Leonardo da Vinci se refería al campo como el corazón de la tierra. Se trataba de una manera de regresar a los orígenes, de reconectar con lo natural del ser humano y de escapar del ruido de la ciudad. A pesar de que hayan transcurrido cinco siglos desde el momento en el que el humanista pronunció esta frase, lo cierto es que su esencia impera como una verdad absoluta. En los núcleos urbanos ataca la inmediatez y predomina la creencia de que la vida allí “es mejor que en los pueblos”, por lo que son muy pocos los que se resisten al cambio y trabajan en el primer sector. Por lo general, son los hombres los que se dedican a este oficio porque, según argumentan, se requiere de una fuerza que las mujeres no tienen.

Como resultado de esto, se retroalimenta la despoblación y la masculinización del campo con un mayor éxodo rural femenino, de manera que se limitan las oportunidades de trabajo para las mujeres en este sector. Sin embargo, desde la Unión de Agricultores y Ganaderos de Navarra (UAGN) se propusieron dar voz a aquellas mujeres que luchan contra los estigmas de la sociedad y que cultivan el cambio de paradigma desde las zonas rurales, como rebeldes y como agroinfluencers

En el año 2023, la asociación lanzó un programa con el que los trabajadores del campo pudieran contar sus historias y mostrar a la población que el campo está conformado por gente cualificada que ama y trabaja la tierra. Entre las dos primeras ediciones, cinco mujeres pusieron voz a sus historias personales, las que hablan de la discriminación, de una renuncia y de su valía en una vida íntegramente dedicada al campo.

Conciliación familiar

Nerea Mortalena, ganadera en el sector ovino de leche y carne. Javier Bergasa

Nerea Mortalena, vecina de 34 años de Arraioz, abandonó su trabajo como administrativa en 2022 para ser ganadera –se dedica al sector ovino de leche y carne– en el caserío de su marido porque “era casi imposible conciliar horarios para atender a nuestras dos hijos”, cuenta. De primeras, no fue una decisión fácil, ya que Mortalena era una apasionada de su trabajo y las labores del campo le parecieron, al principio, bastante costosas porque “no es fácil dejar atrás un ordenador por la sala de ordeño. Y la gente no entendía el cambio, pero ahora no me arrepiento de nada”, asegura. La administración le puso muchas trabas y obligaciones que ella considera “desorbitadas. Para poder instalarme como joven ganadera la administración me exigía tener 230 ovejas madres”, recuerda. Pero a pesar de las dificultades, cuando la agroinfluencer del Baztan piensa en cómo transmitir a las mujeres lo esencial de trabajar en la agricultura y ganadería, considera que deben creer en sí mismas y en que “somos capaces de hacer cualquier tipo de trabajo. Aunque nos hayan hecho creer que somos inferiores. No podemos permitir esos comentarios que provienen del pasado”.

Hodei Flores, ganadera de ovino de Etxarri Aranatz. Javier Bergasa

De igual manera, Hodei Flores es una mujer de 39 años que trabaja desde finales de 2021 como ganadera de ovino en Etxarri Aranatz, ya que no era sencillo ajustar los tiempos de su trabajo con los de sus hijas y su marido Fernando, que ya era ganadero. En concreto, Hodei discernió que debía dedicarse al campo después de que a la más pequeña le diagnosticaran TEA (Trastorno del Espectro Autista). Al principio, hubo habladurías y críticas por la gente del pueblo. “Decían que me estaba metiendo para cobrar las subvenciones”, menciona. Pero eso no era así. Este trabajo me ha permitido atender las necesidades de mis hijas y tener mis horarios. Y me he podido atender a mí misma”.

Natalia Miramón, agricultora cerealista de Cascante. Javier Bergasa

Por su parte, Natalia Miramón –46 años, agricultora cerealista de Cascante– se instaló como joven agricultora en el año 2016 para que resultara más sencilla la conciliación familiar. Tal y como le ocurrió a sus compañeras, sus comienzos fueron complicados porque “era un sector bastante desconocido que no era propio de mi entorno, a pesar de que yo soy de pueblo. Conforme lo iba descubriendo, me di cuenta de que era muy interesante y que el mundo rural es fundamental para todos y todas”, sostiene. En lo que respecta a las dificultades por su género, Miramón considera que “poco a poco las mujeres estamos haciendo más ruido. Tenemos que alzar nuestra voz para engrandecer la labor de nuestras compañeras. Nosotras somos las que hacemos arraigo en los pueblos, las que damos vida a las nuevas generaciones. Nosotras cultivamos el cambio y se nos necesita para que la agricultura tenga futuro”.

La tierra, “la nueva burbuja”

Marta Eslava, agricultora cerealista de secano. Javier Bergasa

Marta Eslava, agricultora cerealista de secano en Barásoain de 43 años, nació con una azada, un rastrillo y una pala bajo el brazo. Su familia se dedica al campo desde que es niña. Así que, cuando Marta tuvo que escoger entre continuar su carrera como docente o tomar el relevo de sus padres, prefirió permanecer en el mundo rural, a pesar de las dificultades económicas y de los potenciales obstáculos que tendría que superar. “Hay desigualdades en este sector, pero como en todos. Es difícil que las mujeres encontremos un hueco en los trabajos que están masculinizados. Pero eso pasa en el campo y también en otros ámbitos”, apunta. Con todo, Eslava reconoce que es difícil animar a que las mujeres se introduzcan en la agricultura, ya que “las tierras son la nueva burbuja por todas las incertidumbres políticas y económicas que nos atacan. No obstante, la sociedad debería comprender que somos un sector estratégico y que estamos obligados a cuidarlo, a tensionar y a que sea más accesible la incorporación de las mujeres a este mundo”, finaliza. 

Una vocación

Andrea Urzaiz, olivicultora y responsable de calidad y marketing en Aceite Artajo. Javier Bergasa

Andrea Urzaiz –35 años– supo desde el principio que su destino era el campo. Estudió Ingeniería Agrónoma y, en cuanto terminó, regresó a su pueblo, Ribaforada, para ayudar con la empresa familiar, en donde actualmente trabaja como olivicultora y es responsable de calidad y marketing en Aceite Artajo. A pesar de no haber tenido trabas para continuar con su vocación, sí ha sufrido discriminación por su condición de mujer trabajadora en el primer sector. “No creo que sea una limitación el acceso de ser mujer, pero sí que me he visto en situaciones en las que he tenido que demostrar más que un compañero hombre. Me parece que hay que reivindicar que en el campo se requiere de la realización de muchas tareas de gestión, calidad y comercialización. Simplificar la profesión agraria al tractor hoy en día me parece un concepto desfasado”, indica. Ante esto, Urzaiz defiende que hay que comunicar la profesión para que haya más mujeres que despierten su interés por el campo. “Existe un desconocimiento general de cómo se producen los alimentos. Tenemos que transmitir a las futuras generaciones que en nuestro sector hay calidad de vida y que es una profesión que merece mucho la pena”, concluye.