cosas muy grabadas y el resto es como si le hubiera pasado a otra persona”. “Nos recomendaron –según expone– que la cogiéramos y que le hiciéramos fotografías. Me pareció una cosa súper macabra, creíamos que no íbamos a poder, pero fueron surgiendo las cosas y las hicimos”; unas pautas que ahora agradece haber seguido porque a toro pasado le han ayudado a afrontar el duelo. Después, les dieron tiempo para poder despedirse de la niña.

Una vez que se la llevaron, “nos trajeron su pulsera, la mía, una pinza del cordón umbilical, el gorro con una estrella –les llaman bebés estrella– y una tarjetita donde aparece su huella del pie, sus datos, la hora del nacimiento...”. Aquella misma noche, indica Patricia, cogieron el alta voluntaria porque no deseaban escuchar los llantos de otros bebés en Maternidad: “Nos venimos a casa con nuestra bolsita de recuerdos y sin saber qué hacer. La habitación estuvo cerrada una semana, porque no teníamos valor para entrar y luego empezó el calvario”, ya que tenían que informar de lo sucedido a su entorno.

En cuanto a la causa del deceso, Patricia señala que “no se pudo determinar. No lo relacionaban con la enfermedad que tuve”, pero se plantean si ellos podrían haber hecho algo más: “¿Si hubiéramos provocado el parto en la semana 35? No sabemos qué hubiera pasado y nadie pensaba que fuera a resolverse así”, lamenta.

El ‘hachazo’ burocrático

Denegación de la paternidad

A la mañana siguiente, regresaron al hospital para hacerse una analítica e iniciar los trámites correspondientes con la ginecóloga, la matrona y la trabajadora social. “En todo momento nos sentimos muy bien atendidos y respaldados –asegura Patricia–. Tanto fue así, que al finalizar el estudio por el fallecimiento de la niña le preguntamos a la ginecóloga, Mila Roche, si en un futuro embarazo podría atendernos ella y nos dijo que sí”.

La trabajadora social les informó de las gestiones indicándoles que les correspondía baja por maternidad y por paternidad. Sin embargo, critica Patricia, “a Mikel se la denegaron porque no había constancia de que fuera el padre del feto de Patricia Tello –como así se recoge en el legajo de abortos–”. Mikel explica, al respecto, que “si hubiéramos estado casados y existiera previamente un libro de familia o tuviéramos un hijo antes se considera oficialmente el padre”. Una circunstancia que calificó de “extremadamente injusta”; y que añadía más dolor a la devastación que ya sentían. “Cómo es posible que con lo que estoy pasando me tenga que encontrar peleando por algo así... Es surrealista”, pensaba Mikel entonces. Y es que, apunta, “ni siquiera una prueba de paternidad era determinante”.

Así, con el fin de que no le arrebataran el nombre de padre, “nos pusimos como locos a mirar leyes y demás y presentamos en el Registro Civil un documento de 17 páginas aportando todo tipo de documentación para decir que éramos parejas de hecho, vivíamos juntos, teníamos un piso...”. Finalmente, consiguieron que un letrado les expidiera un documento en el que constara eso y pudieron registrar a su bebé con nombre y apellidos en el Registro Civil “aunque pone no nacido. Ya no era el feto de Patricia Tello, sino que era Patricia Azpilicueta Tello”, sostiene su madre.

La aprobación de la paternidad se produjo en diciembre, cuando Mikel ya se había incorporado a su trabajo. Ahora, hacen pública esta denuncia para dar visibilidad al duelo perinatal, que todavía es tabú, y pedir que cambie la legislación para que ninguna otra familia tenga que pasar por la misma situación. En su caso, afrontaron el duelo apoyándose mutuamente. “Mi marido –se casaron posteriormente– y yo llevamos 14 años de relación, con lo cual hemos pasado ya por muchas cosas, nos ha tocado trabajar psicológicamente y siempre nos hemos considerado un buen equipo. En eso nos volcamos, en no tapar el tema, intentar hablar de ello con naturalidad, hacer vida lo antes posible y hablar mucho entre nosotros”, dice.

El 10 de julio de 2021 nació su hija Nora, “la quitapenas”, que les ha obligado a “seguir adelante”. Confiesan que antes del parto tenían “pánico”, pero la implicación de su ginecóloga les dio “mucha tranquilidad”. “Cuando llegó Nora, dije voy a vivir. Ahora, después de lo que pasó, veo las cosas de una forma distinta, vivo de una manera consciente y disfrutando de lo que hay, porque igual mañana ya no está”, concluye Patricia.