Los vascones que el año 778 vencieron a los francos en la batalla de Orreaga-Roncesvalles por fin tienen su monumento. La obra de Patxi Aldunate, impulsada por Orreaga Fundazioa, ha sido inaugurada este domingo en Luzaide-Valcarlos, rodeada de todo un programa de actividades que tendrá continuidad este lunes y este martes.

“La inauguración supone para Orreaga Fundazioa la parcial culminación de un sueño que tenía desde que se creó”, asegura Koldo Amatria, miembro de la fundación, a la vez que “supone una reparación histórica del olvido sufrido por los verdaderos vencedores de la batalla”. Lamenta, sin embargo, que siga en pie el monolito a Roldán en el alto de Ibañeta, un “militar invasor y colonizador”.

El acto de inauguración del monumento contó este domingo con la participación de una gran variedad de agentes culturales. Entre los asistentes al evento estuvieron representantes del Gobierno foral y Parlamento de Navarra, como Ana Ollo y Unai Hualde, Jabi Arakama y Floren Aoiz. También acudieron los alcaldes y concejales de los municipios de Auritz, Erro y Aezkoa.

Música y bailes

Cerca de 500 personas se reunieron y disfrutaron de la inauguración, en la que participaron el coro Orreaga y los Bolantes de Luzaide recorrieron el pueblo. También actuaron los bailarines de Arizkun. Representantes de Orreaga Fundazioa entregaron al alcalde de Luzaide, Nicolas Camino, un escrito en el que figura que la fundación cede su escultura al pueblo de Navarra y corresponde cuidarla al pueblo de Luzaide. El alcalde también le hizo entrega de un recuerdo a los miembros de Orreaga Fundazioa.

Autoridades institucionales y municipales, delante del monumento.

Autoridades institucionales y municipales, delante del monumento.

Tal y como explicó el artista autor del monumento, Patxi Aldunate, la obra “explora las entrañas de nuestro pueblo”. Después de más de 1.200 años, gracias a los 40.000 euros adquiridos por la Fundación Orreaga en una campaña de crowdfunding, los vascos que derrotaron al ejército más poderoso de la época, el de Carlomagno, el 15 de agosto de 778, por fin tienen su monumento”. El artista admitió sentirse un poco abrumado por la responsabilidad de crear en una escultura de una batalla que es “lo más íntimo de nuestra historia y de nuestro ser”.