Desde el pasado 5 de noviembre de 2020, fecha del fallecimiento de Manolo, pensé en escribir esta nota. Pero la cabeza y el corazón no llevan igual ritmo, y ha sido necesario este tiempo para asimilar la pérdida del amigo y poder ahora compartir estas palabras. Recuerdo, como si fuese hoy, cuando nos conocimos en 1981; de esto hace ya 40 años y la buena relación ha durado desde entonces. Todo comenzó cuando Manolo me invitó a visitar la empresa que había fundado en Torres de Elorz unos pocos años antes (en 1975). Tenía solo una nave y unas pocas decenas de trabajadores, creo que en total eran menos de 50 personas. Por aquel entonces, fabricaban las máquinas que Manolo había diseñado en su casa; una casa que tuvo que hipotecar para adquirir las patentes de sus propios diseños. Pero el retorno fue rápido: a partir de ese momento, ya vendía las máquinas con mucho éxito a los fabricantes de cartón de todo el mundo. Me admiraron muchas cosas de su empresa, sobre todo el buen ambiente de trabajo y su ímpetu emprendedor. Me dijo entonces, y se lo he oído muchas veces en estos años, que se había hecho empresario para poder llevar a cabo muchos proyectos innovadores.

La verdad que estos 40 años que le he conocido, ha desarrollado innovaciones en muchos campos: desde el ámbito agrícola, en recuerdo de sus orígenes de la huerta murciana, como el espárrago cultivado en invernadero, hasta temas de desalación, etcétera. Analizar todos los temas en los que innovó en estos años daría para un libro grueso. Pero pienso mucho en los proyectos más importantes que abordó, los que han permitido que aquella pequeña empresa creciera hasta ser una gran empresa, M. Torres Diseños Industriales, S.A., de más de 700 trabajadores, vendiendo máquinas en los 5 continentes y en sectores muy avanzados como el aeronáutico. A la vuelta de un viaje empresarial al mayor fabricante de aviones Bo ing en Seattle, me dijo que le había sorprendido lo artesanal que le pareció la fabricación de aviones. Le habían impactado dos cuestiones: cuántos carpinteros trabajaban en Boeing produciendo soportes de madera para multitud de finalidades (para colocar las piezas de avión, mecanizar, taladrar las alas o el fuselaje), y la infinidad de remaches en la fabricación del fuselaje de aviones. Manolo tenía una máxima: "Vender es fácil, lo que hay que hacer es resolver los problemas del cliente". Con esas premisas y lo que había visto, se puso a diseñar y desarrollar un utillaje universal para soportar las piezas de aviones a mecanizar y eliminar todo el tema de carpintería y soportes de madera. Fue un desarrollo costoso en tiempo e inversión (quizás dos años o más) que acabó con todo éxito en lo que se llamó Torrestool. También le llamaría cama de faquir, con "pirulos".

Este utillaje, controlado por un ordenador, podía programar rápidamente el soporte para mecanizar cualquier tipo de pieza. Dicha máquina se comercializó con gran éxito en todo el mundo y fue el inicio del desarrollo aeronáutico de la empresa M. Torres. En cuanto a los remaches que sorprendieron a Manolo, y todos hemos visto desde la ventanilla de los aviones en las alas, se lanzó un proyecto en la empresa para suprimir muchos de esos remaches por una soldadura. Para esto, se desarrolló una máquina enorme con dos equipos laser para soldar. Colaboré con Manolo en el proyecto, suministrando a M. Torres los equipos de láser que yo comercializaba desde Z-Laser, S.A. Por eso conocí el proyecto de cerca y M. Torres, compitiendo con 12 fabricantes mundiales, se llevó el contrato para suministrar equipos con soldadura láser para la fabricación del mayor avión de Airbus, el A380. A este gran contrato siguieron otros y Airbus se hizo cliente para otras aplicaciones. En este tiempo, la industria aeronáutica mundial comenzó a utilizar composites con fibra de carbono para aligerar el peso de las alas y fuselaje de aviones. La empresa M. Torres, con Manolo a la cabeza, desarrolló máquinas muy avanzadas de fabricación de componentes de avión con fibra de carbono. Como decía él, ese era su terreno porque podía utilizar la tecnología del papel para adaptarla a la fabricación de aviones, y se hizo una empresa puntera a nivel mundial, también en ese campo. Y aún queda otro sector importante que M. Torres abordó con éxito: el sector eólico.

En 2004, constituyó una empresa, M. Torres Ólvega Industrial, para la producción de aerogeneradores eólicos de diseño propio y muy avanzados. Ahora, la empresa M. Torres tiene establecidas, además de la planta de Navarra y Murcia, otras plantas en Alemania, Italia y USA (Seattle). Y aunque la coyuntura mundial del sector aeronáutico ha puesto ahora en peligro algunos puestos de trabajo, es necesario reconocer su gran contribución a la generación de empleo, riqueza y bienestar social en Navarra y en todos aquellos territorios donde se asentó. Y tras repasar la admirable trayectoria de la persona que emprendió y dirigió con tal éxito una empresa tan innovadora, es necesario volver la vista al aspecto más esencial, al humano: Manolo se ha caracterizado siempre por dirigir una empresa familiar, apoyándose en su esposa Amparo, ahora presidenta, y sus hijos, Yolanda y Eduardo. Manolo ha sido siempre una persona de valores y principios, amigo fiel, trabajador incansable, honesto, valiente, comprometido con esta sociedad. Un hombre bueno que deja una huella profunda en aquellos que caminamos a su lado.

El autor es fundador y Presidente de Zabala Innovation