Javier Enériz (Pamplona, 1959) está contento de dejar de ser Defensor tras 15 años en el puesto, nueve de ellos en funciones. Largo tiempo en un cargo que "da muchos quebraderos de cabeza", porque va "recogiendo historias humanas". Muchas con solución, pero otras inciertas o irresolubles, por más que los afectados reciban atención, escucha y orientación. Su figura ha hecho de puente entre la ciudadanía y la Administración. Y a veces , dice, hasta "de sheriff", al batallar, por ejemplo, contra el silencio administrativo, el "feo de no responder a miles de ciudadanos" y "resolver los asuntos no resolviéndolos", critica. Enériz dice tener "el mejor de los conceptos" sobre su sucesor Patxi Vera. Una vez consumado el relevo, volverá al Tribunal Administrativo. "Si veo que ya no rindo como antes, me iré". Quiere ganar tiempo de ocio, y culminar y publicar algunos escritos que ha venido realizando sobre cuestiones históricas.

¿Cuál es su estado de ánimo?

Tal vez existe el prejuicio de que la institución de la que ahora sale es un puesto tranquilo que no comporta muchas preocupaciones.

-No, esa idea no se ajusta en nada a la realidad. Este es un puesto en el que intermedias entre el problema del ciudadano y la Administración. Y que en muchos casos te enfrenta con la Administración, esta se enfada y tú te enfadas con esta. Por otro lado, intentas ser ecuánime, y para ser justo en la vida lo mejor es no tener absolutamente ningún tipo de compromiso ni de prejuicio. Tú tienes que decir lo que crees, cuando lo crees ante quien sea, y eso molesta. Al fin y al cabo estás tratando con lo que llamamos los poderes, las personas que toman decisiones que afectan a otras personas y tú apareces para pedir explicaciones o para proponer correcciones cuando te parece que las cosas están mal. Y eso no es nada cómodo. Ni para el que lo oye ni muchas veces para el ciudadano cuando considera que a lo mejor no le has defendido bien, no le has dado la razón o lo que tú has defendido y propuesto no se cumple.

Ha estado en funciones desde 2013 en una peripecia casi literaria. La prórroga ha durado más que el tiempo previsto de ejercicio.

-Lo he vivido como una etapa de confianza del Parlamento. Cuando terminé el mandato, quedaban dos años de legislatura, y Yolanda Barcina me comunicó que se planteaba si era el caso la supresión del Defensor, por lo que no veía oportuno iniciar un procedimiento de renovación, y tampoco creo que en aquel momento se daban las mayorías, así que se esperó hasta 2015.

Con nuevo Gobierno.

-Obtuve la confianza de la mayoría del Parlamento, e incluso en algunos momentos se planteó hasta la renovación. A mí no me apetecía renovar. Aquello se fue alargando gozando de esa confianza que yo sentía, pasamos toda la legislatura y ya en esta me di cuenta de que había que darle una solución. Se ha juntado mi deseo de poner de fin al periodo y la necesidad de renovar el cargo, porque ya era una situación de récord Guinness. Agradezco al Parlamento y a las personas que han intervenido en el cambio.

Tal vez se fue encontrado con Gobiernos nuevos y no hubo tiempo para grandes colisiones.

-No, conflictos y choques los he tenido con todos los presidentes, consejeros y Gobiernos. A todos ha habido cosas que les ha molestado del Defensor del Pueblo, a los cuatro presidentes que he conocido. Pero la relación permanecía. Eso unido a la dificultad de buscar 30 parlamentarios para el nombramiento.

¿La relación más fría fue entonces con Yolanda Barcina?

-No, no tuve una relación fría, todo lo contrario. Me precio de tener con ella y de seguir teniendo una relación magnífica. Lo que pasa es que somos dos caracteres fuertes y nos decíamos cosas con su repercusión, sin más. Con Miguel Sanz la relación fue magnífica, porque ya había trabajado con él, como funcionario, y con cargos en su Gobierno, con una buena relación de confianza y muy buen espíritu de trabajo. Miguel Sanz para trabajar es una persona muy fácil, y aceptaba cosas que muchas veces había gente que no se atrevía a decirle que algunos le decíamos con toda la tranquilidad del mundo. A Yolanda Barcina le tocó toda la crisis, aquello fue dramático. La crisis económica y la época de los recortes que de alguna manera ella también impulsó. Aquello, lógicamente, desde una institución que vela por los derechos y por los servicios públicos llevó a ciertas colisiones, entre comillas.

¿Y con los demás?

-Con el cuatripartito la relación fue muy buena, aunque yo le dije todas las cosas que le tenía que decir. Siempre desde el respeto mutuo en todos los Gobiernos. Con el Ejecutivo actual he sentido cierta continuación respecto a la época del Gobierno anterior. Con todos he trabajado a gusto y nos hemos dicho las cosas que nos teníamos que decir.

Con este último Gobierno ha coincidido el estallido de la pandemia.

