El 2 de enero de 1996 marcó un antes y un después en la vida de Antxoni Martinicorena Baraibar. Aquel día, a los 36 años de edad, sufrió una parada cardiorrespiratoria que le provocó daño cerebral y le obligó a pasar dos meses en la UVI. “Los médicos les dijeron a mis hermanos que si salía iba a ser una vegetal”, aseguró Antxoni. Pero aquella premonición no podía estar más lejos de la realidad. 

En la actualidad, a los 65 años, esta vecina de Errazkin disfruta de sus manualidades en Adacen, un lugar del que es usuaria en el centro de día desde 2003 y residente permanente a partir de 2015. Como una de las más veteranas en la asociación, Antxoni rememoró con todo detalle la evolución que ella misma ha visto en Adacen, desde su primer local en San Juan, que pronto “se hizo pequeño”, pasando por el de Iturrama y hasta el actual en Mutilva. “Lo conocí como centro de día y después como residencia, porque yo no quiero dar trabajo a mis hermanos, que cada uno tiene su vida”, explicó Antxoni antes de añadir que, aunque “la familia está ahí, tampoco les vas cargar todo porque tienen sus quehaceres. Además, habiendo recursos como estos, para qué voy a estar en medio”, concluyó con todo su buen humor. 

Entre sus actividades diarias, Antxoni destacó sus viajes cada jueves a Iturrama a ver a uno de sus hermanos que, además, aprovecha para “controlar” cómo va la venta de sus manualidades en el establecimiento Pinturas Iturrama. Cada día, Antxoni se entretiene haciendo a mano diferentes pulseras, llaveros, pendientes, chapas o todo tipo de detalles para adornar también la residencia con su toque personal. Unas labores que desarrolla en su txoko particular en Adacen con el objetivo de venderlas y destinar el dinero recaudado a una ONG en Perú. “Ya que Dios me ha dado otra oportunidad de nuevo, quiero colaborar en algo. Yo no quiero dinero; quiero salud y el bienestar de la familia y de Adacen”. Porque, para Antxoni, la asociación es mucho más que una residencia. “Adacen ha sido todo para mí; es mi casa”.

Debido a lo “duro” que fue el proceso de recuperación tras la parada cardiorrespiratoria, esta navarra no dejó de mostrar su agradecimiento con todas las personas que le han ayudado a lo largo de su vida. “Al principio no conocía a nadie, no andaba, no escribía, no hablaba. Pero cada vez me siento mejor”. Y es que en Adacen no solo ha encontrado “buenos profesionales”, sino también “buenos amigos. A eso se llama 2x1”.