Ante las agresiones sexuales que siguen sufriendo las mujeres, los psicólogos sugieren que hay que profundizar en los enfoques de intervención aplicados a individuos, tanto adultos como menores, que han cometido delitos sexuales. En concreto, opinan que, a través del desarrollo de habilidades emocionales en aquellas personas que han cometido delitos sexuales, es posible reducir la reincidencia y minimizar el riesgo de futuras conductas delictivas. En ese sentido, abogan por una regulación emocional en la que se promueva la empatía y la reducción de respuestas agresivas en poblaciones con estos perfiles, así como en menores y jóvenes que podrían desarrollar este tipo de conductas violentas. Este es el marco central con el que UNED Pamplona organizó entre el 18 y el 20 de marzo el primer simposio internacional sobre Agresores sexuales: análisis de sus competencias emocionales y propuestas de mejoras en prevención y tratamiento, una serie de conferencias en la que distintos expertos de esta materia hablaron acerca de los posibles modelos y enfoques con los que reducir el riesgo de reincidencia y favorecer la reintegración social de los agresores sexuales.

Entre otros aspectos, el psicólogo Rodrigo Esteban Venegas trajo a colación Pasos, un programa llevado a cabo en Colombia donde se aplica la justicia restaurativa con jóvenes agresores, quienes vuelven a tener contacto con la víctima para dar explicaciones y pedir perdón. Sin embargo, tal y como indicó José Antonio Echauri, director de Programas Agresores Violencia de Género y Sexual (PSIMAE), el Estado no permite la mediación en justicia restaurativa en materia de violencia de género, aunque “podría hacerse una valoración dependiendo del caso. Por ejemplo, en una situación de baja intensidad, sería posible realizar un trabajo de mediación con la que obtener un mejor resultado que ir a juicio”, dijo.

Inversión y prevención

En lo que todos los expertos están de acuerdo es en la necesidad de la prevención, de que se genere una inteligencia emocional -basada en la empatía y reducción de respuestas agresivas- con la que reducir los delitos sexuales. No obstante, “la prevención tiene mala venta en la política porque se buscan resultados cortoplacistas. Pero habría que llegar a un acuerdo interinstitucional y entre partidos políticos para reducir el riesgo de incidencia. De otra manera, es muy difícil sostener algo que se deshecha cada cuatro años”, criticó Echauri. Por esta razón, abogó porque se trabajen con números para que puedan comprobar “cuánto se puede ahorrar con la prevención. Hay sistemas de prevención que son muy eficaces y que funcionan. Y no solo es un ahorro económico, sino que se reduce el dolor, el número de víctimas, los traumas, etc.”.

Traducir en acciones

El siguiente paso por parte de los expertos tiene que ver con qué pueden hacer para contribuir a que se reduzca el número de agresores. “Como profesionales, tenemos que trabajar desde la cercanía, desde el tú a tú, y dejar a parte los mundos digitales. Queremos recuperar la mirada real, y mientras no se creen esos programas de prevención, tenemos que desarrollar y enseñar a través del vínculo”, opinó Andrea Balmaseda, psicóloga y directora del centro de Menores Ibaia. Por su parte, Echauri también destacó la importancia de recuperar el contacto de la piel, pero reconoció que habría que crear y espacios en la red. “Hay una nueva forma de relacionarse. Los seres analógicos valoramos el tacto, pero tenemos que hacernos presentes en los nuevos escenarios digitales en los que se mueven los jóvenes para que puedan aprender a establecer relaciones sanas y empáticas, alejadas de la violencia”. Es decir, las acciones que deben acometer los expertos tienen que ver con “actualizarse como psicólogos. No puede ser que sigamos trabajando como hace diez años, aunque ahora prevalezcan otros temas y otros comportamientos sociales”, indicó Venegas.

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