Un total de 606 menores en situación de desamparo viven en acogida en Navarra y 324 de ellos (54%) residen en Centros de Observación y Acogida (COA) a la espera de una familia. De esta manera, solo el 46% de estos menores (282) están en familias de acogida, una modalidad “mucho más favorable” al bienestar de los menores y que colectivos como Magale –Asociación de Familias de Acogida de Navarra– quiere potenciar.

Según datos del último informe del Defensor del Pueblo sobre acogimiento familiar, tanto el número de menores en desamparo como el de los que están en acogida ha ido creciendo en la última década. Si en 2012 se declararon 32 menores en desamparo, en 2022 fueron 115; y si el año pasado había 606 menores en acogimiento –ya sea familiar o residencial– hace una década eran 538.

Pero que ocurra esto no quiere decir necesariamente que se estén dando más casos de desprotección que hace diez años, sino que ahora hay una mayor sensibilización y un mayor control de estas situaciones. “Ahora se detectan los casos mucho antes, no es que ahora haya familias con más problemas. También hay más derechos de la infancia y Navarra es la comunidad en la que más se trabaja por garantizarlos”, apunta Helena Escalada, presidenta de Magale y recientemente nombrada presidenta de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (Aseaf).

Una de los principales objetivos del movimiento asociativo es intentar que todos los menores en situación de desprotección accedan a un acogimiento familiar. Pero no es posible, hacen falta familias. “En Navarra necesitamos más de 300 familias. Por ejemplo, los menores de 6 años no tienen que pasar por un COA, pero actualmente tenemos 4 niños menores de esa edad en un centro por falta de familias”, expone.

Cuando un niño sale de su familia por una situación de desprotección grave –trabajo que se realiza desde la Subdirección de Menores del Gobierno de Navarra– va o al COA o a una familia de urgencia, “en las que por ley no pueden estar más de 6 meses, pero que en muchos casos se está alargando este proceso”.

Una vez que encuentran una familia de acogida, se prioriza que –en el caso de que los haya– los hermanos vayan al mismo hogar y se intenta, inicialmente, buscar lo que se llama “familia extensa”. “Son los abuelos, tíos, primos, etc. Familiares cercanos que puedan hacerse cargo de los menores”, detalla Escalada. De hecho, mayoritariamente son estos familiares quienes se hacen cargo de los menores: 158 menores están en familia extensa y 137 en familia ajena.

En este sentido, una de las cuestiones por las que lucha Magale es porque ninguna familia que quiera acoger deje de hacerlo por falta de dinero. Según señala Escalada, Navarra es una de las comunidades que más dinero aporta, “unos 800 euros al mes por un niño. Si tienes dos, por el segundo te dan el 50%. Con esta cantidad se puede hacer frente a la mayoría de gastos de un menor. Por lo que el dinero no suele ser un impedimento”.

Sin un perfil concreto

En cuanto al perfil, la presidenta de Magale señala que no hay un prototipo ni de familia ni de menor. “Son familias en las que se produce una negligencia y los motivos por los que descuidan a un hijo son variados. Lo que sí que se detecta es que muchas son familias en riesgo de exclusión o con un nivel de pobreza alto. También casos en los que la historia se repite: niños en desprotección con padres que en su día también fueron menores en desprotección”, explica.

Cuando se trata de casos leves, detalla Escalada, son los servicios sociales de base los que hacen un seguimiento del menor, pero cuando se registra una situación de desprotección “entran los EAIA (Equipo de Atención a la Infancia y Adolescencia) y con los trabajadores sociales valoran a la familia y ven cómo capacitarles para salir de esa situación”. Cuando el EAIA detecta ya un caso grave es cuando la Administración puede entrar para sacar al menor de la familia y asumir su tutela o guarda.

“Desde el primer momento que salen, el objetivo es siempre que los niños retornen con su familia biológica en base al interés superior del menor. Pero esto es un trabajo artesano que lleva tiempo. Hay que apoyar a esos padres y darles herramientas para que puedan ser capaces de críar a sus hijos en entornos estables”, sostiene Escalada.