Mari Cruz Aramendía Osés falleció a los 87 años en la sexta planta del antiguo Hospital Virgen del Camino. Fue el sábado 14 de marzo de 2020 –un día antes del confinamiento–, cuando la pandemia ya comenzó a avisar de su magnitud. Y cuando Pilar Martínez –62 años–, su hija, no pudo despedirse del todo. Porque estuvo con ella hasta el final –y eso le consuela–, pero anduvo meses con un rumor interno que no dejaba marchar a su madre. Quizá el miedo; tal vez, la soledad. Pero, sobre todo, la culpa. Y es que ¿qué habría pasado si tres meses antes no la hubiera ingresado en la residencia Virgen de Jerusalén de Artajona para que se recuperara de una rotura de cadera? “Muchas veces pienso en que a lo mejor podría haberse quedado en casa, que quizá podríamos haber aguantado más, pero era difícil porque estaba muy delicada y tuvimos mala suerte. Con todo, se me ha quedado esa espina clavada. Y me acuerdo mucho de ella”, se lamenta.
El 8 de marzo de hace cinco años le llegó un aviso del médico. Iban a ingresar a su madre por un problema respiratorio. “Al principio, pensábamos que sería normal. Después, le cambiaron de planta y estuve con ella hasta las tantas de la noche, que fue cuando me dijeron que no podía seguir. Y, al rato, me comunicaron que había fallecido. No guardo mal recuerdo porque sé que aguanté con ella todo lo que pude”, relata. Precisamente, cuando ya habían decretado el Estado de Alarma y lo siguiente era confinarse. “Aún estuvimos varios familiares en el tanatorio, la enterramos y cada uno se fue a su casa para estar encerrados durante meses”.
Y, de pronto, se apoderó de ella la soledad, a pesar de vivir con su marido y sus cinco hijos. “Además, al mes falleció la madre de José Antonio, que también estaba en una residencia. No sabíamos ni qué hacer, pero necesitábamos estar rodeados de nuestra familia para tener un poco de consuelo. Porque, en ese momento, todo eran fallecimientos, entierros y, de nuevo, a estar confinados. A vivir esa tristeza, a pensar en el final de la vida de quienes queremos”, expresa.
Sufrir el duelo durante la pandemia
Y también, con la vuelta a casa, a Pilar le regresaba ese rumor de su madre, el que le decía que no le había hecho una despedida en condiciones, tal y como hubiera hecho en un contexto ordinario. En cierto sentido, se trataba de no saber cómo afrontar el duelo por la muerte de un ser querido durante la mayor crisis sanitaria de la historia.
Por esta razón, el 14 de septiembre de 2020 –día en el que Mari Cruz hubiera cumplido 88 años– Pilar y su hermano celebraron la vida de su madre y le dieron un último adiós. Y el rumor y la angustia cesaron. “Hicimos un funeral con flores blancas, que tanto le gustaban a mi madre y de otra manera. En lugar de llorar tanto su muerte, pudimos agradecer que hubiera existido, que compartiera tanto con nosotros y que fuera nuestra madre”, dice. Desde ese entonces, Pilar Martínez sigue pensando mucho en Mari Cruz. Sin embargo, ahora lo hace con entereza y consuelo. Porque a pesar de que el final de su madre fuera desolador, ella recordará todos los días la vida plena de Mari Cruz Aramendía.