Entre la fiesta, las txarangas y los encierros, los Sanfermines albergan otro protagonista, pero algo más silencioso: la espera. A pie de marquesina, cientos de personas aguardan unas villavesas que, en ocasiones, no llegan –a pesar de que los servicios mínimos están fijados en un 70% de la oferta habitual a lo largo de toda la jornada– y que obligan a muchos a regresar a sus casas andando o realizar trayectos más largos. No obstante, la ciudadanía espera con resignación; a veces crispados por las incomodidades, pero la mayoría muestra su apoyo y comprensión a los trabajadores del servicio de transporte urbano comarcal, que comenzaron la huelga el pasado 1 de julio. La primera que se convoca en los últimos 15 años, después de varios años en los que la plantilla ha sufrido una congelación salarial y un deterioro general en las condiciones laborales. No hay avances en la negociación del convenio.

Apoyo y empatía general

Con todo, la sensación general –por parte de usuarios y trabajadores– parece indicar que no se han respetado los servicios mínimos, ya que ha habido muchos refuerzos y la cadencia de paso ha sido mayor al 70% fijado durante las fiestas. En especial, el 6 de julio, donde la plantilla denuncia que fue muy superior a lo establecido. “Lo que querían era salvar el día del Chupinazo. Ahora, les da igual y no les interesa prestar atención a nuestras quejas, por lo que seguiremos sin llegar a un acuerdo económico”, se queja uno de los conductores.

En ese sentido, Martina Ducay, vecina de Gorraiz de 22 años, demanda que esta situación es “una mierda. Me parece de vergüenza que no les apliquen la subida que están pidiendo, que es ridícula”. Asimismo, asegura que no entiende por qué no les permiten que la nocturnidad sea desde las 23.00 horas cuando todo el mundo, “según el Estatuto de los Trabajadores, la tiene desde las 22.00 horas. Es indignante”.

De la misma manera, Iñaki Rodríguez, vecino de la Rochapea de 42 años, reconoce que es un “fastidio” tener que esperar o caminar durante media hora –a veces “algo borracho”, dice entre risas– para llegar a casa, pero “si no pelean ahora, no les van a hacer caso. Y si ganan ellos, ganamos todos”, comenta mientras aguarda a la línea 14 en la plaza Juan de Labrit tras el encierro.

Por su parte, Iranzu Arbizu, vecina de Azpilagaña de 25 años, sostiene que esta huelga le ha “afectado mucho”, ya que para llegar a su trabajo en Sarriguren suele tardar una hora porque “hay mala conexión”, pero con este paro es todavía “peor” porque “la número 19 pasa cada mucho, no está bien comunicada. De ahí, cojo la 20 y tengo que esperar alrededor de media hora”. Sin embargo, al igual que otros usuarios, reconoce que “poca huelga están haciendo. Si quieren conseguir algo, no pueden mantener un servicio mínimo del 70%. Deberían parar del todo y que no haya villavesas, aunque nos jodamos”. En ese sentido, asegura que apoyaría eliminar todos los desplazamientos durante las fiestas para “sembrar el caos” y que por fin tuvieran una respuesta satisfactoria por parte de la empresa.

En el caso de Sandra Emmanuel, usuaria de la línea 4 por ser vecina de Barañáin, menciona que este último tramo de la huelga lo ha “sufrido más” al haber comenzado a trabajar en una empresa en Cordovilla, por lo que tiene que hacer varios transbordos, aunque no tiene grandes quejas porque el tiempo de espera de la primera villavesa es “ínfimo”, pero otras, como la 11, tienen menor afluencia. “Los usuarios vamos como sardinas, pero los mayormente afectados son los conductores. Me parece lógico que hagan esta huelga porque no se les está tomando en serio. Y creo que la gente está comprendiendo la circunstancia, pero también hay muchas personas que no comprenden la importancia de esta lucha. La población tiene que ver lo necesario que es este medio de transporte, esencial para la movilidad de muchos”.

Agradecidos, pero hartos

Imagen de uno de los carteles que están repartiendo los conductores de las villavesas. Cedida

En lo que respecta a la plantilla, se sienten algo satisfechos porque la población parece comprender los motivos de la huelga indefinida. No obstante, también hay quienes “se están saltando las legalidades y están haciendo lo que quieren, como ocurrió el día 6”, cuando se excedieron en servicios mínimos y ofrecieron refuerzos. “Sabemos que es San Fermín, pero hay líneas que no se pueden saltar y lo están haciendo con todas”, denuncia un conductor.

De hecho, desde el comité se ha lanzado un comunicado a la ciudadanía para que respalden esta huelga indefinida que se han visto “obligados” a iniciar y en la que destacan que la situación es “insostenible”. Por un lado, reclaman que las condiciones de los autobuses son penosas, con averías constantes y sin mantenimiento adecuado. También se quejan de que las frecuencias son obsoletas y obligan a transportar a la ciudadanía en condiciones de hacinamiento, además de que las jornadas laborales son abusivas, en ocasiones superiores a las diez horas, afectando a su salud y a la calidad del servicio.

“Esto no lo hacemos solo por nosotros. Nos obligan a realizar trayectos en un tiempo mínimo muy corto, así que tenemos que ir con prisas. Parece que se les olvida que trabajamos con personas, no con piedras, y que tenemos que esperar a que la gente se siente, en especial las personas mayores”, apunta otro trabajador de TCC Moventis.

A diferencia de antes, la ciudadanía está más concienciada porque antes conocían la situación “de oídas”, pero ahora pueden ver con sus propios ojos la decadencia de este servicio de transporte. “Además, es que no estamos pidiendo nada especial, sino lo que nos han quitado: un porcentaje de nuestro salario y la subida del IPC, además de horarios a los que es imposible llegar”, sostienen. De esta forma, abogan por una franja horaria más amplia para realizar el trayecto de forma efectiva y ofrecer un buen servicio.

Además, esos ritmos provocan muchos dolores de espalda y presión en los trabajadores. “No es lo mismo ir con un vehículo despacio que tratar de llegar a tiempo para mantener nuestro puesto de trabajo porque si no, nos ponen de patitas en la calle”.

“No pueden hacer nada”

La respuesta de la empresa es que “no pueden hacer nada” a pesar de saber que este servicio de transporte público se iba a ir al garete porque la situación era insostenible. De esta manera, la empresa "procura eximirse de culpas y elude responsabilidades sin una negociación suficiente". Y añade que “todos nos merecemos llegar a este acuerdo, tanto los trabajadores como la población. Pamplona solo tiene las villavesas y los taxis, y fuimos un referente hasta que dejaron que esto se deteriorara, sin mantenimiento y con recortes. Y cuando haya que arreglarlo, saldrá de las arcas de todos. Estamos pidiendo lo que nos han quitado, y creo que es justo recuperarlo”, concluye un conductor.