"Somos una sociedad tan imbécil que nos autodiscriminamos”. Así sentencia Javier López, doctor en Psicología de la Universidad CEU San Pablo, al hablar del edadismo, la tercera forma de discriminación por detrás del racismo y el machismo, “la más silenciosa y la única que sufrimos toda la sociedad, antes o después”. Para afrontar este problema, el Ayuntamiento de Pamplona organizó ayer las jornadas Personas mayores y discriminación: hablemos de edadismo donde varias expertas explicaron las causas, consecuencias y posibles soluciones para erradicarlo.
El término edadismo fue acuñado por el gerontólogo Robert Butler en 1969, haciendo referencia a la forma en que la sociedad entiende la vejez y el envejecimiento, las relaciones intergeneracionales y los estereotipos sobre las personas mayores. Nuria Garro, pedagoga y codirectora de los cursos de formación Campus by IDEA, expuso que las propias personas mayores definen esta discriminación como “aquellas acciones directas o indirectas por las cuales alguien es excluido, considerado diferente o tratado como si no existiera por motivo de su edad”.
“Uno pasa de ser adulto a ser considerado una persona mayor cuando se jubila”, explicó Garro, ya que “vivimos en una sociedad funcionalista en la que en cuanto dejas de producir te aparta como si fueses inútil. Es una sociedad del descarte”. La otra gran causa es la “supremacía de la juventud”. Esto hace referencia a la “sociedad narcisista” que solo valora como positiva la juventud y la belleza. Como ejemplo, Garro, destacó los miles de productos antienvejecimiento, que tiene un mensaje claro: “No seas mayor, y si lo eres, ocúltalo”.
Esta discriminación provoca imposiciones de belleza o forma física, pero también exclusión laboral y social. “La personas mayores pierden derechos, oportunidades y derecho de participación”, criticó Garro y destacó como el mayor ejemplo la brecha digital. “Todo se hace por Internet, las gestiones bancarias, las solicitudes de ayudas y subvenciones e incluso la compra de entradas para cualquier actividad de ocio”, denunció.
La importancia del lenguaje
Ana Pérez y Mirentxu Araiz, educadora social y psicóloga respectivamente del programa Siempre Acompañados, que trabaja con personas mayores que sufren soledad no deseada, destacaron tres tipos de edadismo. “A veces son acciones o frases tan automáticas que no nos damos cuenta”, señaló Pérez. El primer tipo es la infantilización, que se resume en tratar a las personas mayores como si fuesen niños y niñas. Se refleja en expresiones como “nuestros mayores”, “son como niños”, utilizar diminutivos o el plural para acciones suyas como “vamos a tomarnos la medicación”. Al respecto, Garro critico la actuación general de las residencias en las que “van a pintar mandalas o jugar con pelotas. A veces no hay diferencias con una guardería”. Por su parte, Araiz defendió el “derecho a que se trabaje con ellos de una manera profesional y planificada” ya que a veces se simplifica porque “las personas mayores son muy agradecidas” o “les basta con escucharles o darles cariño”.
El segundo tipo es la despersonalización, es decir, “tratar a las personas mayores como un grupo homogéneo y no tener en cuenta que hay tantas maneras de envejecer como personas”. Esta tendencia se muestra en hablar de ellos como “abuelos”, “vulnerables”, “dependientes” o expresiones como “son cosas de la edad” o “tienen todo el tiempo del mundo”.
Por último, el tercer tipo es la deshumanización y la negación de sus sentimientos y del desarrollo de un proyecto de vida. Esta discriminación se refleja en frases como “no te quejes, podrías estar peor”, “ya lo has hecho todo” o hablar de ellos como “carga”. Las tres expertas concluyeron que esta discriminación “hay que erradicarla con educación y actividades intergeneracionales”.