“Tardé mucho tiempo en darme cuenta pero a día de hoy sé que todo lo que vivido con él ha sido una mentira y una manipulación constante. Me ha querido asesinar y hacer todo el daño posible. No he podido ni hacer el duelo por el fallecimiento de mi madre, que murió por todo esto, porque aunque estuviera enferma, no se pudo recuperar de lo que me había pasado. Pero ahora he podido sacar a mi hijo adelante, le he podido sacar de todo aquello y soy más feliz. Y solo quiero vivir en paz. Que me dejen vivir en paz y poner el punto final, estoy deseando el día que pueda perdonar con franqueza”, resume Pía (Beatriz) Alvero, sobre sus anhelos inmediatos, porque a la vida no le puede pedir deseos a largo futuro.
La superviviente del intento de asesinato en Cintruénigo sigue con “un nudo en el corazón” cada vez que recuerda su relato. Han pasado ya tres años de aquello y todavía no hay una sentencia firme. Y “todavía tengo que esperar un año a que el Tribunal Supremo se pronuncie. Pero no me siento identificada con el proceso judicial, no me reconozco en esas palabras que utilizan y que son tan inhumanas. Las mujeres nos sentimos juzgadas pero debería ser al revés. Se analizan nuestras palabras sin reparar en que somos víctimas de maltrato durante años, que estás rota piscológicamente... No puedes comprender cómo has terminado en esta situación y ¿cómo vas a explicárselo a un juez?”.
Si el hecho de sobrevivir a la muerte que se le venía encima ya resulta una tarea homérica, solo hay que imaginar la fortaleza de esta mujer y su capacidad de reconstrucción, si intuyen una situación límite como la que tuvo que vivir a los meses de estar a un paso de ser asesinada. A los 9 meses de aquello, estando él en prisión provisional, recibió una llamada de los juzgados de Durango. Estaba con una amiga de Pamplona con la que había coincidido en persona por primera vez. “Habíamos pasado un buen día y ella estaba a punto de marcharse. Me suena el teléfono y me hablan como si fuera una máquina. Somos del juzgado, es solo para informarle que el acusado va a ser puesto en libertad en una hora, con las medidas cautelares que están fijadas... No sabía ni de qué me hablaban. Empecé a temblar y a gritar del miedo. Vivía alejada, en mitad del monte. No acertaba ni a hacer la maleta, pero solo quería salir de allí. Mi amiga me dijo que no me iba a dejar sola, que me fuera con ella. Llamé a la directora del colegio de mi hijo, se portó como un amor, me dejó que terminara la actuación de Carnavales que a mi hijo le hacía mucha ilusión, y salimos para Pamplona. Que alguien me explique cómo es posible que me tenga que ir en el coche de una amiga recién conocida, saliendo como si fuera clandestina o pensando que hago algo malo, y que él esté allí como Dios, en su casa, con su familia, con una pulsera telemática que al segundo día ya había estado cinco horas desconectada...”.
A Pía también se le agita el corazón cuando empieza a mirar a todo su círculo, al tejido que le ha ayudado y que la ha levantado, a todas esas manos amigas que ha visto también sufrir. “Nadie piensa en tus apoyos, en el daño que esto ha causado a mi hijo, a mi hermana, a mi cuñado, a mi madre que falleció, a mis amigas de Bizkaia y de Navarra, el proceso nos afecta a todos y todas, pero te tienen que soportar a ti y a todos tus bajones. A su dolor tienen que su-mar el tuyo. ¿Quién piensa en ellas? La violencia de género va más allá y nos afecta a todo el mundo por igual”. Sea de donde sea que encuentre las fuerzas, Pía tiene claro el libreto. “Pero no puedo estar callada. Cuando hablaba con mujeres que habían vivido lo mismo que yo, me sentía no solo identificada, me sentía comprendida y empoderada. Por eso tengo que compartir lo que me ha pasado, porque si una víctima no es consciente de lo que está pasando, se puede identificar con la viviencia y dar un paso adelante para salir de esa mierda. A mí me hacen muchas veces comentarios del tipo, pero cómo no te pudiste dar cuenta antes de lo que te pasaba. Pues porque yo pensaba que era lo normal. Nunca piensas que a quien amas te va a hacer daño ¿Alguien cree que si hubiera sido consciente de ello no lo hubiera dejado en cuanto hubiera podido?”.
Pía Alvero, que como fotógrafa creativa ha realizado varias exposiciones sobre el maltrato, como la manera de retratar la supervivencia de las víctimas, recuerda que cada paso nuevo que existe en el proceso judicial le supone un susto brusco. “Sigo recuperándome y voy a seguir aprendiendo de esto toda mi vida. Tengo que aprender para mejorar, crecer, ver si puedo mejorar como persona y ayudar a aprender para poder ayudar a quien está en esta situación de una u otra manera”, se marca como reto.