-Ha sido terrorífico. Es una situación que nos ha pillado a todos fuera de juego, que nos ha hecho cambiar los modos de prestar los servicios de la Administración, hemos visto las administraciones cerradas, o de derecho o de hecho. Y a la gente, con un grado de desorientación y de susto en el cuerpo, un miedo colectivo. Las autoridades han tenido que tomar decisiones sobre la marcha muy complicadas, sanitarias, educativas o de servicios sociales, por ejemplo. Hemos ido viendo cómo se iban cerrando servicios y cómo se iba dejando a mucha gente desatendida, y hemos tenido que estar constantemente llamando a la puerta para que se siguiera atendiendo a la gente. Además de la pandemia, que lo tapaba todo, lo exigía todo, y que era como un imán, seguía existiendo la vida, y gente con enfermedades, que necesitaba ir a los colegios o servicios sociales, y todo eso tenía que seguir funcionando. Y en algunos momentos ha habido caos y cierta desorganización.

Toda crisis se termina cebando, por más que se repita el eslogan de que no se iba a dejar a nadie atrás, en los más vulnerables.

-Sí, yo he visto tres colectivos, seguramente hay muchos más, que han quedado perjudicadísimos. La gente que estaba en situación de pobreza hoy es más pobre. A la que estaba en situación más inestable le ha afectado la salud mental. Ese es uno de los datos de la pandemia, yo lo comenté en el Parlamento y fui de las primeras voces que lo planteé. Y luego la brecha digital y administrativa. La Administración desapareció para determinadas gentes.

Ahora su sucesor tendrá que estar vigilante al respecto.

-Hay dos ideas fundamentales. Una es la recuperación económica, que según los expertos parece que se va dando, y otra es la recuperación social. La de la gente que peor se ha quedado, y que más necesidades tiene y va a tener después de la pandemia, que son miles de personas. Hay que restablecer los servicios para que las cosas vuelvan a una cierta normalidad. Yo creo que se está en esa línea, pero hay que hacerlo con rapidez.

¿De 2007 a 2022 cómo ha cambiado la sociedad navarra?

-Yo creo que muchísimo, aquella estaba en proceso hacia lo que ha venido ahora, pero esta es una sociedad por ejemplo mucho más plural. Uno de los datos más relevantes es la inmigración, que crea una nueva capa social. Somos una sociedad de acogida, que brinda sus recursos y servicios a gente de fuera para integrarla y que forme parte de esa nueva Navarra que está ya aquí. Por otra parte, yo creo que la sociedad es mucho más tolerante. Cuando a mí me nombraron, todavía existía la violencia, y aquello generaba muchas más tensiones en la sociedad, que hoy siguen de alguna manera existiendo, pero que me da que ya no son tan importantes. El cambio climático es demoledor, en quince años lo vas percibiendo, y va marcando ciertas cuestiones, y llama a insistir y tomar muchas más medidas para ir combatiendo todos los efectos negativos. También hay algunas actitudes negativas, como la xenofobia o la homofobia. Otro cambio: estamos ante una sociedad mucho más feminista y con muchísima más defensa de la igualdad de oportunidades en el mundo de los hechos, que reclama más todavía esa situación. Yo creo que esta es una sociedad muy avanzada socialmente. Mucho más laica, por ejemplo. Veo una sociedad distinta en la que me he quedado ya mayor, aunque estoy encantado con ella. Sí que me gustaría que fuera más alegre, pero entiendo que después de una crisis económica y de una pandemia tan dura como esta no esté la gente para alegrías, aunque creo que tiene ganas. Me da mucha pena la juventud, que es uno de los grandes sectores castigados. Muchos de los jóvenes piensan que viven peor que sus padres.

Gran paradoja, una sociedad que evoluciona en la buena dirección y que sin embargo se encuentra ante un precipicio a futuro.

-Sí, porque es una sociedad de contradicciones, en la que a la gente joven hay que prestarle mucha atención, porque no podemos tener a jóvenes ni resentidos, ni enfadados ni castigados con las generaciones más mayores. Hay que ser conscientes de que lo han pasado muy mal y de que necesitan de alguna manera empezar a pasárselo bien.

¿Ha cambiado nuestra forma de litigar o de entender los derechos democráticos que nos asisten?

-De 2007 a 2011 la gente tenía una concepción de derechos, y la hacía valer, pero luego los derechos se volvieron formales con la crisis económica. Sí, tienes derecho, pero aquí si no hay dinero no vale para nada.

Eso es tremendo.

-Claro, pero los derechos pasaron a ser formales. Y con la pandemia en muchos casos literalmente desaparecieron, porque venía arropada de un Estado que necesita ser autoritario por la sanidad. Es triste, pero es así, para imponer la salud pública necesita adoptar unas medidas brutales inimaginables.

Autoritario es una palabra fuerte.

-En el sentido de autoridad que tiene que imponerla y que no tienes tiempo para explicarlo, y no le queda más remedio, y por lo tanto sacrifica la libertad y acude a los mecanismos y a los controles mínimos que le pueden establecer, legislativo y judicial, porque está salvando o intentando salvar a cientos de miles de vidas. Nosotros tampoco estas medidas limitativas de derechos y libertades las hemos puesto en tela de juicio en la medida en que no fueran desproporcionadas o de alguna manera justificadas. Sí que hemos pedido explicaciones para trasladárselas a los ciudadanos.

"Me siento aliviado de la carga, que la notaba ya en el cuerpo y en los huesos, para enfocar otra etapa de la vida"

"En la pandemia hemos tenido que llamar a la puerta constantemente para que se siguiera atendiendo a gente"

"De 2007 a 2022 la sociedad navarra ha cambiado muchísimo, la actual

es mucho más plural"

"Los derechos se volvieron formales con la crisis económica, y con la pandemia muchos desaparecieron"