En Semana Santa, muchos buscan experiencias únicas en destinos exóticos. Cabo Verde, con sus playas de arena dorada y música vibrante; Uzbekistán, con su historia fascinante y arquitectura impresionante; y Estambul, con su fusión de culturas y magníficos paisajes, son opciones perfectas para los aventureros.

Cabo Verde, algo más que verde y algo más que playa

Al oeste de Dakar (Senegal) y con una extensión de más de 4000 kilómetros cuadrados repartidos en diez islas y cinco islotes, la República de Cabo Verde es mucho más que un destino de playa. Además de sus dunas doradas y aguas cristalinas, este territorio abarca tanto áreas desérticas y volcánicas como zonas montañosas. La isla más poblada es la de Santiago, donde se encuentra Praia, capital del país.

En este archipiélago se emplaza Ribeira Grande (actual Cidade Velha), que contiene ruinas de una catedral, el Fuerte San Felipe y la plaza Pelourinho.

Boa Vista, la isla más oriental de Cabo Verde y la tercera por extensión. Foto: Pixabay

Santiago también es un reclamo para los amantes del trekking, por su Parque Natural de Serra Malagueta, una cordillera envuelta en exuberante vegetación.

Aparte, en el archipiélago Fogo se levanta el pico más alto de Cabo Verde. Al estilo del mar Muerto, las Salinas de Pedra de Lume situadas en la isla de Sal atrae a los visitantes que quieren conocer la sensación de flotar en el agua. Próxima a Sal está Boa Vista, que despliega sus encantos a través del Desierto de Viana o el Oasis de Rabil.

 Para quienes estén planificando su próximo viaje: el carnaval más relevante del país llena de color la isla de São Vicente cada febrero.

Uzbekistán, confluencia de cultura soviética e islam

Su tradición está ligada a la Ruta de la Seda que hizo posible el intercambio no sólo de mercancías, sino también de corrientes culturales y religiosas. Así pues, la riqueza monumental de este país de Asia Central comprende un colorido abanico de mezquitas, palacios y fortalezas que comparten espacio con imponentes parajes naturales.

Quizá una de las ciudades más populares sea Samarcanda, con el gran mausoleo de Gur-e-Amir, la necrópolis Shah-i-Zinda, el museo-observatorio de Ulugh Beg o la plaza Registan, compuesta por tres madrasas (edificios de escuelas religiosas) exquisitamente decoradas.

En la ciudad de Khiva sobresale el Complejo Islam Khodja Foto: Pixabay

En la ciudad de Khiva sobresale el Complejo Islam Khodja, mientras que Bukhara alberga un curioso estanque con el poder de conceder deseos, la fortaleza Ark y el minarete de Kalyan que el propio Gengis Khan no quiso destruir. Al sur del país, en Termez, se conservan reliquias budistas, como monasterios, frescos o estupas.

 Una muestra de su esplendor natural es el desierto de Kyzyl Kum, donde se puede dormir en una yurta o tienda de los antiguos pueblos nómadas. Tampoco se queda atrás el Cañón Gulkam en las Montañas Chimgan; el mermado Mar Aral o el Valle de Ferganá, punto de encuentro de tejedores, talladores de madera y alfareros.

 

Estambul, una joya de tres imperios

Romanos, bizantinos y otomanos dejaron sus huellas en esta capital que se extiende sobre el Estrecho del Bósforo, con el Cuerno de Oro haciendo de línea divisoria y la Torre de Gálata dominando el panorama.

La plaza de Sultanahmet con los restos del antiguo hipódromo de Constantinopla recibe a los viajeros que arriban a Estambul. La siguiente parada es Santa Sofía, una construcción que fue mezquita, museo y después mezquita otra vez. En dimensiones gana la mezquita de Suleymaniye, la más grande de las 3.000 que se encuentran en la ciudad. Como icono de belleza otomana se debe nombrar la Mezquita Azul construida por el Sultán Ahmed I, con seis minaretes, cúpulas y semicúpulas.

Estampa de Estambul. Foto: Unsplash

Hablando de sultanes, el palacio de Topkapi es una mirada hacia lo que fue la vida de los soberanos y sus familias entre lujosas estancias y patios.

El bullicio y la esencia más auténtica de la ciudad cobran forma en el Gran Bazar, donde el regateo se consolida como deporte oficial. Una vez alejados de las multitudes, la ruta continúa por los coloridos barrios de Balat y Fener.

Los rincones tradicionales establecen un diálogo con la arquitectura contemporánea, como el Museo Istanbul Modern o el Centro Cultural Atatürk.