Javier Espinosa (Tudela, 1978) es un consultor de estrategia social natural de Castejón. Licenciado en Sociología por la UPNA, dirige desde 2017 una consultora llamada Humaro. Para Espinosa, “los próximos años van a brindar un escenario muy diferente” ante el creciente envejecimiento poblacional. 

El 20,5% de la población navarra es mayor de 65 años. ¿Estamos ante un desafío creciente?

–Si tuviéramos un 35% de población menor de 15, igual tampoco pasaría nada, pero la proyección es clarísima, y en los próximos años se va a ir incrementando. En 2012 el porcentaje de población de más de 64 años era de un 17,9%. En los próximos años van a a empezar a llegar a esas edades los nacidos en el baby boom, entre finales de los sesenta y principios de los ochenta, cuantitativamente muy potentes, con lo que vamos a tener un porcentaje muchísimo mayor, a la vez que la tasa de natalidad ha descendido, así que heredamos el nombre de pirámide de población, pero como forma ya no tiene nada que ver. En los sitios de más envejecimiento estamos ante pirámides invertidas. El problema no es solo la población mayor de 65 años, sino el envejecimiento poblacional en sí, ligado a la edad media, que se va a ir incrementando. 

¿Y cualitativamente?

–Muchísimos desafíos. Cambia el paradigma del tipo de sociedad en la que hemos vivido y que aún va aguantando. El Estado del Bienestar se ha basado en una serie de servicios, que para la población mayor eran más o menos suficientes teniendo en cuenta que se apoyaban sobre un sistema familiar en el que tradicionalmente se cuidaba de los mayores, porque eran familias más amplias y sobre todo porque se sacrificaba a la población femenina en el cuidado de las personas. Todavía pasa hoy. Es muy injusto de cara a la población femenina, que en las últimas décadas se ha incorporado al mercado de trabajo, pero injustamente sigue teniendo esa mayor ‘obligación’ en los cuidados del hogar. Eso se va perdiendo un poco, aunque a la vez las familias son más cortas, con lo que el cuidado se divide menos. En los próximos años el desafío de los servicios de cuidado es tremendo. Ya estamos viendo que en muchos casos población migrante cuida a los mayores con una precarización absoluta también para las personas cuidadas, porque es un sistema de subempleo. En cualquier caso, una persona de 65 años no tiene nada que ver con una de 85. Cada vez va a haber mayor diversidad entre personas mayores.

“Como el sistema familiar de cuidados ya no es el que era, muchas más personas van necesitar de lo público”

Con planteamientos religiosos o no religiosos más diversos.

–Eso es, o un acceso a la cultura diferente, sobre todo en las mujeres. En cualquier centro cultural o actividad, las mujeres de estas edades son las principales asistentes. Según avanzan los años se van recibiendo cuidados mucho mayores. Como el sistema familiar de cuidados ya no es el que era, vamos a tener muchas más personas que los necesiten, y el sistema público ahora mismo es insuficiente. Así que estamos yendo a fomentar un envejecimiento activo que promueva la permanencia de las personas en el hogar, con unos servicios muy diferentes a los actuales. Las residencias son muy insuficientes, pero no todas las personas quieren estar allí. Los retos no solo se circunscriben al ámbito público, tenemos que abordarlos como sociedad.

¿Con todo, no se tendría que ir pensando en construir residencias públicas con alta prioridad?

–Las residencias son necesarias, absolutamente, tienen como destinatarios a personas que no pueden estar en ningún otro sitio. En un futuro se tendrán que ir transformando y el sistema de cuidados también, pensando además en las zonas rurales. Esto es una oportunidad para crear un nicho de empleo importante, pero lo que no puede ser es que sea de manera reactiva en unas condiciones indignas, con personas en general sin conocimiento ni reconocimiento. Ahí hay un reto enorme. 

La soledad se empieza a considerar un serio problema para la salud mental y física. 

–Tenemos una responsabilidad como sociedad, en ámbitos rurales y urbanos, pues este tema se deja un poco en el ámbito privado. 

“Es una oportunidad para crear un nicho de empleo importante, pero no en unas condiciones indignas”

Otra cuestión candente: la brecha digital, por ejemplo ante las entidades financieras.

–Por eso la soledad es un reto colectivo. El sistema más capitalista busca rentabilidad. Las personas mayores han sufrido un cambio social tremendo con las tecnologías de comunicación. Actualmente la brecha digital es un gran problema. No solo es un lenguaje, es un código de comunicación y de relaciones sociales que no acaban de entender porque les ha venido dado muy rápido. Antes las cajas de ahorros tenían esa parte social que ha desaparecido. Es muy cruel para esas generaciones de mayores, y sobre todo en las zonas rurales, donde las personas solo cuentan como producto.  

¿Un asunto más en el que quiera situar el foco?

–En las próximas décadas la cuestión del envejecimiento se va a agravar, con otro perfil, sobre todo en algunas zonas de Navarra, como la Ribera, donde empezarán a llegar a edades mayores personas de origen migrante, cuya situación es muchísimo más precaria por su trayectoria socioeconómica. Ahora no hay, porque han venido jóvenes, pero en los próximos 15 o 20 años las habrá, y no pocas. Y eso complejiza mucho más la cuestión. Me parece un reto clave que ahora no está en la agenda, pero que empezará a tener su importancia.