El constructor navarro Jesús Huarte Beaumont ha fallecido a los 100 años en Madrid. Último hijo vivo del empresario Félix Huarte, recogió hace diez años la Medalla de Oro a título póstumo de su padre. Sus hermanos, Felipe, Juan y María Josefa, fallecieron en 2017, 2018 y 2015, respectivamente.

Padre de cinco hijos y casado en dos ocasiones, sucedió a su progenitor en el negocio familiar hasta mitades de los 80, cuando fue vendida.

Los Huarte, un linaje cuya fortuna se remonta a la primera mitad del siglo XX, pusieron a la venta en 2021 la mansión que, sobre la ripa de Beloso, construyó el patriarca en Pamplona. Unas semanas más tarde anunciaban el cierre de Miasa, la última de las fábricas de lo que un día fue el grupo industrial y constructor más importante de la Comunidad Foral.

Aquellos fueron otros tiempos, otra Navarra que apenas despertaba del ruralismo, aún conmocionada por la guerra y sometida por una cruel dictadura. Fueron los tiempos de Félix Huarte, delineante primero y constructor después, que prosperó en los años 20 y 30 y que se hizo definitivamente rico después, ya en la postguerra y el franquismo. En 1929 había desembarcado en Madrid, donde construyó la Escuela General de Sanidad y, posteriormente, la facultad de Filosofía y Letras, levantada en apenas cinco meses, terminada en 1932 y que le proporcionó la fama para apuntalar su crecimiento definitivo.

Semejante acumulación de capital dio lugar a las primeras fábricas del cinturón de Pamplona, a la influencia política, al mecenazgo artístico y cultural que dinamizó Pamplona a comienzos de los años 70. El grupo llegó a facturar más de 50.000 millones de pesetas (unos 300 millones de euros en la actualidad). Y asentó la riqueza y la buena posición de generaciones enteras.

Porque pronto se vio que la actividad empresarial pura iba a tener muchas dificultades para sobrevivir a su fundador. Y que Navarra, donde ETA había secuestrado en 1973 a Felipe Huarte, el cuarto hijo del constructor, no retendría a un grupo empresarial más frágil de lo que parecía. Para entonces, el eje de la actividad constructora y dos de los cuatro hermanos se habían desplazado ya a Madrid, más segura y con los contactos institucionales mucho más cercanos.

Las industrias se asociaron con capital extranjero, más desarrollado tecnológicamente, que pronto se hizo mayoritario, y a mediados de los 80 la empresa constructora terminó por ser vendida.