Enorme falacia- Uno de los chistes más celebrados en Twitter en los últimos días hablaba de un tipo que iba agobiadísimo con la mascarilla por el parque deseando llegar a un bar para quitársela. Los malotes oficiales, algunos con título de divulgador científico del copón (siempre con sigla adosada), pretendían ser autores de una sarcástica carga de profundidad contra la vuelta de la obligatoriedad del uso de la mascarilla desde el pasado viernes. La enorme trampa de su gracieta es que se basa en una premisa que deberían saber falsa de toda falsedad. Desde que irrumpió la pandemia, en los bares jamás se ha permitido prescindir del tapabocas. Lo que dice la norma, que es también lo que dice el sentido común, es que los clientes solo podrán bajarse la mascarilla en el instante exacto en el que vayan a beber o comer algo. El resto del tiempo, la boca y la nariz deberán permanecer a resguardo tras el trozo de tela homologada. O sea, que mucho jijí-jajá, pero la chanza se cae por su propio peso.

Nada cambia- De hecho, si vamos a la letra pequeña del presunto nuevo decreto, nos encontraremos con que realmente no dispone nada que no estuviera ya recogido en las ordenanzas anteriormente vigentes. Igual hasta el viernes que desde el viernes, el uso de las mascarillas en exteriores era y es obligatorio cuando no fuera o sea posible mantener la distancia mínima de seguridad con el resto de viandantes. Otra cosa es que hayamos hecho de nuestra capa un sayo y, leyendo a nuestro favor lo dispuesto, hayamos acabado por ir a morro gentil a cielo abierto, exactamente igual en un paseo solitario que en un periplo por una zona transitada en la que vamos casi rozándonos con nuestros congéneres. Y aquí descargo de culpa a la ciudadanía y señalo a la administración.

Un cebo - Son, en efecto, las autoridades sanitarias quienes no nos sacaron de nuestro error durante esos meses en que parecía que estábamos a cinco minutos de ganar al virus. Y son también las autoridades sanitarias -en este caso concreto, las españolas- las que nos la han metido doblada haciendo pasar por medida recién salida del horno algo que ya estaba vigente. Lo han hecho, además, con el fin de que miremos el dedo y no la luna. Puesto que no han tenido lo que hay que tener para decretar restricciones seguramente más efectivas pero impopulares, nos han soltado el cebo de las mascarillas y muchos se han tragado el anzuelo como panchitos. O como pretendidos rebeldes anunciando que no van a cumplir con algo que nadie les va a exigir.