Zinemaldia ha hecho este año bastante ruido con un cine que parecía pasado, pero que vuelve; el documental biográfico. Algunas de las proyecciones que más interés han levantado van por ahí, caso de El Drogas, sobre el rockero navarro ex líder de Barricada; Crock of Gold: A few rounds with Shane MacGowan, sobre el ex cantante de The Pogues y el motivo por el que visitó Donostia Johnny Depp, productor de la cinta y amigo personal de MacGowan, a quien no duda de calificar como "uno de los poetas más importantes de la historia"; y por supuesto este documental del que hablamos, que ha despertado gran interés porque se centra en uno de los cocineros más influyentes de los últimos años.

Arzak. Since 1897, de engorroso título, está dirigida por Asier Altuna, y la mano del director, firme, se nota a lo largo de todo el metraje, por ejemplo huyendo de pesadas imágenes de relleno, muchas veces desacertadas y tan habituales en este tipo de productos, para tapar monólogos y peroratas, y manteniendo el interés del personaje, cuyo lado humano es tan importante, de principio a fin.

Hay dos hilos conductores en esta película, presentada en el Festival Internacional de Cine de Donostia dentro de la sección Culinary Zinema, y que llegará a las salas comerciales en próximo viernes día 9. Por un lado está la creación y el liderazgo de un movimiento tan importante como fue la Nueva Cocina Vasca tras la histórica visita, junto con Pedro Subijana, al mito de la gastronomía Paul Bocuse, junto a su rápida extensión, su repercusión mediática y la extraordinaria influencia que ha tenido sobre un par de generaciones de profesionales hasta hoy en día.

Tráiler de 'Arzak. Since 1897'. Vídeo: Youtube

Y por otro, la sucesión ordenada, aunque a veces parezca lenta y chirriante, hacia su hija Elena, llamada a liderar durante muchos años en el futuro una casa legendaria, una casa a la que Arzak confiesa sentirse tan unido ("aquí es donde nací", dice) como para haber rechazado ubicaciones mucho mejores para su establecimiento. Una casa que va cambiando de cara conforme avanza el metraje y de la que el propio Juan Mari afirma, sin mucha razón, que "está en el peor sitio de Donostia".

Pícaro, seductor, irreverente, juguetón, excéntrico, pero siempre creativo, arriesgado y visionario, el triestrellado cocinero es la figura de un documental que en buena medida comparte con su hija Elena y que descubre muchos momentos divertidos, como el ingenio que le puede echar para fumarse un pitillo en un avión, o que Ferrán Adriá (quizá el invitado más presente para dar su opinión, junto con Karlos Arguiñano y Andoni Luis Aduriz) confiese que cuando se retiró soñó con que Arzak lo hiciera a la vez que él (vaya notición mundial hubiera sido), e insistió, sin éxito, para que así sucediera. Ya había quedado claro desde la primera escena, la de la cocina donde habla de sabores con su hija: mientras le dejen y pueda, él no se jubila.

Pasado, presente y futuro

Por lo demás, la película, de 80 minutos, producida por Bainet y con un espléndido elenco técnico vasco, explora otros argumentos para ir haciendo avanzar el retrato, no se hace larga en absoluto y conecta con solvencia pasado, presente y futuro, unidos por una misma pasión.

"En el Festival de San Sebastián siempre hemos cocinado y ahora nos toca presentar, estamos muy contentos y emocionados", decía Elena Arzak, quien añadía: "Es una película muy sensible, muy emotiva y encima con toques de humor. Es un gran momento para la familia y el equipo; esperamos que guste tanto como a nosotros", mientras que Altuna, su director, afirma que "no tenía una idea preconcebida de lo que iba a hacer, pero la misma casa y los mismos personajes me han ido hablando".

Este tipo de películas, necesarias, sirven para cuestiones como fijar en imágenes una historia apasionada y apasionante, descubrir caras ocultas de una personalidad irresistible e influyente, y enseñar, una vez más, que el pasado no justifica casi nada, pero explica casi todo.