Hay momentos en los que parece que la vida se estanca y no hay ninguna solución. Personas que han caído en adicciones, que han sido víctimas de algún delito de maltrato o que diversos problemas les han llevado a estar en situación de calle sienten que su vida ha caído en un pozo del que no pueden salir. Sin embargo, la Asociación Remar, a través del Proyecto Acoge, proporciona una salida para estas personas y les ayuda a reconducir su vida.

Es un proyecto que hace parte del programa de recursos de alojamiento y cobertura alimentaria de las entidades que conforman Remar en todo el territorio nacional. La estrategia que utiliza la asociación para poder dar respuesta a estas situaciones de exclusión social es a través de recursos residenciales. El Proyecto Acoge, financiado por Fundación La Caixa, consta de tres fases a lo largo de las cuales los usuarios trabajan para vencer las adicciones, el mayor problema al que hacen frente, y logran rehacer sus vidas.

Maku, coordinadora de Remar en Navarra y La Rioja, toca la guitarra junto a los niños que viven en la casa de la ONG en Adios. Unai Beroiz

Maku Rodríguez es la coordinadora de Remar en Navarra y La Rioja y lleva 17 años “acogiendo a personas que están en exclusión social muy severa. No es solamente personas que no tienen trabajo o no llegan a fin de mes, también que están el calle, con problemas de drogas, alcohol o prostitución. Son personas que han sido muy heridas”. Maku vive con su marido en la localidad de Adiós en una casa de la asociación junto a tres matrimonios, tres mujeres y seis niños.

“Viene gente maltratada por sus maridos, la sociedad o las adicciones. Aquí se vuelven a sentir personas”

Maku Rodríguez - Coordinadora de Remar en Navarra

Esta casa se encuentra en el marco de actuación de la fase 2 del programa en la que “ya han superado las adicciones o sus respectivos problemas y aprenden a convivir”. La financiación de Fundación La Caixa permite a Remar ofrecer veinte plazas residenciales en Adios, nueve en Aranguren y tres en Tudela. Las dos últimas acogen a hombres en situación de vulnerabilidad en la denominada la primera fase en la que reciben a las personas sus primeros meses, cuando luchan contra el mono y tienen que dar los primeros pasos del gran cambio.

Luchar junto a tus hijos

La casa ubicada en Adios, en cambio, acoge a personas que se encuentran en la fase dos, todo mujeres y familias. Una se sus inquilinas es Nuria Bienbozas, que vive ahí desde hace 8 años junto a dos de sus hijos, Iván y Estrella. Nuria conoció remar a través de su madre porque “ella iba a misa pero a mí no me interesaba pero cuando mi hijo empezó a ir sí que me llamó la atención”- cuenta - “empezamos a recibir alimentos y ropa de la asociación y cuando mi marido se quedó en paro no teníamos ingresos para una familia de cinco. Solicitamos entrar en Remar, nos aceptaron y desde entonces todo ha ido a mejor”.

Parte de los habitantes de la casa desayunan en el comedor. Unai Beroiz

Entrar en el programa Acoge le ha ayudado a a ella y su familia a mejorar su calidad de vida ya que reciben alimentos, alojamiento, ropa y sus hijos van al colegio, pero también en su bienestar y salud mental. “Cuando entramos mi marido y yo estábamos en un momento crítico a punto de divorciarnos y gracias al apoyo de Maku y Paco ahora estamos mejor que nunca”, cuenta entre lágrimas. Del mismo modo que su hijo Iván “ahora es mucho más feliz. No sabíamos lo que era que Iván sonriese, no mostraba emociones, y ahora es súper sociable”.

“Para mí Remar no es una casa de acogida, es mi hogar. Estoy muy a gusto, mis hijos y yo somos felices aquí”

Nuria Bienbozas - Usuaria de Remar

“Para mí Remar no es una casa de acogida, es mi hogar. Estoy muy a gusto, mis hijos y yo somos felices aquí”, asegura Nuria que tras ocho años en la casa ya se ha convertido en un gran apoyo para Maku. Trabaja en el mantenimiento del hogar en la limpieza y la cocina y colabora en los rastros de la asociación. “Hay que ser parte de la solución, no del problema”, defiende.

Debido a su experiencia la coordinadora de la Comunidad Foral cuenta que el próximo paso para Nuria es realizar su labor en otro hogar “para poder ayudar a más gente”, a lo que Nuria responde que “si el Señor me manda a otro sitio, con mucha pena me iré a hacer la labor que hago aquí y crecer un poco más, por lo menos espiritualmente”.

Rubén observa una foto de su cuarto. Unai Beroiz

Predicar con el ejemplo

Si al final acaba siguiendo ese camino, repetiría los pasos de quien ha sido su “mentora” en este proceso ya que Maku también comenzó en Remar como usuaria en Ordizia, Donosti. “Llevaba mucho tiempo con problemas de consumo de drogas y era bastante conflictiva”, cuenta de su vida hace 27 años. La adicción le acusó pérdidas de memoria, al nivel de que “tenía un hijo de dos años y no me acordaba de haberlo tenido”. Llegó un punto en el que sus padres no sabían cómo ayudarla e ingresó en Remar. De aquel momento, cuenta que “entré con mi marido pero él no aguantó el mono y me abandonó. Yo pasé un síndrome de abstinencia muy duro pero al cabo de los meses empecé a ver la luz, siempre ayudada y acompañada. Pasé a la fase 2, donde estuve 5 años y luego ya me hicieron coordinadora.

Matías golpea el balón mientras juega a fútbol con Rubén e Iván en el frontón del pueblo. Unai Beroiz

Durante tantos años esfuerzo continuo, tanto para ella como para otros, Maku ha tenido que enfrentar todo tipo de situaciones. “Hay casos muy complicados, también con los niños. Hay niños que han sido víctimas de maltrato y luego ellos tienen el mismo comportamiento. En esas situaciones hay que abarcar el problema con mucho amor y poco a poco”, explica.

Es un ejemplo de tantas dificultades que pueden surgir en convivencia, sobre todo cuando los integrantes no tienen experiencia porque “llegan con falta de valentía y muy desordenados” en todos los aspectos, no solo en cuanto a limpieza. Para ello, Remar establece una serie de normas como la prohibición de beber o fumar y el cumplimiento obligado de un horario. “Son un poco extremas pero es la manera de mantener el ambiente limpio y transparente”, explica la responsable y añade que “si eres un interno, eres interno, esto no pude funcionar como un albergue. Aquí al final somos una familia y las familias hacen vida en común y se ayudan”.

Estrella e Iván, hijos de Nuria, en su habitación. Unai Beroiz

Este es el resultado de un programa cuyos antecedentes se remontan a hace 35 años y desde entonces la ONG ha trabajado para ayudar a “personas que han sido maltratadas por sus maridos, por la familia, por la sociedad, por las adicciones...” y les ofrece la oportunidad de “sentirse personas de nuevo y sentirse útiles”. Ha creado una gran red de voluntarios y usuarios que, cuando los problemas aprietan, reman juntos a contracorriente para restablecer el rumbo.